sábado, 6 de febrero de 2010

POLÍTICAS URBANAS

LA VIDA NO VALE NADA

Los obreros de la construcción son el último eslabón de una maquinaria que mueve una enorme cantidad de dinero, de la cual son ellos los que menos reciben y los que más dan para generarla. El desprecio por sus vidas de trabajadores es histórico, y la falta de alguna acción concreta y real que los proteja, expuestos como están en forma permanente a los riesgos que la actividad genera por sus características, lo confirma.
¿Dónde está la solidaridad con la que se llenan la boca los funcionarios en los discursos?. La primera reacción luego de cada “accidente” en una obra en construcción es salvar sus respectivos “pellejos”, marcando los supuestos límites de sus responsabilidades. Si el Reglamento no los obliga a cumplir con controles más estrictos y asiduos, entonces ¿no debieran entrar en acción esos mecanismos que se supone tenemos todos los seres humanos y que nos impulsan a proteger a los más débiles, a los más expuestos a riesgos salvables con simples medidas de prevención? La siguiente duda es casi obvia: ¿son humanos estos funcionarios que se escudan en las letras de un Reglamento a todas luces incompleto? ¿Qué defienden con sus actitudes burocráticas más propias de las ratas que se esconden en sus madrigueras? Seguro que la culpa final la termina teniendo la “falta de presupuesto” que, como sabemos, “depende de Dios”, no de quienes fueron electos o designados por éstos para administrarlo.
Tampoco ayuda mucho la falta de compromiso total y militante de los profesionales y sus respectivos Colegios con los controles más estrictos en sus obras para impedir más muertos en ellas. ¿Por qué, por ejemplo, no parar inmediatamente una obra cuando el profesional note la más mínima falta de elementos de seguridad? ¿Importan más los beneficios personales y corporativos que la vida de quienes con sus manos materializan sus ideas y proyectos? Para que hablar sobre la absoluta inutilidad de las “A.R.T”, empresas que solo tienen en cuenta sus rentabilidades, enormes y desproporcionadas con respecto a los beneficios que resultan de sus existencias.
Pero nada de todo esto sería posible sin una Sociedad que acepta pasivamente, con “naturalidad”, la muerte periódica de obreros de la construcción. Imposible esperar “cacerolazos” para defender la vida de esos “ciudadanos de segunda”, de los “negros”, de los “bolitas”, de los “paraguas”. Después de todo “si no se cuidan es su culpa”, dirán con su acostumbrado tono “paquete”. Además “siempre habrá otros pobres” que van a reemplazar a los que mueren por construir aquello que jamás podrán soñar siquiera en ocupar. Con el mismo desprecio que siempre se ha manifestado la clase media hacia los más pobres, así se dan las políticas desdeñosas del cuidado de sus vidas por un Gobierno Municipal que está decidido...... a continuar todo como está.
Arq. Roberto O. Marra

No hay comentarios:

Publicar un comentario