lunes, 10 de diciembre de 2012

LOS BUITRES DE LA PRODUCCIÓN

El poder de las multis
Por Alejandro Naclerio *

La desindustrialización iniciada en la última dictadura y consolidada durante el menemismo se propagó con las políticas pro-mercado. La apertura, la desregulación y las privatizaciones apuntalaron la especulación, el endeudamiento externo y una mayor presión estructural sobre la balanza de pagos. La ortodoxia, que condujo el país hasta 2003, promovió incansablemente un modelo económico en que, supuestamente, el financiamiento externo cubre las necesidades y favorece el crecimiento de los sectores “competitivos”.
Este argumento presentado como ley autoevidente por el mainstream constituye una falacia circunstancial. En efecto, el crecimiento depende, según esta visión, de la circunstancia de las ventajas comparativas en recursos naturales, lo que lleva a especializarse en sectores que hoy ofrecen una mayor rentabilidad relativa, dejando de lado actividades de alto valor agregado, que son las que otros países son capaces de producir mejor y vendernos. ¿Para qué producir máquinas, si los alemanes o los italianos siempre las van a hacer mejor que nosotros? Esta falacia deriva en que la especialización es inamovible y por ende resultará fútil la planificación que permita la industrialización. Pues bien, la evidencia empírica indica lo contrario. Los países desarrollados son aquellos que han construido sistemas industriales gracias a la vinculación de la producción con sus sistemas científicos y a la renovación continua de sus aplicaciones tecnológicas. Estados Unidos, Japón y Europa, por ejemplo, tuvieron un Estado intervencionista y planificador en sus diversas fases de desarrollo y, ergo, un apartamiento de las leyes “naturales” y “eficientes” del mercado.
En nuestro caso, la intervención y la planificación sirven para promover sectores (estáticamente no competitivos) pero con potencialidades dinámicas capaces, a su vez, de traccionar al resto de la economía. Verbigracia, la estatización de YPF abre la posibilidad a un entramado de proveedores locales que fortalece el conjunto de la industria nacional y sustituye importaciones por capacidades domésticas. Obviamente, éste es un proceso incipiente que deberá sostenerse en el largo plazo.
Pero, más allá de este caso sustancial, es preciso tener en cuenta algunas cuestiones medulares: al desagregar la balanza comercial, los saldos positivos se deben exclusivamente a los sectores basados en recursos naturales. El saldo externo resultante de suma de los bienes de baja, media y alta tecnología es negativo en más de 31.500 millones de dólares para el año 2011. Este déficit ha venido creciendo junto con el PIB. El mismo resultado, para 2010, había sido de 23.000 millones de dólares. En el interior de estas cifras es dable destacar dos sectores. En primer término, en el agrupamiento tecnología media el más dinámico es el sector automotor. Sin embargo, es el sector que al crecer genera mayor déficit comercial. Esto se debe a que al menos un 75 por ciento de las partes de un auto producido en el país son importadas y, sobre todo, a que los diseños y los eslabones claves de la cadena están en manos de las casas matrices de las firmas multinacionales, las cuales bloquean la transferencia de conocimiento y el proceso de innovación en el entramado de firmas domésticas. Las corporaciones multinacionales saben que la fuente de su ganancia son los saberes tecnológicos que ellos detentan y, por ende, nunca los transfieren. En segundo término, en el grupo de alta tecnología el sector más dinámico es el farmacéutico y también explica el más alto déficit de esta categoría. Aquí, igualmente, las multinacionales ejercen su dominio influyendo sobre las legislaciones de propiedad industrial e intelectual para bloquear la transferencia de tecnología. En suma, varios de los sectores más dinámicos están dominados por tecnologías externas y tienen alta propensión a generar déficit comercial cuando el producto crece.
El desafío consiste, entonces, en seguir recuperando la política industrial y comercial coordinando instrumentos del Estado para estimular una sostenible densidad productiva. La sintonía fina debe apuntalar a los actores locales claves capaces de generar derrame de conocimientos y capacidades tecnológicas para seguir por el sendero de la transformación de un sistema neoliberal basado en la renta agropecuaria y financiera en otro fundado en un Sistema Industrial Nacional.

* Doctor en Economía Universidad Paris 13.
   Publicado en Página12

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