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Se ha dicho que la sola
asunción de un gobierno de derecha sin preludios golpistas constituye un avance
en Argentina. Y la verdad es que no es cierto. Están los antecedentes de Carlos
Menem y Fernando de la Rúa. Mauricio Macri no llegó con esa novedad y, en
cambio, sus primeros dos meses de gobierno dejan un sabor a empobrecimiento
democrático y a justificación paternalista de formas despóticas. El mismo
discurso violento tiene una carga diferente cuando se realiza desde la
oposición que cuando proviene del oficialismo y sobre todo del Estado. Aunque
el Estado en Argentina es débil frente a las grandes corporaciones, es poderoso
frente al ciudadano de a pie. Si el ciudadano le grita al Estado, es David
contra Goliat. Si el Estado, en este caso regido además por las corporaciones,
le grita lo mismo al ciudadano de a pie, es un atropello y un abuso
institucional.
El macrismo, muy apoyado en las corporaciones mediáticas, usó un
discurso muy violento desde la oposición, más allá del disfraz de los globitos
y los pasitos de baile. El discurso verdadero estaba en los insultos, las
amenazas, las agresiones a periodistas y los carteles con horcas que se vieron
y escucharon en los cacerolazos, en las campañas mediáticas y en las
intervenciones en las redes sociales. El discurso violento, naturalizado por
esas corporaciones, justifica después consecuencias autoritarias cuando se
llega al gobierno. El síntoma más característico de este tipo de gobiernos es
la persecución ideológica, a veces como demostración de poder, a veces para
satisfacer el odio que generaron en parte de la sociedad que lo respaldó. Que
la derecha argentina tenga esa concepción del poder, baja la calidad
democrática de la sociedad en general. Es un problema argentino, no sólo de la
derecha. Pero la degradación es mayor si se busca extender esa concepción a
toda la sociedad. Es el mismo efecto, el mismo arrebato que en un linchamiento,
donde el grupo linchador es arrastrado por los lugares más repugnantes de la
condición humana.
Los despidos de trabajadores del Estado están montados como un gran
linchamiento público. Además de sacarles el trabajo, se alienta a ensañarse con
los despedidos, a despreciar sus funciones, a humillarlos frente a sus familias
y amigos y se naturaliza el espionaje en sus tuits y en sus páginas personales
de Facebook para demonizarlos y lincharlos como una lacra antisocial. No
existen antecedentes en treinta años de democracia. Ni siquiera Raúl Alfonsín,
que recibió un Estado lleno de simpatizantes de la dictadura, usó este
argumento ideológico para realizar despidos masivos.
Los ajustes de Menem tuvieron argumentos económicos. Aquí no. Es un
linchamiento público de supuestos kirchneristas y camporistas. Está montado con
esa escenografía. En todos los linchamientos se han visto energúmenos que
alientan a la turba para darle y darse valor y autojustificación. Existen
equivalentes. Periodistas oficialistas se burlan de los despedidos y hasta se
produce una escena dramática entre un grupo de despedidos, algunos que se
abrazan y lloran en la puerta del Ministerio de Cultura, y “vecinos” que les
arrojan huevos y cubitos de hielo. En las redes, estos vecinos de Recoleta,
padre e hijo, ex vicepresidente de una cadena de supermercados mayoristas el
padre, abogado el hijo, activos participantes de los actos de Macri, han sido
identificados y sus fotografías, muy claras, se han viralizado en las redes, es
fácil reconocerlos. En esa escenografía, estos personajes son definidos como
“vecinos”. Esa denominación busca que los huevazos se asuman como veredicto de
la opinión pública. Y en el momento que eso ocurra habrá una sociedad al borde
del fascismo. En el marco de ese drama para cientos de personas que pierden su
trabajo y para una sociedad que asiste a un hecho que la deshumaniza por el
sólo hecho de permanecer callada mientras sucede, trasciende que el ministro de
Cultura despedidor, Pablo Avelluto, contrató a su novia Carolina Azzi. Despedir
a 500 personas y contratar a su novia no es lo más ético para el máximo gestor
de cultura.
