jueves, 31 de enero de 2019

DISTRACCIONES

Imagen de "Basurero nacional"
Por Roberto Marra
La instalación de falsos temas de debate popular es una de las formas más sencillas que tiene el Poder para distraer la atención de lo que de verdad importa. Lo trascendente, lo que involucra decisiones que afectan o afectarán en el futuro la vida de los millones de distraídos fabricados con la maquinaria mediática, queda escondido, extraído subrepticiamente de la consideración de los ciudadanos.
Convocando permanentemente a estériles y vacuas discusiones sobre probables candidatos, fechas de elecciones, devaneos y peleas internas, va haciendo carne en el electorado la inutilidad de la política, reduciendo toda discusión a la mera mención de figuras (o figurones) sin otro objetivo que hacer correr el tiempo, perdiendo ingentes esfuerzos en estúpidas consideraciones sobre la nada misma.
Como si no conocieran estos hechos, tantas veces puestos en escena en estos últimos tiempos, los opositores al actual (des)gobierno nacional y a sus adláteres Vidal y Larreta, parecen empeñados en hablar de lo que ellos proponen como temas centrales, postergando la elaboración y discusión masiva de los programas que puedan cautivar a las mayorías, que se encuentran en la búsqueda de respuestas que atiendan las desesperantes condiciones económico-sociales que se están sufriendo.
Como en un imaginario tablero geopolítico de cabotaje, tironéan la realidad para intentar acomodar las piezas de candidaturas que poco importan, sin ningún proyecto concreto surgido de las propias entrañas de las organizaciones políticas, de sus más esclarecidos militantes y de quienes, sin serlo, acercan ideas para colaborar en el desarrollo de las propuestas.
-Hay tiempo-, aducen algunos oportunistas en busca del calorcito del poder al que intentan acercarse. Buscando “jugar sus cartas” más conocidas, lanzan candidatos al aire como monedas de decisiones aleatorias, tratando de enmarcarse en las distractivas formas que la oligarquía en el gobierno les tira como anzuelo. Lentos para el despertar de sus propias ideas, o miserables arribistas sin honor, terminan reduciendo la enorme posibilidad de dar vuelta esta “tortilla” del horror social a sus inútiles pretensiones egocéntricas.
Los gerentes de la oligarquía no paran de destruir la Nación, convirtiendo el presente en calvario y el futuro en infierno. Saquean, dilapidan, enajenan, trafican, evaden, silencian, aplastan, arrasan, todo ante la mirada de asombro sin reacción concreta de un Pueblo sin orientación, salvo la que brindan los medios de la hegemonía fabricante de sentidos. Con ese cóctel de horrores programados, se emborrachan de mentiras, convirtiéndose en orgullosos portadores de la brutalidad enajenante que degrada sus pensamientos y les roba sus vidas.
Los distraídos ciudadanos miran tratando de encontrar alivio a los calores sin energía eléctrica, asombrados por las tarifas pero atinando solo a las protestas “apolíticas”, resaltando las “autoconvocatorias”, aceptando la distracción enervante que les han propuesto durante tres años, negando el pasado y dispuestos a volver a aceptar la repetición en nombre del odio sin sentido.
Mientras tanto, se suceden las reuniones especulativas de opositores a este régimen del oprobio social, algunos que lo son de verdad y otros que, no siéndolo tanto, solo se acercan al calor de las probabilidades encuestadas, generando extrañas unidades de ocasión y evidentes caballos de troya rondando los cargos que se avizoran como posibles. Solo se escuchan descripciones de realidades que ya se sufren demasiado como para necesitar traductores, postergando indefinidamente la puntualización de “como” hacer para modificarlas.
Arrojar a la basura las distracciones mediáticas, elaborar la propia agenda, transitar otros caminos, hacer política de la grande, elaborar futuro y matar el odio a fuerza de esperanzas ciertas, esas que rediman de la miseria y la muerte cotidiana, son las tareas necesarias para trocar la realidad oscurecida por un Poder que se cree invencible. Ha llegado la hora, impostergable, de demostrar que no lo es. Sin distracciones.

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