Por Walter Paz*
A pesar de los anuncios, de los intentos, de algún exabrupto “símbolo de la firmeza” del presidente Obama, al día de hoy continúa manando petróleo desde las profundidades del Golfo de México. Pero eso no es nada, el otro y nuevo problema casi inmensurable es la cantidad de producto dispersante que estuvo y está utilizando British Petroleum para palear la situación.
Los dispersantes no son más que productos químicos que se usan en estos casos; el efecto es impedir la formación de una masa compacta de crudo que se extiende como una mancha y se mueve en bloque, entonces la fracciona en pequeñas porciones, a veces incluso hace que esos fragmentos se decanten al fondo del océano. Pero en la realidad el crudo permanece y solo va a desaparecer por evaporación o por asimilación de la naturaleza durante quién sabe cuántos siglos.
El otro tema es también que nadie sabe a ciencia cierta qué consecuencias puede traer aparejado el uso de semejantes cantidades de este químico, hasta ahora 1.500.000 de litros, para colmo quienes fabrican este tipo de producto no son más que las mismas petroleras, entre ellas BP. El común de la gente no tiene acceso a información confiable sobre estos químicos. Hoy el Golfo de México se está transformando en un gigantesco laboratorio y vamos a ver qué sale de todo ese menjunje. Peor todavía, a pesar del daño que se está ocasionando y lejos de ponerse colorado, un representante de BP frente a la requisitoria periodística acerca de que el Estado de Louisiana es un gran productor de camarones de calidad, respondió que no había que preocuparse porque ese Estado no es el único productor de camarones. Entonces, muchos ambientalistas están barajando la posibilidad de comenzar un boicót a BP, porque tampoco es la única que produce combustibles.
Otro tema. Durante el partido despedida de la selección argentina de fútbol enfrentando a la selección canadiense y que se jugara en Bs. As., la titular de Abuelas de Plaza de Mayo Estela de Carlotto fue motivo de apoyo de nuestra selección por su candidatura al Premio Nobel de la Paz con un enorme cartel. Esa imagen no fue publicada por ningún medio, salvo contadas y modestas excepciones. Pero luego de eso, Carlotto partió a Sudáfrica, entre otras cosas, a entrevistarse con Nelson Mandela, uno de los últimos dinosaurios, uno de los últimos conductores nacionales, de la talla de Perón, de Mao, de Kohmeini, de Ho Chi Min, etc.
Mandela recibió el Premio Nobel de la Paz en 1993 en reconocimiento a su resistencia, su lucha pacífica contra un sistema de opresión, el apartheid. Sudáfrica también vivió y sufrió desde la década del ´60 una violación constante y sistemática de los DD. HH. Cuando se terminó ese régimen, las organizaciones políticas negras incluso algunas blancas y la sociedad en general, exigió justicia frente a los crímenes cometidos durante tantos años.
Hubo una transición negociada por las principales fuerzas políticas, y obvio que desde los sectores blancos se trató de torcer la situación hacia una amnistía generalizada cosa que no lograron. Nació entonces la Comisión de la Verdad y Reconciliación, fue presidida por el premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu un sacerdote negro y militante contra el apartheid, y es una de las claves de vuelta de la transición sudafricana, en realidad no es más que el resultado de una voluntad política de reconciliación y un largo proceso de negociaciones iniciado aquel febrero de 1990 cuando terminó ese régimen.
La CVR convocó a una profunda reflexión y a un sincero arrepentimiento, entonces se realizaban comisiones en distintas ciudades y pueblitos en las que las víctimas exponían cuáles habían sido sus padecimientos y, muchas veces, los victimarios confesaban públicamente lo que habían protagonizado, incluso frente a frente, víctimas y victimarios. Esa exposición pública hizo que toda una serie de Pueblos dentro de Sudáfrica se reconocieran, secaran sus trapitos al sol, se miraran a los ojos. Todo esto fue transmitido por TV, y se vieron escenas de gran emoción, de mucha tensión, y la CVR otorgó en varias oportunidades la amnistía, para ello la condición era la confesión total y pública con lujo de detalles de los crímenes cometidos.
El accionar de la CVR no sólo se limitó a enmarcar las exposiciones públicas de las confesiones de aquellos que habían cometido atrocidades, sino que también creo un ámbito de recuperación para las víctimas, y una tercera instancia, la reparación material para las víctimas La verdad expuesta ofreció situaciones de catarsis colectiva con momentos de extraordinaria emoción a la vista de la Comisión. Este método o esta forma completamente original de afrontar los crímenes de un sector de la sociedad fue posible dada la gran religiosidad de la gente y la participación comprometida de varias Iglesias.
Las reparaciones monetarias han llegado en casos puntuales, pero existe en gran parte de la sociedad negra el concepto de que la mejor reparación material es la redistribución de la riqueza. El debate público y político, y el proceso de la CVR llevaron a la sociedad a un estadio inimaginable años atrás. Un estadio de conocimiento, de cierta contrición y de convencimiento de que para construir el país todo el mundo es necesario y hace falta un cierto entendimiento mutuo, no ideal, pero sí mínimo. Puede ser que la CVR era un proceso necesario pero no suficiente y que el punto final moral del apartheid no se logrará hasta que las desigualdades económicas desaparezcan, no sólo ante la ley, sino en la cotidianeidad del Pueblo sudafricano.
La Comisión no cierra moralmente el apartheid, pero abre la posibilidad de un ideal de reconciliación conseguido a través de una verdad que quema. Aún queda un largo camino por recorrer. En 2001 algunas encuestas decían que, el 77 por ciento de la población negra aprobaba la tarea de la CVR, por un 36 por ciento de los blancos. En 2003, el 70 por ciento de los blancos reconocían que el apartheid era un crimen contra la humanidad y el 77 por ciento de sudafricanos afirmaba querer pasar la página y mirar hacia el futuro.
Lo cierto es que hasta ahora ningún país ha interpelado tanto a su población como la nueva República de Sudáfrica. Y lo hizo a partir de las vicisitudes de un cuerpo oficial, semijudicial, que para conseguir un imposible pidió un acto de fe al que buena parte de la población decidió sumarse. El tiempo transcurrido es poco apenas 20 años, pero la decisión fue firme y partía de una lógica bien sintetizada por el otro Premio Nobel Desmond Tutu: la verdad duele pero el olvido, mata.
*Columnista del Programa Sudestada,
emitido por Radio Nacional Rosario, AM1300, sábados de 7 a 9.30 hs.
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