martes, 13 de abril de 2021

OTRA DERROTA

Por Roberto Marra

La más clara demostración de que las “medias tintas” no podrán ser nunca la manera en que se puede vencer a los enemigos, es la elección de Presidente en Ecuador. El triunfo de un banquero neoliberal, complicado en fraudes al Estado en anteriores gestiones, socio político del ridículo personaje que por cuatro años ejerció la Presidencia en ese país, a quien acompañó en sus peores medidas económicas antisociales, deja ver la imposibilidad de desplazar del poder a estos poderosos “señores” si no es por la definición tajante sobre los temas que acucian a la población.

La ceguera política es una de las epidemias que no se transmiten por virus (a no ser que sean informáticos) que ha permitido, en nuestros países, mantener atada a la ciudadanía al carro de la mentira programada. La ignorancia es la fábrica de votos negativos para el Pueblo que mejores “productos” generan para el Poder. La brutalidad, su peor versión, es la base del desprecio a las personas que intentan manifestar la existencia de una posibilidad de cambiar el estado de las cosas y el modo de alcanzarla. Pero, como en todas los hechos sociales, la culpa no es sólo del chancho, sino de quienes le dan de comer.

Que un pobre espécimen humano como Duran Barba logre instalar figuras del talante del tal Lasso, como antes lo hiciera por aquí con el fraudulento bailarín de cumbias, es muestra de que, por nuestro lado, algo no se está haciendo bien. Una de esas cosas, es la forma de comunicar las propuestas, los modos de relacionar la realidad soportada por el Pueblo con las salidas que se planteen y los métodos mediante los cuales se ejercerán los actos que hagan probable tamaños objetivos.

No es que no tuvieran éxitos para mostrar los integrantes del sector que encabezaba Araus. Pero esos hechos palpables, visibles y conocidos por los ciudadanos, lograron ser estigmatizados (como aquí lo hicieron con lo realizado por Néstor y Cristina) mediante la elaboración de un “relato” denostante de Correa, un líder de impecable paso por el manejo del Estado, generador del más importante avance infraestructural y social de su Nación.

Empujado aquel Presidente al foso de los martirios mediáticos permanentes, fabricada una mentirosa irrealidad por los poderosos de siempre, cómplices de cuanta desgracia haya sufrido el Ecuador en su historia, la ciudadanía enfrentó un proceso electoral repleto de zancadillas para el candidato “correísta”, que parece haberlo atemorizado a la hora de mostrar con fuerza sus propuestas. Al intentar conformar a todos los sectores sociales, terminó por mantener sólo la fidelidad de quienes suman, a sus necesidades insatisfechas, la conciencia de aquellos tiempos de la Revolución Ciudadana que supieron comprender.

La pérdida de una elección como esta, aún cuando parezca lejana, no es un hecho más. Es un nuevo retroceso en la vida de los pueblos de Nuestra América. Retroceso que se pagará con las vidas de quienes para el Poder son simples números de pobreza e indigencia. Miserias que se sumarán a las existentes, como método implacable para hacer desaparecer las ilusiones de felicidades que se alcanzaron alguna vez a “arañarles” a los poderosos.

Pero también son enseñanzas para la elaboración de mejores estrategias frente a tamaños enemigos. Las mojigaterías, las palabras condescendientes con los líderes del odio permanente, fabricantes de cuanta mentira se pueda elaborar, no puede ser el método para llegar a las conciencias populares. Frente a semejante oponente no cabe más que la verdad de a puños, descerrajar una metralla de realidades incontrastables, apretar el acelerador de la historia y empujar a los enemigos hacia el desbarranque de sus discursos malolientes.

Con la verdad no temo ni ofendo”, dice un viejo axioma. Y es de aplicación estrictamente necesaria en estos casos, como modo de enfrentar las batallas comunicacionales en las cuales corremos con gran desventaja. Otra deuda pendiente de quienes conducen estos procesos de intentos por conquistar el poder político para beneficio del Pueblo, sin comprender la importancia terminal de contar con medios que divulguen masivamente, y con específicos discursos para cada sectpr social y etario, las propuestas que se pretendan hacer realidad cuando se venza.

Claro está que no todo es endilgable al candidato perdidoso. El imperio y sus adláteres se mueven con astucia para desalojar de su camino colonialista a los oponentes a sus designios. Cooptan a “líderes” fabricados a medida de sus intereses, fraudes en sí mismos que les aseguran el traslado de las voluntades de millones de personas hacia el lado contrario al conveniente. Aportan dinero y trampas para “cazar” indecisos. Extorsionan a todos y todas quienes pudieran tener algún dudoso pasado, para sacarlos del camino de sus manipulaciones electorales. Todo un armado que es conocido por los líderes populares y que debe ser atendido con el mismo grado de sagacidad con que los enemigos lo hacen en sentido contrario. Tal vez esté allí el modo previsor para evitar las derrotas, que no son un simple traspié, sino la profundización de las desgracias populares, un sufrimiento que atrasa el reloj de la historia de los Pueblos americanos desde hace demasiado tiempo.

 

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