viernes, 1 de julio de 2022

REVIVIR A PERÓN

Por Roberto Marra

Cada aniversario de la muerte de Perón, se desata un torrente de alabanzas hacia él. Miles y miles de mensajes salen del corazón de quienes lo consideran la base de sus mejores recuerdos, el origen del concepto mismo de justicia social, la manifestación clara del poder popular con liderazgo consustanciado con sus derechos. Pero también salen a relucir los conceptos que intentar lapidar su imagen, de erosionar sus ideas, de castrar su poder cautivador de las masas, intentando matarlo de nuevo y extraerlo del imaginario popular. Aparecen ahora, además, aquellos que intentan nublar su legado, maniatarlo a procedimientos lejanos a la doctrina nacida de su enorme capacidad analítica, someterlo al mensaje paralizador del “no se puede”, aplastarlo con la negativa utilización de la “correlación de fuerzas”.

Desde algunos sectores ideológicos se intenta aseverar que ese Líder no era un revolucionario. Pero, ¿qué otra cosa que revolución es haber desatado las fuerzas productivas maniatadas por la oligarquía gobernante desde los orígenes mismos de la Nación? ¿Qué más revolucionario que asegurar los derechos laborales de millones de abandonados a su suerte durante décadas, aplastados por regímenes pauperizadores y esclavizantes? ¿Qué, sino revolución, es haber comprendido y construído una industria nacional poderosa, promovido el desarrollo científico y tecnológico, resguardar para los argentinos la propiedad de sus subsuelos y la capacidad reproductiva del bienestar general mediante la protección social activa y real?

Recordar hoy a Perón no es la sencilla costumbre de relatar aquellos tiempos felices, ni de leer alabanzas de ocasión para esconder intenciones incongruentes con su legado doctrinario. Traer su figura marmolizada no hace otra cosa que paralizar los conceptos construidos por él con el noble propósito de empoderar a los trabajadores y asegurar su destino de fuerza reproductiva de derechos y transformaciónes positivas. Ensalzar su figura de estadista sin mantener las raíces de sus enseñanzas fundamentales para la acción política, resulta el caldo de cultivo de la indiferencia y el alejamiento de las mayorías populares de la construcción de su continuidad liberadora.

Inútil “sacar pecho” y pretenderse “el verdadero peronista”, sin escuchar todas y cada una de sus palabras señeras, comprendiendo a cabalidad sus mensajes, trayéndolos hasta nuestros días con el aire renovado de las nuevas generaciones, pero jamás retorciendo sus testimonios para convertirlo en simple máscara de proyectos contradictorios con semejante ideario. Fútil pretensión de algunos pretendidos líderes de ocasión, cuando mencionan seguido algunas de sus frases más conocidas intentando mostrarse como herederos de semejante hombre, para terminar ejercitando exactamente lo contrario y socavando el patrimonio más importante dejado por él: la lealtad de su Pueblo.

Continuar su camino no significa, como algunos pueden asumir, reproducir sus actos de manera lineal. No puede concebirse el traslado directo de sus actos a nuestros días, después de décadas de neoliberalismo y desconcientización de millones de seguidores del “dios mediático” que los apabulla con farsas y relatos incongruentes con la realidad, pasada y presente. Más que eso, cabe reconstruirlo desde su pensamiento vivo, desde la palabra heredada poco difundida, desde la experiencia de quienes todavía pueden recordarnos sus proezas económicas y sus batallas ideológicas.

La tan vapuleada “unidad”, que se promociona como simple amontonamiento de líderes y seguidismo acrítico de millones de seguidores, deberá rendir su exámen de convocar a la congruencia de los nuevos paradigmas con aquellos legados por esta figura que supo resumir pasado, presente y futuro en simples conceptos, para transformarlos en acción concreta y construcción real de la felicidad popular.

El desarrollo nacional no puede ser concebido como el resultado del flujo de capitales golondrinas ni el otorgamiento de dádivas miserables para la subsistencia de las mayorías excluídas del festín de bonos y dólares mal habidos. Postergar las vidas de tantos argentinos para sostener un statu quo inverso al interes nacional, promueve exactamente lo contrario del ideario peronista. Otorgarles ventajas a los enemigos de la Patria, en nombre de la “convivencia” con el Poder Real, es la manera más espúria de alejarse de la doctrina de la que se dice defender. Hacen añicos la historia, reducen a la nada el esfuerzo de tantos y tantas que sacrificaron sus vidas, literalmente, por construir una Nación auténticamente liberada.

Hoy tenemos la suerte de contar con una Líder a la altura moral e intelectual del legado de aquel gran hombre. Pero no podrá ser sólo por la decisión y el empuje de ella que podremos reconvertir este destino maniatado a la pobreza material y espiritual a la que nos acarrearon los (pretendidos) eternos dueños de la Argentina. Será, como lo fuera con Perón, la fuerza del Pueblo protagonizando su construcción, haciendo de la unidad de conceptos y de acción la base de las transformaciones imprescindibles que comenzaran con la aparición de semejante figura. Entonces sí, reviviéndolo en cada uno de nosotros, haremos realidad los viejos pero vigentes sueños de justicia que originaron la aparición del eterno General, que seguirá soñando todavía con la postergada felicidad de su Pueblo.

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