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La
lánguida gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, con su sonrisa
de plástico y sus vestimentas angeladas, fue “sorprendida”
comprando juguetes para unos hijos que hace mucho que saben que los
reyes son los padres. Por suerte para ellos, porque los pobres Magos
no están a la altura de la modosita mandataria abastecida con las
enormes ganancias que ella obtiene por su gestión gubernativa, ahora
reforzada con el sacrificio de los otros gobernadores, tan solidarios
con la que podría ser nuestra próxima presidenta.
Antes
que, ante tal eventualidad, piense en suicidarse, recuerde que, de
acuerdo a lo que informan los medios afines a sus políticas (y
también los no afines, para cubrirse por si las moscas), su impronta
“familiera”, “dulzona” y “esperanzadora”, le ha permitido
lograr el aval de aquellos a quienes ella condena a la pobreza con
sus medidas, siempre paralelas a las que implementa “su”
presidente.
No
hay que desconocer que, frente a los despidos directos o encubiertos
que viene realizando en la administración pública de su provincia,
la reacción de gran parte de la población sigue siendo la de
avalarlos, aceptando a pie juntillas el considerarlos unos absolutos
vagos.
También
es necesario considerar esas imágenes sonrientes de “vecinos y
vecinas”, abrazándola en las puertas de sus pobres casas, hasta
donde la angelical “Heidi argentina” se acerca para brindarles el
consuelo de un futuro plagado de esperanzas. Claro que, luego de
retirarse en helicóptero hasta su residencia militar, asume su
verdadero rostro y rol, dictando decretos y extorsionando
legisladores para aprobar leyes que transformen esas esperanzas vagas
en frases depuestas para la ocasión mediática.
De
esa manera va profundizando las miserias que, paradójicamente, son
asumidas por los ciudadanos y ciudadanas como simples castigos
divinos por haberles sido otorgado derechos durante el “corrupto
gobierno anterior”, que les dejó la “pesada herencia” de sus
propias casas, sus autos, sus electrodomésticos y sus viajes al
exterior.
Esta
mujer de imagen casi asexuada, imprescindible para el machismo que
prevalece entre los políticos de su ideología, de mirada y voz
estudiadamente suaves, vestida siempre como alumna de colegio de
monjas, prepara de esa expresa forma su llegada a ámbitos superiores
a los que ya alcanzó solo con esos pobres gestos.
El
“cambio” ya tiene recambio, con esta supuesta “estadista” del
mediopelo politiquero. Mientras, la zómbica sociedad argentina, que
la ve como los medios desean que la vean, prepara gozosa su llegada
al siguiente subsuelo del infierno. Y no podrán decir que no se les
avisó...
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