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Hay una canción de los
Redondos, “El Tesoro de los Inocentes”, que dice: “juegan a ‘primero yo’ y
después a ‘también yo’/ Y a ‘las migas para mí’ y cierran el juego porque ya
saben que el tonto nunca puede oler al diablo, vida mía, ni si caga en su
nariz”. Si es como dice el Indio Solari, lo mejor hubiera sido que quedaran
asentados en un referéndum todos los que no pueden oler al diablo. Un
referéndum, a favor o en contra. El pago a los fondos buitre, una decisión
estratégica que afectará a las próximas generaciones, se resolvió finalmente
entre urgencias, mentiras, presiones, disputas, intereses miserables y otras
mezquindades, donde el voto de los representantes dejó de existir como tal para
convertir una decisión esencial en la mera formalidad de levantar la mano.
Se asume que la democracia directa tiende a la inestabilidad o la
parálisis. Pero la democracia representativa tampoco es perfecta. Los votos del
Congreso tienen fidelidades y disciplinas muy intermediadas por los partidos o
los gobernadores y el parlamentarismo sufre presiones y chantajes mediáticos,
profesionales, materiales o judiciales, que tratan de distorsionar la voluntad
del elector. A veces resulta imposible entender el cambio abrupto de un
legislador. Se supone que fue elegido a causa de una determinada línea de
propuestas con la que convocó a quienes lo votaron. Cuando el legislador
transmuta esa voluntad, algunas veces podría indicar que de esa manera acompaña
un cambio de humor en la sociedad, pero la mayoría de las veces no es así: el
legislador se despega de lo que representa y de esa manera desnaturaliza su
papel en una democracia representativa. Lo que vota no representa a los que lo
votaron. En la nueva Constitución, se ofrecen herramientas para proteger de
estas contingencias a las definiciones estratégicas. Por eso, la constitución,
que describe a la organización del país como una democracia representativa,
toma una herramienta de la democracia directa como el referéndum o la consulta
popular y la incorpora a su letra.
Los legisladores del trotskismo plantearon correctamente esta
iniciativa para realizar una consulta popular por el pago a los fondos buitre.
En el Frente para la Victoria el debate fue entre pagar o no, pero muchos de
los integrantes de los bloques del peronismo-kirchnerismo estaban sufriendo
todo tipo de presiones motivadas por la desesperación del oficialismo para
cerrar el tema y pagar lo que fuera. Hubo aprietes a los gobernadores y
promesas y concesiones a los opoficialistas del progresismo y el justicialismo.
Margarita Stolbizer apareció como vocera del oficialismo al mismo tiempo que
Diego Bossio y Sergio Massa trataban de adornar un voto que ya habían anunciado
cuando el oficialismo comenzó a abrir el tema. El pago a los fondos buitre fue
decidido, prácticamente impuesto, a una sociedad que no tuvo la herramienta ni
el tiempo para expresarse. Los medios concentrados y sus periodistas
emblemáticos, como parte del aparato de propaganda hegemónico de la gestión
conservadora, transmitieron la urgencia desesperada del gobierno como si se
tratara de salvarle la vida a un bebé, cuando lo más seguro es que se trate de
lo contrario. Cada quien corrió con su propia camiseta pero la más visible es
la de un gabinete económico integrado en su mayoría por ex empleados de la
banca financiera y el JP Morgan, que recibirán jugosos beneficios con el
retorno al viejo negocio de la deuda.
Como la mayoría de las decisiones que ha tomado este gobierno en
política económica, justificándolas en una supuesta “pesada herencia” en
realidad, la desesperación por resolver el diferendo con los buitres obedece a
su cosmogonía neoliberal. Son decisiones ideológicas y no de necesidad y
urgencia. Ideológicas, no sólo por su concepción teórica, sino también por los
intereses a los que responden sus integrantes. Este gobierno eligió financiarse
prioritariamente con deuda externa y no con ahorro interno y se desfinanció
antes siquiera de empezar a negociar al eliminar los 50 mil millones de pesos
que significaban las retenciones. Se sentó a la mesa de negociación con la
desesperación de un adicto al juego.
