Imagen de "El Prietito en el Arroz" |
Por
Roberto Marra
Muchas
veces (más de lo aconsejable) se suelen conceptualizar algunos
hechos cotidianos con denominaciones concluyentes, aun cuando no
posean una rigurosa vinculación con los términos utilizados para
definirlos. Pero hay otras veces en las que esas denominaciones
indican con claridad meridiana el significado de los acontecimientos
que se traten, porque interpretan con exactitud los valores (o
disvalores) que representan.
Las
“mafias”, como se puede suponer con facilidad, no son ya solo
esos cinematográficos grupos de enajenados que roban, trafican y
matan con la misma facilidad con la que respiran. Muy por encima de
esa capa inferior del delito mafioso, se encuentran los verdaderos
jefes de esas asociaciones delictivas, la mayor de las veces formando
parte de la dirección de “serias” empresas donde lavan los
dineros mal habidos y trascienden a la fama que los eleva en la
consideración social.
No
contentos con la “simple” conducción de semejantes conglomerados
empresariales, pasan entonces a la búsqueda de la imprescindible
acumulación del poder político que les permita manejar los estados
a sus antojos. Algunos de ellos, en forma directa o a través de
testaferros de sus mismas calañas, logran convertirse en parte o
líderes de gobiernos locales, provinciales o nacionales, con lo cual
van cerrando el círculo de impunidad que les resulta imperioso para
evitar caer en desgracia.
La
influencia seguirá su curso ascendente (o descendente, por su
concepto amoral), involucrando a jueces, fiscales y cortes, amén de
legisladores ávidos de riquezas espúrias y faltos absolutos a la
ética involucrada en la representatividad asumida. De ahí al
dominio del sistema de seguridad pública, o sea, de las fuerzas
supuestamente represoras de los delitos que ellos cometen a diario,
solo hay el paso de la compra de la complicidad de sus oficiales, a
quienes involucran en sus andanzas corruptas entretejiendo una red de
la que resulta muy difícil evadirse, salvo con la muerte.
Aunque
resulta evidente semejante estado de cosas, esos mismos personajes
asumidos como “nuestros representantes”, se vanaglorian de
“combatir el delito”, realizando puestas en escena de
confiscaciones de narcóticos varios y supuestas quemas de tales
drogas, publicitadas profusamente por la otra “pata” del negocio
de semejantes energúmenos: los medios de comunicación hegemónicos.
Cuando
aparecen, por obra y gracia de la voluntad popular, asqueada de tanta
mentira organizada y tanto desprecio por la vida, gobernantes que
poseen la tenacidad y la valentía para encarar la limpieza de
semejante estado de cosas, el Poder Real, ese del cual participan con
certeza los mafiosos en cuestión, desatará una andanada de ataques
mediáticos, judiciales y fácticos, que serán la base de un
deterioro rápido en la consideración de la ciudadanía, para volver
a confundirla con los viejos rostros de los cómplices que obrarán
de mascarones de proa para regresar a la situación que necesitan,
para dar rienda suelta a sus peores fechorías.
La
lógica receta de saber comunicar la realidad vuelve a presentarse
como el mejor escudo que nos proteja de semejantes oprobios. El
conocimiento de la verdad, tamizada por los ideales de justicia
social y soberanía popular, será el principal arma con el cual
intentar vencer a semejante enemigo mortal. Pero cada nueva
oportunidad conquistada deberá ser sostenida por la fuerza de la
unidad popular, la conciencia del poder del enemigo al que se
enfrenta y el deseo unívoco de terminar con esas mafias reales
enquistadas en cada rincón de nuestras instituciones, hasta hacerlas
añicos, derrumbando sus “imperios” maléficos construidos con la
sangre de los empobrecidos por sus planes de ajustes eternos y sus
alianzas con entidades supranacionales, también mafiosas.
Tal
vez entonces, acabadas las ventajas financieras de los “padrinos”,
dominados sus sicarios y separados de las conducciones estratégicas
de los poderes institucionales del Estado sus testaferros, pueda
comenzar una etapa donde la muerte no nos espere a la vuelta de cada
esquina.
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