Las transformaciones producidas en los
últimos años, recuperando valores democráticos y en especial de Derechos
Humanos, nos lleva naturalmente a reivindicar la importancia de la
Asamblea del Año XIII, cuya inauguración se produjo el 31 de enero de
ese año. En la vieja leyenda escolar se la mencionó como un hecho más,
al pasar, y aún hoy, muchos historiadores no la articulan a los
acontecimientos anteriores que la hicieron posible. Sin embargo, sus
resoluciones –mediatizadas, a veces– significan lisa y llanamente el
conjunto de medidas que conforman los aspectos centrales del programa de
la Revolución de Mayo. Más aun, implican la concreción de las banderas
del morenismo, enarboladas en ese momento por quienes habían sido los
compañeros del secretario de la Junta muerto –envenenado, más bien– el 4
de marzo de 1811, en alta mar.
El mitrismo, en su afán de legitimar nuestra dependencia respecto a Gran
Bretaña, pretendió que el programa de los hombres de Mayo era el
comercio libre –o como diría mucho después el "Innombrable"– "la
apertura al mundo". El revisionismo rosista, por su parte –en general–
intentó depurar a la revolución de todo contenido revolucionario
exaltando a Saavedra y hasta hubo quienes añoraron la colonia y la
tradición, siguiendo las añoranzas de Anchorena, así como quienes
prefirieron no profundizar el tema pues la Asamblea expresaba el regreso
de los agitadores de la plaza de aquel glorioso 25 de mayo. Hoy es
posible acercarse a este acontecimiento de una manera más fundamentada y
ello exige un breve recorrido por los antecedentes.
Triunfante la Revolución en Mayo de 1810, a consecuencia del
protagonismo popular y el fervor democrático del Moreno del Plan de
Operaciones, secundado por Belgrano y Castelli, así como por French,
Donado, Larrea, López y Planes, Vieytes, Argerich y otros, vinieron
luego, el 5 y 6 de abril de 1811, los hombres "de peso y de pesos"
–según los califica Vicente Fidel López– eliminando del poder a los
morenistas y desterrándolos. Más tarde, en septiembre de 1811, la
aparición de Rivadavia y García como mentores del Primer Triunvirato
completó el golpe contrarrevolucionario. Monteagudo se lamentaba,
entonces, en su periódico que la gran revolución había sido derrotada.
Pero el 8 de octubre de 1812 regresó el morenismo. San Martín y Alvear
(hombres de la Logia) al mando de tropa y las manifestaciones populares
de los morenistas que regresaban ahora bajo el nombre de Sociedad
Patriótica derrocó al Primer Triunvirato. Con el Segundo Triunvirato (
Nicolás Rodríguez Peña, Antonio Álvarez Jonte y Juan José Paso),
reaparecieron los hombres de la revolución democrática del 25 (pero ya
muertos Moreno y el cura Alberti, agonizando Castelli y Belgrano muy
lejos en el norte) intentando retomar las banderas de Mayo. Por eso,
convocan a la Asamblea XIII y por eso, ella sanciona varios de aquellos
objetivos del año X.
Los hombres que la integran provienen, en su casi totalidad del
morenismo y se expresan en dos columnas: la Sociedad Patriótica,
dirigida por Monteagudo, como organización de superficie y la Logia,
donde predominan San Martín y Alvear, como organismo clandestino (es
decir, los restos del morenismo de Buenos Aires y los logistas de los
Caballeros Racionales de Cádiz que han arribado en 1811).
