Imagen de "Atrapacredito" |
Por
Roberto Marra
La
escuela le ha enseñado, a varias generaciones de argentinos, una
historia tergiversada, preparada básicamente para aceptar el
sometimiento social de poderosos sobre débiles. Se alababan (y
todavía se hace) a figuras a las cuales se las hace venerar como si
fueran “pro-hombres”, cuando se trata de los originales
portadores de los peores estigmas antisociales y xenófobos, esos que
nos terminarán convirtiendo en mansos reproductores de conductas
insolidarias y sumisas actitudes ante el “amo” imperial de turno.
Son
ellos, además, los generadores de falsos paradigmas economicistas
que atraviesan todos los supuestos “análisis” que se escuchan
sobre los temas financieros y macro-económicos, construídos con
“certezas” elaboradas desde los “tanques de pensamiento”
ubicados en las naciones que de verdad deciden sobre las finanzas
mundiales, que necesitan la pasiva actitud mayoritaria sobre sus
afirmaciones que, aunque lejos de la realidad, sirven para conservar
el satus quo de las corporaciones a las que sirven y que dominan el
aparato financiero global.
Para
lograr el sometimiento a sus “modelos de desarrollo”, se valen de
elaboraciones teóricas derivadas de interpretaciones maquiavélicas
de la sociedad y sus necesidades, entre las cuales surgen
determinadas cifras o parámetros, que tienen como objeto explicar
estados de situación económica y empujar supuestas “soluciones”
a los aparentes problemas generados, en apariencia, por la aplicación
de “recetas” contrarias a la “verdad revelada” de los
estudiosos financistas del Poder.
Entre
la parafernalia de datos de los que se sirven para gestar dudas sobre
los planes de los gobiernos que no les son afines a sus intereses,
están el “riesgo país” y “las respuestas de los mercados”.
Peligrosísimas cifras se enmarcarán en pantallas rojas que anuncian
el destino fatal de la Nación, por culpa de la aplicación de
políticas que no respondan a lo requerido por los “dueños” de
la economía. Números centelleantes nos avisarán del inminente
colapso financiero, y sesudos comentaristas nos avisarán de las
opiniones del “mercado” ante semejante acontecimiento numeral.
Estas
paparruchadas y otras de semejantes intenciones retardatarias o
anulatorias de los procesos de orientaciones distributivas más
justas, vienen siendo propagadas desde los centros de poder que solo
se interesan por sus exultantes ganancias, antes que la del
desarrollo productivo y social que pudiera surgir de relaciones más
equitativas entre los sectores que participan en la generación de
bienes y riquezas del País.
Acostumbrados
a asegurar lo inexistente, a fijar lo nunca comprobado como verdad
absoluta, a generar miedo e incertidumbre entre la población
pérfidamente convertida en ignorante, atacan con esas “espadas”
numerarias a los gobiernos que no se arrodillan ante sus amenazas.
Dan mazazos de probables futuros catastróficos para asegurarse
sentimientos negativos de los ciudadanos. Nos reducen a simples
reproductores de sus números inventados para la ocasión, hablando
de “los mercados” como si se tratara de seres vivos que
“reaccionan” ante las adversidades financieras para sus
integrantes. Son, en todos los casos, ilustres desconocidos, ocultos
personajes detrás de las bambalinas televisivas, gurúes fantasmales
que solo anuncian desgracias para los pueblos si no se aceptan sus
pérfidas recetas.
Las
variables económicas y financieras son, para ellos, simples
herramientas de sumisión. Sus supuestos “eruditos” en la
materia, no son más que aprendices de brujos preparando pócimas de
venganzas contra los pobres que sus fórmulas generan, llenando vasos
que nunca derraman, pero hieren de muerte a la sociedad. Desmantelan
sueños y esperanzas con la brutalidad de los perversos que son.
Destilan sus venenos ante la vista de todos, con la impunidad que les
otorgan sus dádivas bien distribuídas entre los traidores.
Profundizan las injusticias a sabiendas de los horrendos resultados
que sobrevendrán. Alteran la naturaleza y degeneran sus virtudes
sostenedoras de la vida para apurar la acumulación inaudita de
fortunas obscenas.
Pretenden
enterrar las rebeliones, aplastar las ilusiones de felicidades
negadas por sus malditas prescripciones, asegurar un destino
oprobioso para las mayorías que buscan asomarse a la vida digna.
Necesitan del analfabetismo histórico para crear una “raza” de
imbecilizados, dispuesta a aceptar sus mandatos sin oponerse.
Pero
la eternidad de sus manejos oscurantistas no podrá ser. Sus números
falsificados y sus famosos “mercados” serán, algún día,
definitivamente derrotados. Los pueblos buscarán, como el agua en
las praderas, encontrar el curso hacia la grandeza merecida,
construyendo diques definitivos a tanta felonía idealizada,
transformando la esperanza en la realidad postergada por dos siglos.
Haciendo, por fin, Justicia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario