lunes, 4 de julio de 2022

SE PUEDE Y SE DEBE

Por Roberto Marra

Hay sentencias que nos atan y nos convierten en inválidos políticos. Son aseveraciones repetidas miles de veces, hasta calar hondo en la población, en el “ciudadano de a pie”, para hacerles partícipes de la reproducción infinita de esos dichos. Definiciones tajantes realizadas por determinadas personas de gran influencia mediática, terminan por convencer, incluso, al más capaz y despierto de los intelectos.

En el ámbito de la economía es donde mayor predicamento obtienen esas frases definitorias y endiosadas. Con mencionarlas bastará para anular los debates y no dejar trascender oposiciones, aún cuando fueran bien fundadas. Todo el tiempo la “cantinela” de la imposibilidad de bajar la inflación, de terminar con la falta de empleo, de acabar con la pobreza extrema, de eliminar los monopolios y desarmar las cartelizaciones corporativas. Se repite, con expresiones de supuesta “seriedad”, los versos de una “canción” pegadiza sobre lo imposible, lo inalcanzable, lo irrealizable. “No se puede” es la definición por antonomasia de la inutilidad de quien la utiliza para llevar a cabo alguna tarea productiva o una función de gobierno.

Entonces, hasta auténticos líderes populares, insospechados de malas intenciones con el Pueblo que los avalan con sus votos, terminan por asirse de esa fraseología anulante de expectativas, para repetir, aún cuando sea con variantes de algunas mejoras temporales, posicionamientos que dan continuidad a lo que los poderosos han logrado establecer como la única verdad sobre los temas que más les interesan tener bajo sus riendas.

A partir de esta situación de “suma cero” que representan la sumatoria de “buenas intenciones” más la declaración de “lo imposible” de utilizar determinadas herramientas políticas, económicas y financieras, se generan las crisis que después se pretenden endilgar sólo a las influencias de sucesos mundiales de relevancia. Y como las sociedades suelen reaccionar más por instintos que por análisis, la suerte de aquellos que prometieron algo para después avisarnos que “ahora” no se puede, está terminada de antemano.

Quien avisa no traiciona”, dice un axioma popular. Para nuestros males, la mayoría no nos avisa de sus verdaderas intenciones, o sus incapacidades, o sus cobardías ante el Poder Real. Peor todavía, convalidan sus acciones medrosas con discursos repletos de “no se puede”, pero con generosos arreglos con los causantes de los males que prometió combatir. Cada funcionario recién asumido, invariablemente, como si se tratara de una orden divina, comenzará su gestión con reuniones con representantes del “gran empresariado”, que de grande sólo tienen sus cuentas off shore. Seguirá con sindicalistas de probada connivencia con los empresarios. No faltará el embajador del imperio con sus monsergas “democráticas” y diatribas sobre gobiernos de países adversos a sus intereses.

De análisis de la realidad popular, poco y nada. De reuniones directas con los ciudadanos pauperizados por décadas, casi imposible pretenderlo. De escuchar propuestas de estudiosos que adversan a los designios del establishment, ni hablar. Miedo y más miedo por cambiar lo que grita su necesidad de cambio. Temor y más temor por modificar el statu quo imperante y hacer añicos los arreglos espúrios que les otorgan todas las ventajas a los “inversores extranjeros”, falacia que se traduce en el simple apoderamiento de nuestras riquezas por migajas.

Un círculo vicioso del que resulta imprescindible salir. Una metodología que debe dar paso a una opuesta, donde lo único que se privilegie sea la vida y el destino de los ciudadanos y ciudadanas , de los trabajadores, de los productores sencillos, de las generaciones nuevas. Un posicionamiento dirigido a revolucionar la Nación, poner su administración al servicio de su desarrollo inclusivo, generar el protagonismo popular en las decisiones y su respaldo masivo. Un nuevo lenguaje de acercamiento a quienes ya descreen de casi todo, los engañados mil veces, los postergados doscientos años, los olvidados de siempre en la elaboración de planes realizados por pseudo-intelectuales, invariablemente educados por el enemigo.

Se debe acabar con las ataduras inmorales a los designios del Poder y volver a utilizar, sin temor alguno, las herramientos que alguna vez produjeron felicidad. El Estado deberá ser, en esencia, el aglutinador de las voluntades populares, el que logre combatir con éxito a sus depredadores, el que asegure la reproducción de riquezas distribuídas con equidad, el que acabe con los privilegios de tan pocos y persiga a los traidores a una Patria que nos pide a gritos, hace demasiado tiempo, su liberación definitiva.

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