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La degradación moral es la expresión final de un proceso de continuas decisiones y acciones que afectan profundamente a nuestra sociedad. Se humilla a los más débiles, se envilecen las relaciones entre sectores sociales diferentes, se pervierten los valores éticos que hasta el momento se sostenían como fundamentos, se envician de poderes auto-otorgados quienes se asumen como líderes de ese proceso, se deshonra la historia y a sus protagonistas más trascendentes. Se destituyen de facto probadas autoridades morales, se postergan los requerimientos más básicos, se relegan a los que más sufren, cesan los derechos más elementales, se deponen actitudes de dignidad soberana, se exoneran a los delincuentes más obscenos.
La degradación moral es el cimiento de una nueva estructura social, que sus perversos ejecutantes intentan elevar sobre las ruinas de la anterior, a la que ellos mismos fueron derrumbando con la ayuda fundamental de un sistema educacional, comunicacional y judicial manipulado desde siempre por los dueños de todos los poderes reales, los que vienen decidiendo todo desde los inicios de nuestra nacionalidad. Esa nueva estructura la ayudan a construir sus mismas víctimas, poniendo cada “ladrillo” de expectativas insustanciales, adheridos con la argamasa de realidades fantasiosas de futuros imposibles. Nada importa, porque valen mucho más los convencimientos adosados a sus neuronas avasalladas por la pertinaz lluvia de falsedades, que las verdades de a puño que los pone contra la pared de las peores miserias humanas cada día.
Matizan sus incongruencias con la realidad, con simples elaboraciones aculturales, fantasías dignas de un Disney subdesarrollado, voluntariamente sometidos a los amos de sus pensamientos, que nunca serán propios, sino derivación de los elaborados en los “focus group” que los sostienen en ese limbo de absolutismos egocéntricos, fabricando odios, reproduciendo desprecios, asegurando pertenencias imposibles, abonando sus destinos de abismos insalvables.
La sociedad con anteojeras sigue hacia adelante, recibiendo a cada paso el latigazo del Poder Real que la mantiene en la línea que necesitan para asegurar sus preeminencias. Los siervos de esta inmensa estafa, son empujados hacia sus propias muertes cotidianas sin otra resistencia que las de las quejas individuales, prontamente acalladas con las amenazas de más padecimientos sumados al hambre cotidiano de sus hijos y la inseguridad mortal de sus mayores.
La mayoría de los dirigentes políticos que adversan de palabra esta situación, siguen su camino de luchas intestinas, malversando responsabilidades y aplastando ilusiones. Expresan sus antagonismos, discursean sus oposiciones, pero se acobardan ante el enemigo que los disgrega con la amoralidad de las prebendas y el “diálogo” de relaciones subvencionadas. Los pocos que quedan libres de tanta inmundicia politiquera, decantan sus verdades en una militancia desorientada por las idas y vueltas de los antagonismos superfluos y perniciosos que los divide y confunde.
Este es el proceso sufrido por la que fuera, hasta no hace mucho, nuestra Patria, ahora transformada en reducto de vanidades y perversiones de un grupo de tareas apátrida al servicio del imperio, constructor de una distopía oscura y avasallante. La palabra patriota ha dejado de honrar a los habitantes de esta nación degradada, para pasar a ser un estigma de los perseguidos por pretender sostener la verdad histórica y sus lógicas de desarrollo. Y el futuro, una imagen borrosa de las esperanzas desvanecidas en el camino hacia el cementerio de nuestra soberanía.
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