Con un grado de cinismo y soberbia que asustan, el ¿Doctor? Binner, Gobernador "socialista"de la Provincia de Santa Fe, reducto de la más fenomenal y avasallante invasión sojera que pueda haberse siquiera imaginado, al advertírsele los posibles peligros de la utilización de tantos productos tóxicos en la “fabricación” de “alimentos”, sólo se preocupa por el aumento cuantitativo de la producción, diciendo que se necesita “para alimentar a la humanidad”... ¿Qué humanidad? Porque si seguimos con el crecimiento exponencial en la utilización de agroquímicos, con cada vez mayores toxicidades (aunque Binner y otros sostengan que no lo son tanto), no va quedar humanidad. Cabe una duda, tal vez exagerada, pero no imposible: ¿No será tal vez esa la intención última (eliminar población) de los poderosos grupos económicos que se han quedado con el negocio mundial de la producción de alimentos?
Defienden a rajatabla a los Monsanto, los Syngenta, los Bayer y otras corporaciones por el estilo. Claro que lo hacen con expresiones de tener cuidado en las aplicaciones de los venenos permitidos, acompañados siempre por los directivos de las elitistas entidades “del campo”, otros defensores a muerte de estos sistemas degradantes no sólo de la tierra, el agua y el aire, sino de la propia vida de todos los habitantes. Y por supuesto que esto será negado hasta el hartazgo y, por el contrario, seremos denostados quienes nos atrevamos a advertir el destino desgraciado al que nos conducen inexorablemente. Lo mismo sucedió cuando se advertía del peligro del DDT. Cuarenta años más tarde, se ha comprobado la presencia de rastros de ese veneno en leche materna de mujeres que han tenido contacto en su niñez con él.
Pero parece que nada importa si de ganar más dinero se trata. ¿Bebes con deformaciones? ¿A quien le importa? ¿Cánceres? ¿Quién lo asegura? ¿Leche materna con residuos de agrotóxicos? ¿No serán daños colaterales soportables? ¿Científicos demostrando las toxicidades? Bueno, pero no está demostrado ciento por ciento... ¿Precaución? Para eso están las leyes, que nos aseguran que se fumigue a no menos de ¡300 metros! ¡¡Tan ridículo que basta con decir que se han establecido restos de agroquímicos en Groenlandia que habían sido aplicados en Europa!!
Las respuestas siempre son las mismas: “no está demostrado que los agroquímicos sean tóxicos si se los utiliza correctamente”. Eso es lo ridículo e irracional: usarlo primero hasta que se demuestre que no es peligroso, cuando hasta un niño puede darse cuenta que primero hay que investigar los posibles daños y después recién permitirlo, si se comprueba su inocuidad ambiental y humana.
Pretenden convencernos que tomemos veneno para alimentarnos, que saludemos a los aviones que nos fumigan en la cabeza, que veamos con júbilo las altas cifras de rindes en base a las enormes cantidades de productos químicos esparcidos, que observemos con simpatía la pérdida de la biodiversidad, palabra muy usada pero no siempre entendida como lo que verdaderamente representa: entender la vida sólo siendo parte de un sistema integrado por la totalidad de la flora y la fauna, y no a costa de algunas especies que maten a otras por “selección artificial”.
Cabe advertir que en realidad la fenomenal producción de soja (transgénica) que tiene nuestro País es en su casi totalidad exportada a China y Europa con el fin de alimentar a sus animales. Este proceso les ha permitido a esos Estados solucionar el problema de la “vaca loca” por un lado, y la utilización de sus tierras (escasas) para la producción de granos para la alimentación humana segura (la de ellos). Mientras tanto aquí, en Argentina, un País con tanta extensión territorial, se utilizan ridículamente los feed lots para la producción de carne, anulando la enorme ventaja de la cría a campo, fuente de las mejores calidades de nuestras carnes, provocando artificialmente la necesidad de sistemas degradantes de la calidad y la seguridad alimentaria, para poder extender la frontera agrícola de...la soja.
Aseguran sin ruborizarse que no existe la posibilidad de alimentar a la población mundial si no se utilizan estos sistemas “agroindustriales”. Demás está decir que van a desmentirlo, pero se han realizado verdaderos estudios y muy serios (por el tamaño de las muestras y la diversidad de sitios en el planeta donde se ha investigado) que permiten asegurar que la producción agroecológica permitiría los mismos niveles de producción actuales aún sólo con la utilización de las mismas cantidades de tierras. Pero con una salvedad: se necesita más mano de obra, más trabajadores, menos concentración de tierras, mayor diversidad de semillas. Justo lo que odian los actuales dueños de la alimentación planetaria, porque de esa manera ya no se los necesitaría, ni a sus semillas transgénicas ni a sus venenos colaterales. Si de impedir tanta muerte y pérdida de naturaleza se trata, nada mejor que tomar conciencia de esto, hacerse cargo de que en realidad somos temporales custodios de un Planeta que unos pocos, pretenciosos herederos de Dios, han secuestrado con el único fin de aumentar sus poderes y riquezas.
*Arquitecto, Ambientalista
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