lunes, 10 de febrero de 2020

MIEDO MEDIÁTICO

Imagen de "Emaze"
Por Roberto Marra
Los medios suelen dar miedo. A través de sus tapas o sus pantallas, se las arreglan para asustar lo suficiente como para aquietar los espíritus rebeldes y sostenerlos en un estado de temor permanente a supuestos hechos o pensamientos que no son más que elucubraciones de esas fuentes inagotables del (des)conocimiento. Con mensajes sesgados e imágenes pavorosas, la cuestión es que, al menos, retrasan la comprensión de la realidad lo suficiente como para asegurar el triunfo de sus objetivos, siempre compatibles o congruentes con los del Poder Real, al que sirven o del que forman parte.
Se puede colegir, con certeza, que existen medios que no obran de esa manera ni comparten las metas con estos pasquines oprobiosos que predominan oligopólicamente. Pero la influencia de ellos nunca llega a compararse, por volúmen noticioso y cantidad de “bocas de expendio” de sus mensajes, con los hegemónicos. Además, dentro de sus ámbitos, se cuelan siempre algunos cómplices (por convicción o por imbecilidad) con aquellos poderosos dominantes, lo cual le agrega una cuota más de poder a quienes ya detentan demasiado.
Hay un factor agregado a toda esa influencia que logran los medios del poder, que es el lenguaje que utilizan, el cual resulta ser demasiado similar en todos ellos, lo que culmina en la lógica (y buscada) confusión de los lectores, oyente o televidentes, quienes terminan por no poder diferenciar demasiado entre unos y otros, sumando otro punto al dominio expreso de los dominadores de este tan especial “mercado” de la “verdad publicada”.
Las características de las voces radiales, las escenificaciones en la televisión o el diseño de las tapas de los diarios, son como fotocopias entre sí, buscando no perder la actualización “artística” que les permita la atención privilegiada del público, sin demasiados aditamentos propios que generen diferenciaciones reales entre cada uno de los medios. La uniformidad de los modos de comunicar, convierten a los periodistas en caretas variadas de un mismo mensaje, reproducido con poses más o menos similares, con voces impostadas por la fuerza de los diseños del lenguaje casi obligatorio, que se ultiliza para captar la atención y el reconocimiento, más de sus figuras que de los contenidos que emiten.
Particularmente odioso resulta el argot y las manifestaciones de la mayoría de los supuestos “especialistas” en noticias internacionales, utilizando esa estúpida cadencia inventada por la CNN, conteniendo las taras y las miserias informativas propias de las fuentes de las que extraen sus notas, siempre pertenecientes a la cadenas internacionales que favorecen o pertenecen a los intereses de las corporaciones financieras, o al imperio que las sustenta. A partir de allí, poco y nada de novedoso puede llegar a esperarse en esas noticias, simples ecos de las originadas por los interesados en mantener sus dominios económicos, sociales y políticos en todo el Planeta.
Los conductores de los programas televisivos, son otro ejemplo grotesco de estas formas de generación de pensamiento único. Predominan ahí las hipocresías más abyectas, donde la actuación suple a la espontaneidad y la mentira sobrevuela cada palabra emitida luego de pasar por el cedazo de las “cucarachas” que les obligan a no pensar por sí mismos, a frenar cualquier impulso por decir lo que les dicte sus conciencias, ya demasiado anuladas para que lleguen a poder solventar alguna palabra coherente con sus pensamientos.
Todos ellos están en función de inyectarnos miedo, pero son el resultado de sus propios miedos. Temor a perder el privilegio de sus famas de cartón pintado, inquietud ante la posibilidad de reacciones adversas de los anunciantes, susto frente al “mercado” de la palabra que los contiene en tanto parte de sus metas. Todo obra para sostener la miseria de sus mensajes, que los saben falsos o tergiversados, pero insoslayables para sus empobrecidas capacidades de reacción y sus autonegadas posiciones ideológicas.
Frente a tanta oscuridad informativa y semejante interés por atemorizar a la sociedad objeto de sus falsos devaneos, cabe preguntarse cuales son las alternativas para saltar esas vallas al conocimiento de la realidad. Y la primer respuesta será acabar con el miedo inducido por la acumulación de montañas de mentiras que no revisamos, de falsedades que damos por ciertas sin objetarlas, de sentencias sobre hechos que nunca sucedieron pero creemos haber visto, solo por observar sus maquiavélicas puestas en escenas mil veces repetidas.
Habrá que convertir a los medios de comunicación que intentan mostrar otras interpretaciones de los “veredictos inapelables”, en nuestras principales fuentes de información. Habrá que esforzarse en buscar en otras palabras las realidades negadas o mentidas por ese ejército de letras e imágenes que nos ultrajan cada día. Deberán abrirse las mentalidades apabulladas por el Poder y sus mendaces comunicadores, con el “alicate” que muerda y rompa la brutalidad programada para mantenernos inmersos en mundos paralelos a la verdad que podemos intuir, pero negamos por acostumbramiento. Estamos obligados, como Pueblo, a crear nuestra propia agenda, para no seguir amontonando sus excrementos verbales y así terminar con sus agravios y sus engaños. Y para transferirles a ellos el temor con el que nos condujeron siempre a la derrota.

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