Por Roberto Marra
"El movimiento tiene enemigos de afuera y enemigos de adentro: quien no lucha contra el enemigo ni por la causa del pueblo, es un traidor, quien lucha contra el enemigo y por la causa del pueblo, es un compañero; y quien lucha contra un compañero es un enemigo o un traidor." Juan Domingo Perón.
La historia política argentina está plagada de personajes que, habiendo llegado a ejercer funciones importantes, la han dedicado al exclusivo beneficio personal o del grupo de poder que lo haya catapultado a esos cargos. Ascendiendo por el impulso de falsas pertenencias, pero manifestadas con la vehemencia propia de un auténtico representante de la ideología que dicen defender, logran establecerse como “referentes” dentro del partido o el movimiento popular en que se han introducido para alcanzar sus objetivos de poder.
Estos figurones, suelen nacer a la vida política a través de previas potenciaciones de su capacidad económica mediente opacos procesos, de oscuros manejos financieros o de directos actos reñidos con la legalidad. Como sea, instalan sus nombres en la consideración pública, se hacen notar en los medios mediante rimbombantes declaraciones, donde la verdad es el adorno de la falacia que encubren para adherirse y sostenerse en la estructura partidaria de la que se trate.
En la Provincia de Santa Fe se vienen sucediendo estos procesos intrusivos de politiqueros con ínfulas de “capos”, con pretensiones de dominar la escena gubernamental para imponer criterios que no se condicen con los mandatos electorales ni con la doctrina que, se supone, sostiene a su gobierno. Estos expositores de lo peor de la acción política, cuentan con el obvio acompañamiento de quienes gobernaron durante varios períodos, siempre a través de falsas pulcritudes y discursos pseudo-progresistas, mediante los cuales lograron, junto a la malversación de los lógicos objetivos populares que ejercieron los dirigentes supuestamente “peronistas”, atravesar la historia santafesina con sus gobernanzas vacías de justicia. De la social y de la otra.
La “guerra” declarada desde el Senado santafesino al Poder Ejecutivo, pone blanco sobre negro las verdaderas metas de cada uno de sus actores. Resume con sus votos negativos ante cualquier demanda de aquel, la verdadera pertenencia ideológica que defienden, siempre acoyarada al Poder, siempre pegada al interés personal o de clase.
Y no es que desde el Poder Ejecutivo se ponga de manifiesto tampoco un alineamiento certero con la doctrina a la que dice adherir, repleto como está de “desaciertos” y desvíos que lo alejan de las esperanzas populares que lo ungieron. Pero esos legisladores con pretensiones de pertenencias que no tienen, no rechazan aquellas propuestas que pudieran considerarse negativas para el Pueblo, sino las que molestan a los grupos de poder que, desde las sombras del delito organizado y desde los sectores más beneficiados por el sistema neoliberal que copara nuestra Nación, dominan oprobiosamente la economía y las finanzas provinciales.
No es casualidad la persecución al Ministro de Seguridad, un personaje contradictorio, pero difícil de “domesticar” por el “estáblishment” corrupto de la Provincia. No es tanto a la persona que niegan, sino a la posibilidad que desde su mínimo accionar (o la de alguien similar), se pongan de manifiesto los entrecruzamientos entre el delito organizado y esos mismos levantamanos del poder que ejercen la dudosa representatividad del pueblo santafesino.
Van mucho más allá de la negación de un nombre o un cargo. Están para impedir que se avance en cualquier tipo de proceso virtuoso que permita “limpiar” el territorio de las complicidades entre delincuentes y las instituciones que deben combatirlos. Funcionan bajo el control (no tan) remoto de los poderosos “dueños” de la Provincia, esos que, como en el caso Vicentín, demuestran quienes mandan de verdad, por donde pasan las decisiones y cuan olvidadas están las consignas esgrimidas en los discursos pre-electorales.
El enemigo del Pueblo no es precisamente como aquel de la recordada obra de Ibsen. No defiende los intereses mayoritarios ni trabaja por el desarrollo de la Justicia Social. Parangonando a esa notable dramaturgia, se podría decir que estos legisladores levantamanos del poder son las bacterias que contaminan las aguas políticas santafesinas. La cuestión es si el Pueblo y sus dirigentes más honestos tendrán la capacidad de descubrir a sus “contaminaciones” internas y establecer las auténticas pertenencias ideológicas de esos espurios mandatarios, para expulsarlos para siempre de la vida política, a la que llegaron ejerciendo los deshonrosos roles de enemigos y traidores.
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