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Esta semana, en su canal de
YouTube, Cynthia García le hizo al psicoanalista Jorge Alemán una entrevista
que luego circuló profusamente por las redes. Es notable su repercusión, porque
Alemán hablaba de un modo comprensible pero profundo, sobre temas centrales de
este momento argentino que atravesamos prácticamente sin nadie en los medios
audiovisuales que lo refleje en la dimensión en la que la mitad del país lo
vive. Las redes constituyeron ya una agenda no sólo completamente distinta a la
de los medios convencionales, sino que también, pese a haber sido un soporte
creado para contactos leves, han virado hacia el escenario de intercambios
simbólicos fuertes, donde se intenta y se logra sostener en pie el pensamiento.
Hace más de tres meses estamos inmersos en algo que se impone sin
permitir pensarlo, porque su vértigo nos repliega en una intermitencia
insoportable de acción y azoramiento. Los ciudadanos, que padecen en su propia
carne el ajuste de ortodoxia brutal que lleva adelante Macri, necesitan pensar,
decodificar, asociar, expresarse y digerir lo que expresan los otros. Los medios
convencionales han eliminado los espacios y las voces de las que podían surgir
líneas de pensamiento que ayudaran a conceptualizar no sólo un momento de
quiebre político sino lo más íntimo de cada uno, lo que nos llevamos a la cama
con nosotros cada noche, ese malestar que nos oprime. Esa intermitencia entre
la necesidad de acción y la necesidad de repliegue es un derivado de lo que
Naomi Klein llamó shock.
Ha cambiado la doctrina, y necesitamos entender para movernos en consecuencia.
Pero la batería de políticas destinadas a destruir y borrar de la historia
reciente y sobre todo de la actual y futura al kirchnerismo es la misma
doctrina que la derecha financiera viene aplicando hace décadas. Lo que sí se
tiene en claro es que el primer objetivo de Macri es desmantelar toda la
construcción material y anímica kirchnerista, de lo cual se desprende que lo
que el propio macrismo identifica como proyecto antagónico al propio es el que
lidera Cristina.
En la entrevista de La García se tocaban las tensiones que todos
conocemos y que permanecen como el trasfondo de la angustia colectiva. La
votación en el Senado y el cinismo retorcido de los elegidos por el FpV que
invocaban a Néstor Kirchner para apoyar al gobierno de Macri dejó a millones
sin habla y a otros millones con la urgente necesidad de actuar. ¿Pero en qué
sentido? ¿Actuar hacia dónde cuando el camino está lleno de trampas y las
deserciones aún no han terminado?
Alemán admitía en la entrevista quizá la tensión más visible y sin
embargo soterrada, que es la que existe entre un sector del peronismo y el
kirchnerismo. Cuando escribí el libro sobre La Cámpora pude observar y
detenerme en esa diferenciación, que tiene también un corte generacional. En
términos generales, para los de treinta para abajo que despertaron a la
política en la última década y apoyaron el gobierno nacional y popular, una y
otra cosa se funden en una misma identidad, que no necesariamente coinciden en
una misma pieza con otras identidades peronistas pero que se complementan
porque persiguen los mismos objetivos. Peronismo y kirchnerismo se superponen
para muchos y se conjugan para otros. Son las generaciones preexistentes, con
una identidad ya forjada en el peronismo cuando apareció Néstor en el 2003, las
que siembran el rechazo. Cuanto más a la derecha se ubique ese peronismo, el
kirchnerismo más se acomodará en esa lectura a la figura del viejo infiltrado.
Cuando Néstor dijo “Nos dicen kirchneristas para bajarnos el precio” creo que
lo decía porque él se llamaba Kirchner. Pero ahora, con el paso de los años, y
con todo lo que destruye Macri con el aval de un sector del peronismo, para
muchos está mucho más clara que antes la especificidad del kirchnerismo como
fuerza política que ancla en el peronismo pero incluye, y no como aliados sino
como parte propia, a sectores que provienen de distintas vertientes de
izquierda. Por eso es el núcleo de lo que el propio macrismo inviste de
antagonista: porque es una identidad política precisa y ya anclada después de las
tres experiencias gubernamentales recientes.
Es hora de volver a hablar de proyectos de país. Los que votaron a
favor del reendeudamiento nunca creyeron en el país en el que otros, cada día,
cada hora, seguimos creyendo más intensamente que antes. Hay un sector del
peronismo que no se reconoce kirchnerista pero que también pertenece al campo
nacional y popular. La pesadilla que nos sobrevuela es tal, que la verdad que
uno quisiera que se den estos debates, que se pongan las cartas sobre la mesa,
que se hagan las discusiones de base, que se articule, que terminen con los
recelos y las chicanas y el internismo, porque hay gente gritando, hay gente
sufriendo, hay gente que necesita dirigentes.
Uno desearía que se den por saldadas las heridas que dejó, qué duda
cabe, una construcción política que debió acelerar su estructura previendo que
lo que iba a pasar era esto. Que los que acompañaban por pura lógica de poder
iban a desertar, y que en la adversidad se vería que el kirchnerismo ha dejado
este paisaje: múltiples dirigentes enganchados en las viejas lógicas, y un
armado más pequeño, por momentos inestable, que sin embargo es el que
representa a una enorme, multitudinaria conjunción de ciudadanos politizados.
En las calles se grita un solo nombre.
“Podríamos llegar a presenciar hasta un cierto desvanecimiento de la
experiencia kirchnerista, eso coyunturalmente, pero a la vez, y aquí voy a ser
optimista, pienso que el kirchnerismo tocó cosas que inevitablemente van a
volver –reflexionaba Alemán–. Cuando una experiencia toca ciertos puntos de la
verdad, ciertos puntos de lo real, es muy difícil que eso no retorne. Cuando
hemos hecho una experiencia que ha demostrado que no todo está capturado por el
dispositivo neoliberal, ahí tenemos la posibilidad del retorno. Yo creo que el
presente puede ser muy injusto, pero no han logrado todavía que la historia lo
sea. No tuvo razón Pinochet, tuvo razón Allende. No tuvo razón Franco, tuvieron
razón los republicanos. Y no va a tener razón Clarín, va a tener razón el
kirchnerismo”. Ya sé: agregaría que no tuvo razón la Fusiladora, que tuvo razón
Perón.
En otra contratapa hace poco me preguntaba: “¿Qué hace uno cuando ya
se dio cuenta? ¿Qué hace uno cuando ya abrió los ojos?”. Me refería exactamente
a lo que dice Alemán. A que hemos experimentado en lo personal y en político,
en lo individual y en lo colectivo, esas palabras que fueron el lema del Foro
Social Mundial desde 2001, que “Otro mundo es posible”. Hoy hablamos de un
mundo literal, atravesado por el tajo entre el poder de las corporaciones y el
poder político, aquí y allá cooptado, como los medios, por el chantaje
aplastante de los dueños del dinero. La restauración conservadora viene a coser
por la fuerza otro gran tajo, que es el que existe entre los sectores de la población
que aceptan que esta maraña de despojo y servilismo es lo único a lo que
podemos aspirar, y los otros sectores, que han experimentado otra alternativa
en sus propios estómagos, en sus sueños, en sus pieles y en sus corazones.
Quienes hayan podido oír, oyeron. Finalmente, a lo que uno siempre termina
siendo indefectiblemente leal es a su propia noción de la realidad.
*Publicado en Página12
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