viernes, 9 de julio de 2021

INDEPENDENCIA

Por Roberto Marra

Recuerdos de gorros frigios, banderas y desfiles, de discursos engolados de políticos encumbrados, de revistas Billiken y Anteojito, de relatos de dudosa veracidad de libros desapasionados, los 9 de julio se fueron transformando en una costumbre de feriado obligatorio, donde algunos colocan banderas en las ventanas para sentirse más cerca del hecho que se conmemora, sin comprender del todo lo sucedido en aquellos tiempos de liberaciones coloniales, pero sintiendo algo que les devuelve el espíritu patriótico.

Una acumulación de mentiras y verdades mezcladas para la ocasión, han hecho de nuestra Independencia un acto casi menor, una especie de sencilla reunión de personajes “de figuritas” para declarar semejante cosa ante el Mundo. En una Nación atravesada por los designios y los relatos de los ganadores de la contienda entre patria y antipatria, un grupo de encumbrados autoerigidos como dueños de la Argentina naciente, terminó escribiendo esa historia para las generaciones que les sucedieron, aplastando la verdad hasta desmenuzarla en mil pedazos desarticulados, asegurándose un poder casi omnímodo sobre los perdedores de entonces, nuestros ancestros esquilmados, desarrapados y marginados de las decisiones de gobierno.

Toda la épica tarea de los mejores hombres y mujeres que pusieron el cuerpo y el alma para construir una Patria libre, fue modificada hasta trazar una lineal manera de entender nuestros inicios nacionales. La palabra soberanía fue dejando paso a la acumulación de procesos de entrega de territorios y la economía a las manos de los imperios, malversando los esfuerzos intelectuales y físicos de los verdaderos patriotas que se jugaron sus vidas en los campos de batalla.

A lo largo de la vida de esta Nación agredida desde adentro por los traidores que se apoderaron de ella, sometida al arbitrio de la extranjería dominante por efecto de esas deslealtades y la voracidad del Poder Real ya instalado en las instituciones de gobierno, se fue construyendo un País de inmenso territorio, pero sólo aprovechado en interés de esa casta de estancieros y sus posteriores correlatos empresariales.

El Pueblo bullente en su interior, apareció en la escena política para poner en órden la historia y “acomodar los melones” de las desigualdades impuestas a sangre y fuego por aquellos malditos ganadores de los inicios de nuestra argentinidad. Fue cuando la palabra “Independencia” comenzó a tener otro valor, retomó el espíritu iniciático de los próceres que dejaron el mármol y el bronce para sentirlos tan humanos como los que ahora intentaban revivir sus ideales.

Fueron menos los años donde esas utopías soberanas les ganaron a los creídos dueños de la Argentina. Fueron pocos, en comparación con las décadas de sometimiento, impuesto con la muerte como aliada, de los energúmenos que gritaban un “patriotismo” de acto escolar, aplastando con sus botas y sus finanzas las ilusiones libertarias de las mayorías.

La hora de los pueblos es siempre, y así lo demuestran los vaivenes históricos por los que pasamos. La construcción de una Patria justa, libre y soberana, es mucho más que una simple consigna partidaria, una reivindicación imprescindible para entender aquella epopeya del siglo XIX, para traerla hasta nuestro tiempo y retomar sus ideales independentistas.

Hacer que esa Patria sea la Grande, la soñada por los San Martín, los Belgrano, los Artigas, los Bolívar, es el paso necesario para transformar la vieja pretensión de ser libres de verdad. Será así, en tanto realidad impuesta por la decisión voluntaria y protagonista de los habitantes de estas tierras, todavía dominadas por quienes sólo trajeron dolor y hambre, ultrajando nuestras riquezas y alienando las conciencias de las mayorías, hasta hacerlas fácil presa de sus engaños.

Habrá que hacer sonar otra vez los tambores de la libertad, habrá que dejar de lado las pequeñas rencillas de ocasiones electorales, habrá que sentirse nuevamente parte de un proyecto de Patria antes que simple marionetas de un destino elaborado allende los mares. Es el tiempo de salir de la espera, para construir esa Nación única que necesitamos para poder festejar, de verdad, el Día de la Independencia.

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