El 31 de enero de 1813 comienza a sesionar la Asamblea y las medidas
adoptadas responden a la naturaleza democrática de la revolución de
1810. Entre ellas, cabe destacar: a) "La libertad de vientres" que
declara libres a los hijos de esclavos nacidos a partir de ese momento,
porque "la naturaleza no ha formado esclavos sino hombres" que se "han
dividido en opresores y oprimidos", situación que debe ser corregida; b)
"La extinción de todo tributo" sobre las comunidades originarias,
teniéndolos "por perfectamente libres" y "en igualdad de derechos",
concluyendo así con la vieja explotación; c) "La anulación de los
emblemas nobiliarios en las fachadas de las casas" y "la extinción de
todos los títulos de condes, marqueses y barones" porque, como diría
Artigas, "hay que terminar con esos privilegios que nacen de la cuna",
d) "La abolición de la Inquisición y la prohibición del detestable uso
de los tormentos", decidiéndose la destrucción de todos los instrumentos
de tortura en la plaza pública; e) La sanción de "obligaciones fiscales
establecidas de modo progresivo en función de los ingresos percibidos",
así como "la aplicación de empréstitos forzosos a los capitalistas para
cubrir las necesidades del Estado" retomando parcialmente el Plan de
Operaciones ; f) "Asegurar la más amplia libertad de pensamiento en
materia civil y religiosa", así como de libertad de prensa; g)
"Cumplimiento de las obligaciones fiscales por parte de los prelados que
adeudan crecidas sumas" poniendo fin a uno de los privilegios de la
jerarquía eclesiástica; h) "Obligación de bautizar a los niños con agua
templada para evitar los espasmos que producen los bautismos lo cual se
vienen realizando con agua fría" y traspaso de "las casas hospitalarias,
en poder de la Iglesia, a manos seculares"; i) Reconocimiento a todos
los americanos españoles, mestizos, cholos, indios y demás hombres
libres para elegir representantes de las provincias libres de Charcas,
Potosí, Cochabamba y La Paz, evidenciando el interés por incorporar a
los pueblos originarios del norte.
En relación a la declaración de la independencia, en cambio, prepondera
en la Asamblea el criterio de no declararla (obsérvese que en 1812,
España ha dictado la constitución de las Cortes de Cádiz, en la cual no
se reconocen colonias y más aun, intervienen diputados americanos). Sólo
se decide que los funcionarios no juren por Fernando VII, como hasta
ahora, se ordena preparar una marcha patriótica y que en el sello de la
Asamblea aparezca un escudo. Ni independencia ni bandera, que nacerán en
1816 después que la contrarrevolución triunfe en España y se reinstaure
la monarquía, con fuerte represión hacia los sectores democráticos,
momento en el cual se hace necesaria la separación para no caer de nuevo
en la sumisión colonial al absolutismo.
La Asamblea es, pues, un mojón importante en nuestra marcha hacia la
libertad, pero no puede ignorarse que estos hombres del XIII eran
"morenistas sin Moreno" y también sin Castelli ni Belgrano y ello
explica dos puntos negros en su historia: 1) el rechazo a la
incorporación de los diputados artiguistas, entre cuyas instrucciones
figuraba que Buenos Aires no fuese capital ni puerto único y se
declarase la independencia, diputados que habrían estado en connivencia
con San Martín dejando en minoría a los alvearistas y 2) la
interferencia de un hombre estrechamente ligado a los intereses
ingleses, Manuel José García, quien propone que "los inmensos depósitos
de plata u oro que contienen estas cordilleras deben quedar abiertos
para cuantos hombres quieran venir a extraerlas desde todos los puntos
del globo y sin ninguna clase de restricciones". Allí mismo, en el seno
de la revolución, cuando recuperaba el rumbo perdido, aparecían ya los
que bien podríamos denominar "fondos buitre" de la época, pues este
mismo García sería, años después, junto con Rivadavia, el artífice del
empréstito Baring Brothers que dio origen a nuestra deuda externa.
La historia parece complacerse siempre en estas contradicciones –quizás
para acostumbrarnos a analizar la política dialécticamente, con espíritu
crítico–, que permite corregir errores y reforzar nuestras fuerzas ante
la contrarrevolución siempre acechante. Enseña también que esa
infiltración imperial no le quita a la Asamblea del año XIII su
importancia. Las contradicciones explican, eso sí, que este morenismo se
halla en declinación y por eso carecerá de fuerzas para oponerse a la
política del director supremo, en 1817 cuando favorece el ingreso de los
portugueses a la Banda Oriental para acabar con Artigas: allí, French,
Pancho Planes, Manuel Moreno y Dorrego serán el último resplandor del
Mayo revolucionario y por eso irán camino al destierro, mientras la
burguesía anglocriolla se apodera del poder en 1821 para concretar lo
que los mitristas llaman "la feliz experiencia rivadaviana", es decir,
"la feliz experiencia británica" de la libre importación, los bancos
privados, los consorcios con el capital extranjero y el endeudamiento
externo.
Pero la revolución continúa entonces en manos de San Martín construyendo
el ejército latinoamericano que cruzará los andes con bandera de la
Patria Grande, detrás del proyecto de la América Latina libre y unida
por el cual luchamos en estos días.
*Publicado en Tiempo Argentino
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