martes, 16 de octubre de 2018

"OBJETIVOS"

Imagen de "trampress.com"
Por Roberto Marra
El viejo tema de la “objetividad” sigue teniendo adeptos en las filas del periodismo. En nombre de semejante entelequia, encumbrados personajes de esa actividad tan imprescindible como voluble, pretenden aparecer ante los “consumidores” de noticias como ecuánimes e impolutos, prescindentes de presiones de un Poder que, sin embargo, no parece tener límites en sus formas de encaminar las opiniones mayoritarias hacia los elogios y la adhesión a sus intereses.
Efectivamente, como ningún otro método, el comunicacional hace y deshace los sentidos sobre los hechos. Elabora y sintetiza pensamientos que permiten encontrar acceso a lo más recóndito de los sentimientos humanos, apoderándose de la voluntad de los individuos mediante la transmisión de realidades virtuales presentadas como absolutas verdades, irrebatibles certezas que aseguran una orientación unívoca en las mayorías populares. Orientación que, no por casualidad, culminan siempre en los objetivos previamente impuestos por los poderosos.
Para tener éxito en sus elucubraciones comunicacionales, se valen de diferentes tipos de periodistas. Están los directamente pagos por ellos, especie de marionetas al servicio exclusivo de quienes les ordenan hasta las palabras que deben utilizar para cautivar al público. Están quienes, sin ser directos empleados del Poder, reciben prebendas indirectas en los medios a través de publicidades que condicionan sus opiniones, si es que las tienen de verdad.
Hay otros, además, que aún perteneciendo a medios insospechados de relación alguna con los condicionadores de pautas, actúan como los otros energúmenos periodísticos, en base a su ideología pretendidamente “objetiva” e intelectual, siempre sobreactuada, elogiando al enemigo para parecer honesto y maltratando a los supuestos “amigos” para mostrar igualdades imposibles.
La ridícula pose de la imparcialidad, sin embargo, no hace que intenten informarse con la misma avidez de los relatos opuestos de los hechos que pretende cubrir y sobre los cuales elaboran sus opiniones. Su “objetividad” termina donde las agencias de noticias del imperio trazan la línea demarcatoria de la verdad programada. Nada de investigar por sí mismos ni preguntar algo al enemigo de la humanidad disfrazado de neutral.
Miles de palabras repetidas asegurando lo que no saben de verdad. Millones de caracteres aseverando lo que nunca constataron, pero denostan con el placer imbécil de la ignorancia ideológica que los sustentan. Incluso aquellos que poseen preparaciones notables en su profesión, se arrastran por ese pantano maloliente de las mentiras adornadas con las guirnaldas de seguridades que nunca comprobaron.
Tienen, todos estos personajes del periodismo, una enorme predilección por ciertos “caballitos de batalla”, certezas inapelables por nadie, porque son elaboraciones que hacen al sentido final de sus relatos. Apuntan siempre sus palabras sobre los estigmatizados por los dueños del Mundo, sobre gobiernos que no se asemejan a sus pretendidas “democracias” de fantasías europeas, esos “populistas” representantes de pueblos que consideran rebaños idiotas que siguen a sus pastores.
La “gente”, son sus interlocutores válidos. La manada de atontados por centenares de serviciales del periodismo berreta que solo escuchan lo que quieren escuchar. Con ese público cautivo de sus verdades mentirosas, avanzan sobre las debilidades sociales derivadas de las maldades que con sus prédicas obtusas ayudan a mantener incólumes. Paradoja de sus manejos pretendidamente equitativos, sus supuestas objetividades terminan convertidas en la subjetividad de las masas sujetas al arbitrio de sus mensajes, que solo tienen un objetivo: impedir el conocimiento de la realidad.

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