Como sucede con el PRO, todo el discurso de los despidos transcurre
por dos vías simultáneas. Una violenta y más difundida: “son todos ñoquis”,
“con la plata de todos les pagan la militancia en La Cámpora”. Y la de los
globitos amarillos a cargo del ministro de “Modernización” Andrés Ibarra:
“Nosotros no tenemos la culpa de que los contratos tengan fallas”. La de Ibarra
es real, pero es una excusa. Otro ejemplo lo aportó el ministro de Salud, Jorge
Lemus, que paralizó todos los programas de prevención y ahora afronta la mayor
epidemia de dengue, pero tuvo tiempo para la caza de brujas como primera
medida. No hizo nada para prevenir un brote epidémico que ya tiene más de 1200
infectados en todo el país, pero tuvo tiempo para retirar el nombre de la Madre
de Plaza de Mayo, Laura Bonaparte, del ex Cenareso. La excusa fue de globitos
amarillos: se había aprobado en Diputados, pero faltaba el trámite en el
Senado.
El dengue le cayó de sopetón porque no lo previó. Un ministro de Salud
no puede no prever una amenaza que es conocida por cualquier sanitarista y que
se contuvo durante seis años a duras penas en la frontera con estrictas medidas
sanitarias. En Bolivia, Brasil y Paraguay, el dengue es endémico, no es nuevo,
es imposible ignorarlo. Y hubo inundaciones en el litoral y el norte en pleno
verano, cuando el mosquito se reproduce. Había que estar ciego para no ver. El
hombre que asumió como ministro de Salud no pensó en el dengue. La primera
acción pública en Salud fue quitarle a un hospital el nombre de una Madre de
Plaza de Mayo. El Ministerio de Salud está paralizado porque Lemus está
investigando la ideología de los empleados en medio de una epidemia de dengue y
ni siquiera los directores designados tienen firma, por lo que no pueden
ordenar el trabajo. La investigación incluye interrogatorios personales y el
espionaje de Facebook y tuits de los empleados, como sucede en toda la
administración pública.
En estos dos meses, lo único que se ha sabido de Cultura y Salud es
este festival bizarro de despidos y cacería de brujas. El sólo hecho de ser
kirchnerista o de La Cámpora amerita el despido. No se exhibió un solo caso de
personas que cobraron sin asistir al trabajo, más conocidos como ñoquis. Es
probable que los haya –y en ese caso estaría justificado el despido–, pero,
llamativamente, no se los muestra. Solamente se dice que son kirchneristas o de
La Cámpora. Dicen que se los echa porque son ñoquis pero no se muestra ningún
ñoqui, sino que se enfatiza, como justificación, en la ideología de los
despedidos porque ese es el mensaje que se quiere naturalizar. Se busca que la
sociedad vea correcto que el nuevo gobierno despida trabajadores del Estado por
motivos ideológicos.
Las situaciones extremas sacan a la luz muchas facetas de la condición
humana, como la del padre y el hijo de los huevazos o los periodistas que
justifican y alientan. Los dirigentes sindicales que traicionan su propia
esencia para estigmatizar a los trabajadores despedidos constituyen la representación
más triste de la alienación que produce la turba inducida por un poder no
democrático. “Son todos ñoquis” fue la frase delatora que en ese contexto
refiere a un Judas bíblico. Por ella, el sindicalista de judiciales Julio
Piumato pasará a la historia del sindicalismo argentino. Enfrentado
políticamente al kirchnerismo, Piumato podría haber priorizado su rol de
dirigente sindical pero fue arrastrado por el sentido común de la turba.
El paro que convocó ATE para el 24 es como el acto solitario de la
persona que trata de hacer razonar en medio de un linchamiento. Y seguramente
será acusada de defender ñoquis. Desde el punto de vista gremial estará
defendiendo el trabajo de sus compañeros. Pero en un clima político enrarecido
por la forma en que esos despidos tienden a convertirse en un ensayo para que
la sociedad naturalice la persecución ideológica, el gremio de los estatales
que se movilizó ayer y hará un paro nacional el 24 estará defendiendo algo que
va más allá de los propios despedidos, que es la integridad democrática de la
sociedad en su conjunto.
*Publicado en Página12
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