viernes, 8 de abril de 2011

ZAFAR DE LA EMBOSCADA ATACANDO LA EMBOSCADA

Por  Enrique Masllorens*    

Cristina nos dice que sola no puede. No es que le falte coraje ni capacidad política. Nos habla de la necesidad de estrechar filas sin mezquindades, buscando el bien común sobre las apetencias personales o de cargos. 
Cuando en 2003 Néstor Kirchner aseguró que no iba a dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada, aun aquellos que lo seguíamos a él y a Cristina desde tiempo atrás, temimos que fuera otra de las frases tribuneras a las que nos tenían acostumbrados los presidentes anteriores. Porque con la democracia no se comió, no hubo revolución productiva, el uno a uno explotó y los que depositaron dólares cosecharon dolores y todos ellos nos defraudaron.
Además, el escenario seguía igual, ineluctable ya desde fines de 1975, potenciado por la dictadura cívico-militar y elevado a su máxima expresión con la imperdonable traición de Menem y Duhalde en los ’90. La alianza del radicalismo de De la Rúa y el progresismo ilustrado –ese neomenemismo de sacos azules y corbatas oscuras– terminaron sirviendo a Cavallo, Patricia Bullrich y López Murphy, con sus leyes antiobreras, su sumisión al FMI, el ajuste sin fin y sembrando de muertos las calles y las plazas de la Argentina.
La batalla cultural parecía irremediablemente perdida para el campo nacional y popular. En el imaginario colectivo sólo quedaba espacio para esperanzarse con modificar algunos términos de las relaciones de poder y de distribución, de reivindicación en términos de memoria, verdad y justicia de los años ominosos. Y en todo caso, yendo paso a paso, de a un tema por vez, midiendo los límites para traspasarlos de a poco. Nada podía ser modificado profundamente. Un horizonte de maquillajes más que de transformaciones. Ni las condiciones objetivas ni el grado de conciencia de la población aparecían como propicios para intentar dar saltos cualitativos y cuantitativos a favor de las mayorías.
Repasemos a grandes rasgos lo que nos decían y nos decíamos cuando se modificó la ignominiosa Corte Suprema menem-duhaldista, se derogaban los indultos, las leyes de Obediencia Debida y la “ley Banelco”, nos desprendíamos de la opresión de los organismos financieros internacionales, o cuando Néstor Kirchner enfrentó los abucheos de algunos nostálgicos procesistas en el Colegio Militar. Reconozcamos que pensamos que Néstor estaba loco o era demasiado audaz cuando ordenó al general Bendini –frente a todo el pueblo argentino– que descolgara los retratos de los reos Videla y Bignone. Y el sonsonete era siempre el mismo: ¿Por qué tiene que abrir tantos frentes a la vez? ¿Por qué no van más despacio? ¿No será peligroso? Y con Cristina todo se fue profundizando. Se plantó frente a la corporación patronal agraria para defender la soberanía alimentaria de los argentinos, a pesar de tener al pérfido Julio Cleto Cobos operando para destituirla; deshizo la corrupta trama de las jubilaciones privadas de justicia, devolviéndonos el manejo solidario de los fondos de los trabajadores; o la ley de matrimonio igualitario. Y consciente del poder nefasto del Grupo Clarín y cuando nadie –ni los que veníamos militando por una radiodifusión democrática– lo esperaba en un año electoral, elevó la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual a favor de una comunicación plural, popular, antimonopólica e inclusiva. El odio de los apropiadores de empresas e hijos se volvió brutal y despiadado.
Este ir por más, el “Nunca Menos” y dar siempre un paso más allá, proviene de una lógica política irrefutable, a la luz de los logros obtenidos. La situación de cerco y emboscada que veníamos soportando aquí y en toda la región, no permitían ni en lo fáctico ni en nuestra subjetividad imaginar salidas independientes y creativas. Es dable recurrir al conocimiento de los grandes estrategas, desde Sun Tzu y Von Clausewitz hasta el general vietnamita Giáp, y coincidir en que la única posibilidad de zafar de una emboscada es atacando la emboscada. No hacerlo es rendirse de antemano, bajar las banderas, dejar las convicciones en la puerta de la Casa Rosada. Hay en la definición de la palabra emboscada otro elemento singular del que se puede sacar provecho: “Ocultación de una o varias personas en parte retirada para atacar por sorpresa a otra u otras.” Y este ha sido otro de los beneficios de la estrategia, toda vez que pudimos poner nombre, apellido y cara a quienes estaban ocultos “en parte retirada”. Hemos podido descubrir a los titiriteros y desenmascarar a sus fantoches y peleles. La revelación del papel siniestro de Héctor Magnetto como articulador de todas las asechanzas antidemocráticas es un logro más de esa decisión de atacar la emboscada. Cualquier otra táctica lleva irremediablemente a la derrota, que es el camino que eligieron los otros gobiernos, por lo que ahora gran parte de la oposición pretende nuestra rendición y la vuelta atrás en el camino emprendido. Los asusta el desafío, son cómplices por acción u omisión de los enemigos, o como los definía Evita en Mi mensaje: “oligarcas, vendepatrias y farsantes (¡ya es hora de recuperar sin miedo palabras y definiciones claras!)”
Por eso hay que advertirles a los firmantes del documento redactado para congraciarse con Magnetto y para promover a Mauricio Macri, que lleva el pomposo título de “En defensa de la democracia”, que eso es precisamente lo que está haciendo el gobierno nacional y popular: promover el predominio del pueblo en el gobierno político y económico del Estado, sin otra tutela que la Constitución y los intereses de las mayorías. Más democracia, más soberanía política, más independencia económica, más justicia social. Y que se escuchen todas las voces, todas.
Cristina nos dice que sola no puede. No es que le falte coraje ni decisión militante o capacidad política y de conducción. Nos habla de la necesidad de estrechar filas sin mezquindades, buscando el bien común sobre las apetencias personales o de cargos. Esta es nuestra hora. La del “Nunca Menos” y el “vamos por más”. La de derribar muros para estar todos unidos. Y triunfar.

*Periodista
  Publicado en Tiempo Argentino

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