martes, 20 de abril de 2021

"COSTO POLÍTICO"

Imagen de "4 vientos"
Por Roberto Marra

Los precios que pagamos por los productos que consumimos, están siempre atravesados por la especulación. Productores, transportistas, industriales, distribuidores y comerciantes, forman parte de una cadena de acceso a los bienes de cualquier tipo que, por la concentración de los grandes dominadores en cada rubro, generan las notables diferencias entre los costos reales y los precios que se terminan pagando. Las corporaciones mantienen escondidos bajo siete llaves sus costos, les retacean esos datos al Estado que intente controlar esas variables fundamentales para desactivar el modo especulativo que redunda en aumentos inflacionarios incoherentes con la realidad productiva y, más todavía, con las posibilidades de los consumidores.

Tal como en esos ámbitos relacionados con el consumo cotidiano, la política está atravesada por un fenómeno similar. Costos y precios son palabras también utilizadas en el entorno especulativo de tan noble ciencia social. Pero la palabra “especular” tiene acepciones diferentes; la una vinculada a maniobras destinadas al beneficio económico exclusivo de quien la ejerce, y la otra a la acción relacionada a la reflexión conjetural, a la deducción previa frente a lo que se intente emprender en determinadas situaciones.

Cuando la política está atravesada por el primer concepto, su destino estará signado por el tráfico de influencias, el lucro personal o de grupo, la “venta” de la ideología al mejor postor (que siempre es el peor). Esa descomposición de la naturaleza originaria de la idea misma de política, ha terminado atravesando el lenguaje utilizado para referirse a las relaciones entre distintos actores políticos y también con el Pueblo.

Entonces hace su aparición la repetida frase “costo político”, refiriéndose a las desventajas de tomar determinadas decisiones por parte de cualquier actor politico, especulando con las afectaciones que pudieran surgir para los futuros momentos electorales en los que pueda o deba participar. Y, tal como sucede en el tema comercial, el “precio” que terminen pagando los ciudadanos se margina de las especulaciones.

Al igual que cuando nos venden un kilo de tomates, prevalece la intencionalidad de ganar a cualquier costo, incluso el de no poder acceder a comer el ansiado y necesario alimento. Teóricos de la miserabilización de la política, exhiben sus supuestos conocimientos ante las pantallas de la especulación permanente, para convencernos de la “necesidad” de no pagar el “costo político” por parte de un gobernante por tomar una decisión determinada. Para peor, deducen lo mismo muchos supuestos adherentes a la ideología del gobernante en cuestión, con lo cual se cierra el círculo de la teoría comercializante de la política.

A la hora de decidir, un auténtico representante del Pueblo debe pensar en la razón que lo llevó a asumir tal cargo. Debe reflexionar sobre las ansiedades populares que no pueden especular con el hambre que padecen. Necesita deducir ventajas y desventajas sociales de sus inminentes determinaciones. Está obligado a conjeturar sobre los escenarios probables donde se desarrollarán las medidas que plantee. Se trata de una acción de planificación de sus acciones, donde los supuestos “costos políticos”, no son otra cosa que parte de la argamasa con la que se erige el muro de la conciencia que, imprescindiblemente, debe sostener cada uno de sus actos.

No son tiempos para pusilánimes los que corren. No es una época fácil para asumir la conducción de una Nación o una jurisdicción menor. Y aún sabiendo que los que los que sólo piensan en términos de “ganar-perder” harán lo imposible para impedir que se modifiquen las estructuras de un Poder que se niega a ser invadido por la razón, será necesario asumir la responsabiliad sin temor alguno a esas especulaciones degradantes del sentido ético de la política. Para que el costo de la historia lo asuman quienes siempre nos la han hecho pagar, al precio de nuestras vidas.

 

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