miércoles, 26 de agosto de 2020

FOBIAS DUHALDÍSTICAS

Imagen de "El Ágora Digital"

Por Roberto Marra

Sin dudas, un medio práctico para explicar las características de una persona, son los miedos que manifiesten y los miedos que provocan en los demás. Existe una larga lista de tipos de miedos que, considerándolos en sus acepciones originales, nos puede brindar una descripción del individuo al que tratamos de desentrañar su personalidad. En ese sentido, se podría determinar como “sinónimo” de tal o cual tipo de miedo a algún hombre o mujer cuyas peculariedades los indiquen como representantes perfectos para describir esas fobias precisas.

Ahora que ha reaparecido un viejo personaje político, exaltado como figura “fundamental” de la recomposición derivada de la debacle institucional del 2001 en Argentina por decenas de opinólogos que abrevan en la “historia” contada por los hegemones mediáticos, se lo podría tratar de “catalogar” dentro de esa lista de “personalidades del miedo” que nos ayuden a comprender mejor la realidad. La inventada para regocijo del Poder y sus secuaces, y la otra, la que se oculta detrás de millones de noticias malversadas para contener las rebeldías y anular las expectativas de algún atisbo de justicia social en las mentes agotadas de los absortos televidentes de los archiconocidos programejos del odio y los rencores infinitos.

Duhalde podría entonces convertirse en sinónimo perfecto de la “Cainolofobia”, el miedo a la novedad, ya que nunca deja de repetir las mismas sandeces que lo mantuvieron en el candelero mediático. También podría serlo de la “Neofobia”, la fobia a lo nuevo, aquellos que pudiera significar algún tipo de cambio real en la sociedad que pretende estática en el sitial del horror empobrecedor que en su momento ayudó a construir. Otro miedo del que podría constituir su sinónimo es la “Peniafobia”, el temor a la pobreza. Aunque mejor debiera manifestarse como la fobia a los pobres, a los que, escondido detrás de la acostumbrada retórica populachera, desprecia como auténtica constructora de su destino, que siempre a pretendido tener en sus manos. La “Rupofobia” sería también una posibilidad sinonómica muy adecuada, ya que significa miedo a la suciedad. Aunque en este caso, sería mejor considerarlo a la inversa, es decir, el temor de la sociedad a su eterna suciedad politiquera. De lo que nunca podría ser catalogado, es como equivalente a la “Verminofobia”, el miedo a los gérmenes, ya que él mismo es uno de ellos dentro del ambiente de la política institucional en la que resulta (todavía) increíblemente influyente. Infaltable en una descripción certera de este agorero de la historia, es su referencia a la “Xenofobia”, el desprecio a los extranjeros, que ha ejercido siempre que le ha tocado opinar sobre las causas de nuestros males económicos y sociales.

Nosotros, los simples ciudadanos que soportamos sus peligrosas diatribas contra los genuinos constructores de experiencias superadoras de los atrasos compelidos por personajes como él y otros de su misma laya, también sentimos nuestras fobias, nuestros temores a ciertas actitudes y determinados procederes notablemente antipopulares. Podríamos tener “Agateofobia”, el temor a la locura a la que nos acarrean personajes de semejantes bajas calañas. O “Dinofobia”, el miedo al vértigo a las alturas de sus desvaríos sociológicos. O “Fotofobia”, el resquemor a la luz de la realidad, permanentemente oscurecida por la suciedad mediática. O “Tatiofobia”, el temor a ser enterrados vivos, cosa a la que, de alguna manera, nos vienen acostumbrando con sus discursos de encierros en las penumbres de la ignorancia. Podríamos adquirir la “Psicrofobia”, el horrible miedo al frio, el de las almas de su misma estirpe canallesca, el de los atavíos deslumbrantes del engaño y la sinrazón envuelta como morboso regalo de la brutalidad que nos anuncian con cada gesto de sus repulsivos mensajes.

Pero no podrán nunca inyectarnos el “virus” de la “Filofobia”, el miedo al amor que ellos no comprenden, el que sostiene a los verdaderos líderes que animan a sus pueblos a elevar sus conciencias y tomar por asalto la realidad hasta hacerla nueva y generosa, constructora de una vida digna para los postergados de siempre. Desde esa atalaya de la sabiduría popular, se sabrá rechazar cada nuevo intento por detener la historia, a la que pretenden entrar estos malvados voceros del Poder, que no se resignará jamás a la derrota que, más temprano que tarde, será su destino.

 

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