Por Roberto Marra
“A
veces, cuando pienso que todo esta perdido,
voy hacia una de las
formas de la muerte,
me pego un tiro con una palabra
que alguna
vez me fue tan transparente”... (Jorge Fandermole)
Parece esta una descripción de la realidad actual de nuestra sociedad, en este País al borde de unas elecciones donde se mezclan sentimientos opuestos y razonamientos vacíos de respuestas contundentes. Porque hay palabras que son como balas, penetrantes asesinas de esperanzas, dolorosas heridas en los pensamientos, oscuras ráfagas de incongruencias con los ideales. Representan al desánimo, expresamente buscado por los editorialistas del poderoso mundillo mentimediático, caprichosamente enarbolado como síntoma de la apatía popular, negacionista de una realidad tan compleja, una actualidad entronizada en el oscuro pedestal de la derrota anticipada.
En ese panorama desalentador, caminan candidatos con poca enjundia discursiva y consignas temerosas del rechazo de los fabricantes de las verdades impuestas por repetición infinita en los medios. Otros, vacios personajes más parecidos a algún cuento de E. A. Poe, por lo tenebroso de sus “propuestas”, simples y llanas provocaciones al sentido común, no se preocupan de los “buenos modales”, profiriendo los insultos más soeces para atraer las orejas de sus públicos odiadores. Están quienes repiten sus viejos lemas de libros enmoecidos de una historia que, además, está mal contada.
Todo sirve para agregar leña al fuego de la desmemoria y la sinrazón. Todo preparado para alimentar la olla del “puchero” del olvido a lo que se haya vivido hace tan poco, que parece imposible que se haya podido borrar de un plumazo (comunicacional). El “mundo” del pesimismo fabricado a medida de las necesidades del Poder Real, se asienta, pesado y gris, sobre los hombros de las mayorías, induciendo al fracaso anticipado, a soltarle la mano a los sueños y hacer trizas la historia que la vida requiere para su continuidad virtuosa.
Nos siguen ganando batallas, continúan bombardeando las plazas de la alegría popular, profundizan las cavernas del odio programado para que nos sumerjamos en el mar de la obscenidad politiquera, intrascendente manera de corromper la herramienta más certera y honesta para un Pueblo que desee cambiar la vida y terminar con una injusticia que ya parece eterna. Nos arrastran hacia el terror, nos “mojan la oreja” con el escarnio a flor de labios, nos señalan, como jueces inmaculados, para empujarnos contra el muro del abandono prematuro, esa celda donde terminar nuestros días bajo el látigo asesino de sus modelos de infra-desarrollo.
No queda demasiado tiempo para dar vuelta este sometimiento voraz. No es un plazo electoral, es un mandato histórico. No se trata de una necesidad coyuntural, sino de la reconstrucción de los cimientos de aquella estructura social que le hizo la guerra a la maldad elitista, y le ganó con la participación activa y consciente, con la asunción de la razón del corazón ante el rival mortal de nuestra Patria.
Ya no importa un resultado eventual en unas elecciones plagadas de zancadillas oligarcas y desvíos antipopulares propios. Vale sí repensar los pasos venideros, elaborar los planes de un futuro cercano de inclusión y trabajo digno, que sirvan para defender la soberanía popular del ataque artero de la mediática odiadora y de los asesinos de independencias de la embajada imperial. Es imprescindible retomar la ruta al viejo y nunca perimido destino de la Justicia Social, protagonizando la lucha por su plena vigencia, conformando una “marea” popular capaz de destrozar las mentiras y las apatías, para no terminar como la mariposa de la bella poesía de Jorge Fandermole, en el fuego de la desesperanza.
Y encontrar en la lucha, la rima exacta de la palabra “vivir”.
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