domingo, 20 de septiembre de 2015

NO FUE MAGIA, PERO FUE MÁGICO

Imagen Tiempo Argentino
Por Hernán Brienza*

Hay una propaganda del gobierno nacional que circula con cierta asiduidad por los canales de televisión en la que puede verse los logros de las políticas públicas del kirchnerismo y que concluye con la voz de la presidenta de la Nación remarcando la frase: "No fue magia". El latiguillo es tan pegadizo que hasta se compuso un tema musical tecno con repeticiones de la frase y entrecortes y repeticiones. Incluso hasta ya hay remeras que repiten la consigna. La intención es clara: nada de lo hecho fue casualidad o generación espontánea; tampoco fue gratuito ni un artilugio ni un truco. Sin embargo, en mi opinión personal, el latiguillo es, al menos, incompleto.
"No fue magia", reza desde su positivismo racionalista la propaganda. Y claro que es cierto. Hubo decisión personal, acción política y esfuerzo colectivo para que el país saliera de los horribles días del neoliberalismo a estas jornadas de relativa cohesión social y mejoramiento de las condiciones materiales de todos los argentinos. Excepto una minoría de empresarios especuladores y economistas falsarios –que hoy, no casualmente, integran los equipos económicos de Mauricio Macri- y los represores de la última dictadura militar, no hay un solo argentino que no esté mejor de lo que estaba en el 2001. Es cierto, que no sea han resuelto todos los problemas. Pero también es verdad que incluso los sectores más postergados hoy tienen algún tipo de cobertura social por parte del Estado que en aquellos años no tenían.

Y claro que no fue magia. Fueron políticas públicas, fue un modelo económico sensato y de equilibrio, que aún en los momentos más difíciles –como en la actualidad, con el cambio de reglas de juego económicas que realizó Estados Unidos- bregó por no perjudicar a la mayoría de los argentinos. No es casualidad que millones de argentinos no sean empujados a la pobreza y a la miseria de un día para el otro: la decisión de no transitar el camino de los ajustes permanentes que propone la pandilla de economistas neoliberales facinerosos vinculados al PRO. Porque el "ajuste" no es incoloro, indoloro e inodoro, tiene menos que ver con la técnica que con la ideología. Los profetas del ajuste permanente lo que proponen es que el sacrificio lo hagan los sectores populares y la clase media. Saludan con sombrero ajeno. Cuando hablan de racionalizar el gasto público se refieren, sobre todo, a limitar la demanda, es decir, el poder de compra de las mayorías, por vía de la quita de planes, subsidios, asistencia e inversión social. Raramente ajuste significa menos prebendas para los grupos empresarios monopólicos o minimizar las comisiones en el pago de la deuda externa, como bien sabe el economista macrista Federico Sturzzeneger, favoreció por un fallo de la Injusticia en la causa por el fraudulento Megacanje en tiempos de Fernando de la Rúa y Domingo Cavallo. En conclusión: Ajuste significa más pobreza para los más pobres, y, aunque nunca tomen conciencia de esto, también para los sectores medios.

Es posible que no haya sido magia en el sentido de "artilugio" y mucho menos en el sentido de "truco", "timo" o "engaño". Pero sí fue mágico. ¿Puede algo que no haya sido magia convertirse en mágico? Sí. Lo mágico –categoría poco científica y poco política, a decir verdad- está relacionado con lo "encantado", lo "extra-ordinario", lo que "está fuera de los común" y nos deja admirados por su belleza o por su virtud. Es posible que no haya sido magia. Pero fue mágico. 

Fue mágico porque desde hacía más de 60 años que el peronismo no tenía la posibilidad de accionar políticamente desde el núcleo básico de sus ideas, porque hacía varias décadas que la Plaza de Mayo no se inundaba de multitudes como ocurrió en los últimos años, porque millones de argentinos recuperaron el sentido de la política gracias a la confianza en el liderazgo tanto de Néstor como de Cristina Kirchner. Fue extraordinario porque por  12 años este país no fue gobernado por dirigencias infames que sólo buscaban favorecer a las minorías perjudicando a las mayorías, proponiéndoles sólo represión y pobreza. Repasemos: las dictaduras militares de Pedro Aramburu e Isaac Rojas, de Juan Carlos Onganía y Alejandro Lanusse, de Jorge Rafael Videla, Roberto Viola, Leopoldo Galtieri y Reynaldo Bignone, con sus respectivos economistas pandilleros como Álvaro Alsogaray, Adalberto Krieguer Vasena, José Martínez de Hoz; y los gobiernos civiles de Carlos Menem y De la Rúa, que con Domingo Cavallo como infausto cerebro no hicieron otra cosa que empobrecer a los argentinos y fundir al Estado nacional.

Es en este sentido que el kirchnerismo fue mágico: para una persona que nació en 1955, por ejemplo, y que hoy tiene 60 años, el país ordinario es una Argentina "hija de puta", con perdón de la expresión, que se come a sus propios hijos, que los devoró en las cárceles, en los campos de concentración, que los sumió en la pobreza y la miseria, que no los dejó votar, que les impidió la libertad, que los sumió en el sálvese quien pueda, en la exitoína del neoliberalismo, que considera que hay fraude cuando el pueblo no elige lo que los que mandan quieren que vote. Por primera vez en mucho tiempo un sector mayoritario de la población cree y está convencido de que existe un gobierno que no dispara contra las mayorías. Y eso lo visualiza como extraordinario y mágico.

Y porque fue mágico –porque permitió a millones de argentinos reencontrarse, reidentificarse, resignificarse como individuos pero también como sujetos colectivos- es porque debe concluir en una gran fiesta. El kirchnerismo debe acompañar a Cristina Fernández de Kirchner, en esta primera etapa de gobierno, a salir por la puerta grande. Eso es lo que no quieren los sectores dominantes que hoy agitan el fantasma del fraude para empañar el final del mandato de la presidenta. Y ante las operaciones políticas y mediáticas de la derecha, las mayorías deben anteponer lo mejor que saben hacer: defender la alegría. Por eso es que el kirchnerismo debe organizar una despedida (momentánea) que quede registrado en la memoria de todos los argentinos; que le diga a la historia que hubo un gobierno que se fue con el apoyo masivo en las calles de millones y millones de seguidores. Y esa marcha debe hablar del pasado, del presente y del futuro. Debe hablar de lo que significó el primer peronismo, de lo que sufrieron las mayorías proscriptas y empobrecidas, debe connotar que estos años estuvieron fuera de lo común respecto de la Argentina "hija de puta", pero también tiene que mirar al futuro y anunciar que a la democracia la tutelan millones de personas dispuestas a defenderla de los grupos minoritarios de poder. El kirchnerismo debe organizar una marcha de despedida a Cristina en la que diga que no fue magia, que fue política. Pero lo que ocurrió fue mágico.

*Publicado en Tiempo Argentino

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