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Hay
conceptos que, no por ser demasiado utilizados, dejan de tener valor
ni sentido. Hay expresiones que suelen ser repetidas como consignas,
a veces con convencimiento y otras por especulación. Hay
definiciones que colocan a quienes las dicen en situaciones de
imposible evasión de sus significados si no cumplen con lo que
indican esas manifestaciones.
La
“justicia social” es uno de esos conceptos tan usados. Casi nadie
se priva de hacerlo, aunque no siempre coincidan en su significado.
Incluso quienes promueven la injusticia real en la sociedad, se dan
el lujo de mencionarla en sus falsías discursivas.
Son
dos palabras que dan fundamento a una posición ideológica
trascendente, que diferencia con claridad las características que se
promueven para el desarrollo de una sociedad. Es una posición
tajante que determina el lado de la disputa en que se sitúa quien la
dice.
En
nuestro País, fue el peronismo que le terminó de dar trascendencia
a esta expresión, incluyéndola como una de sus tres “banderas”
fundantes, que se completan con la “soberanía política” y la
“independencia económica”. No es caprichoso, entonces, que la
doctrina que sostiene esa corriente política se llame
“justicialismo”.
Quien
acceda a las bases que definen esos conceptos, tendrá una idea clara
de la orientación que deberán tener las acciones que se pretendan
impulsar y ejecutar, como así también (fundamentalmente) de lo que
no se debe hacer, para cumplir con ellos.
Partiendo
de esa base, poco es lo que se podrá encontrar de defensores de la
justicia social en los senadores y diputados, que dicen ser lo que
sus manos desmienten cuando las levantan para aprobar las peores
conculcaciones de derechos a los trabajadores. Sus acciones los
transforman en cómplices de los enemigos del Pueblo, al que no solo
entregan a un destino miserable, sino que lo hacen en nombre de lo
que jamás fueron ni serán.
Con
la payasesca farsa de la “gobernabilidad”, dan pie a las peores
consecuencias y los más dramáticos futuros. No es que se equivocan
ahora. Lo hicieron mucho antes, mintiendo pertenencias que no sienten
para lograr cargos que no merecen. Atrapados en la telaraña del
Poder, solo responderán ante él, antes que a quienes les otorgaron
el mandato.
El
honor y la responsabilidad han pasado a mejor vida. Las bases
doctrinarias solo parecen ser consignas vacías para momentos
electorales. Y los verdaderos defensores de esas banderas originales,
son obligados a transitar los pasillos de tribunales donde la
Justicia del Derecho, igual que la social, brilla por su ausencia.
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