El Indec del macrismo debió reconocer que la economía creció más de
dos puntos durante el año pasado, gracias a medidas contracíclicas que
permitieron contrarrestar los efectos desastrosos de la misma situación
internacional desfavorable que ahora. Macri tomó un país en crecimiento, no en
recesión, como ellos afirman. Y el déficit fiscal apenas pasaba también de los
dos puntos y medio. No fue del 7 por ciento como mintió descaradamente Alfonso
Prat-Gay en la campaña electoral, ni mayor del 4 por ciento, como dicen ahora
forzando las cuentas para obtener una cifra que sirva para argumentar la
necesidad desesperada de endeudarse para tapar pretendidos agujeros del
presupuesto. El déficit real –que apenas pasaba los dos puntos y medio– era
perfectamente manejable. El endeudamiento y la mayoría de las medidas
económicas que están tomando son ideológicas, no tienen nada que ver con la
necesidad o la herencia. El que está a favor de la distribución de la renta,
subsidia los servicios y defiende la educación y la salud públicas y gratuitas.
En cambio, para el que no está de acuerdo con la distribución de la renta, todo
eso es gasto y despilfarro igual que la capacidad de consumo del salario.
Finalmente el llamado progresismo de Stolbizer votó con el macrismo,
convencida del despilfarro de una economía de servicios baratos y de salarios
con capacidad de consumo, igual que el massismo y el bloque justicialista –que
no casualmente se formó para esta circunstancia concreta–. Y el
peronismo-kirchnerismo tuvo fugas que le prestaron los votos que le faltaban al
oficialismo que así logró un importante triunfo parlamentario. Era cantado que
iba a suceder porque forma parte del debe y el haber de la masividad del
peronismo que puede generar mayorías que son variables y difusas en los bordes,
por lo que son previsibles este tipo de fugas, pese a lo cual hay que reconocer
que las grandes transformaciones modernas de la Argentina fueron realizadas por
estas mayorías.
Por esas complejidades del parlamentarismo que en situaciones como
esta parece más ocultar que expresar lo que representa, hubiera sido importante
que la decisión definitiva fuera auscultada en toda la sociedad a través de una
consulta popular vinculante como planteó el trotskismo. El único obstáculo real
para hacerla era la urgencia desesperada del gobierno para cerrar la cuestión.
Es probable que si no tuviera tanta urgencia, el oficialismo se hubiera
detenido a pensar en los beneficios y los riesgos de una consulta porque acaba
de ganar una elección. Pero uno en las antípodas del gobierno tampoco sabe cuál
sería la respuesta de esta sociedad tan vulnerable a los mensajes de los medios
concentrados. Un ejemplo quizás podrían ser los taxistas porteños, la mayoría
de los cuales tenían el cerebro hecho puré por los operadores mediáticos del
macrismo que inundaban las radios. El tipo estaba mucho mejor que en los ‘90,
pero lo habían convencido de que vivía en un infierno y que le sacaban su plata
para dársela a los vagos de los planes Trabajar o a los que se jubilaban sin
aportes. El aparato de propaganda conservador le hizo hervir la cabeza porque
lo estaban robando, pese a que pudo cambiar el auto e irse de vacaciones a Mar
del Plata en los últimos años. Fue votante cantado de Macri y le hizo campaña.
Pero ahora le vienen con los aumentos en la nafta y el gas y con Uber.
El mismo que se enojaba porque antes el Estado protegía a los más
vulnerables, a los que menos defensa tienen frente a los más poderosos, ahora
quiere que el Estado lo proteja a él porque se siente vulnerable frente a Uber
que, cuando funcione, cobrará 35 por ciento más barato que el taxi. La
trasnacional Uber forma parte de la lógica del libre mercado que ese taxista
votó en la boleta de Macri presidente. Otros tacheros podrán quejarse, pero ése
no tiene derecho al pataleo. Está comiendo del menú que le hicieron elegir los
operadores que le pudrieron la cabeza por la radio las 24 horas del día. Son de
los tontos que no pueden oler al diablo ni cuando les caga en la nariz como
dice el Indio Solari.
Hablando de los operadores mediáticos, y ya que al comienzo hay una
cita de este gran filósofo nacional del rock, vamos a terminar con el comienzo
de esa misma canción sobre los falsos mensajes, como el que le metieron en la
cabeza a ese tachero y a gran parte de la sociedad: “el tesoro que no ves/ la
inocencia que no ves/los milagros que van a estar de tu lado/ cuando comiences
a leer de los labios/ Y a ignorar los embustes y gustar/ Con tu lengua de las
aguas que son dulces/ Aunque te sientas mal”.
*Publicado en Página12
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