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Parafraseando La Biblia (para
qué andar con chiquitas) dicen que Dios tomó la costilla fisurada de tanto
trabajar de Mauricio de la Rúa, la emparchó con un pedazo de osobuco que fue
todo lo que pudo pagar en el supermercado, le creó una esposa llamada Política
y se la presentó al hombre diciéndole: "Esta es tu mujer, ahora hacete
cargo". Ella se sacudió el pelo y la modorra y como buena mujer comenzó a
pedir explicaciones, y Mauricio de la Rúa hizo lo que todo hombre haría en su
lugar haría: salió corriendo.
Mauricio de la Rúa no habla de política, ni de partidos, ni de plan ni
de proyecto. Incluso se podría pensar que no hace política, excepto los
intentos de dividir al peronismo. Pero durante dos meses no se sentó a hablar
con los legisladores ni con los anteriores ministros ni con las Madres ni con
las Abuelas ni con los sindicatos. Es que estuvo muy ocupado devolviendo a los
pobres privilegiados los derechos perdidos en la última década, derechos que
habían ganado duramente apoyando genocidios y traicionando a la democracia
sistemáticamente.
Lo que nadie entiende es que Mauricio de la Rúa tiene un plan secreto
en su cabeza privilegiada: un nuevo Génesis. El sueña con fundar un nuevo país.
El país de la alegría, sin negrada, sin bombos en la calle, sin obreros
pidiendo aumento a cada rato, o sin obreros excepto los indispensables. Pero el
pobre soñador no puede avanzar en su proyecto porque su esposa, Política, lo
persigue por la casa pidiéndole que se siente a hablar con ella, que tiene para
darle una ristra de consejos, retos y advertencias. Pero Mauricio de la Rúa
actúa como esos novios timoratos que demoran el día de la "prueba de
amor" por miedo a pasar un papelón.
El problema del sueño de Mauricio de la Rúa es que donde él quiere
crear un nuevo mundo ya hay otro. Entonces para hacer un Génesis debe hacer
primero un Apocalipsis (que comienza dividiendo al peronismo, o
exterminándolo). Y entonces sí su sueño se haría realidad. Borraría todos los
nombres de todas las calles y les pondría nombres nuevos: Felicidad, Alegría,
Chicho Serna. Y cambiaría todos los sentidos de circulación. Borraría héroes y
crearía otros nuevos: Domingo Cavallo, el Sai Baba, El Tanque Rojas. Mauricio
de la Rúa entiende que es una tarea difícil (porque gil no es aunque haga
giladas). Por eso se siente cansado antes de comenzar. Envidia a Dios, porque
los hombres grandes se miden con otros grandes. Dios la tuvo fácil, agarró un
mundo vacío, o casi, y si había un desierto ponía árboles. Donde no había
comida ponía peces y animales. Donde había mujeres ponía hombres para
someterlas (eso duró hasta que llegó Política, que no se calla ni con la boca
cerrada).
Y para peor, como bien dice la Biblia, llegaba el momento de la
desobediencia del hombre. Y este hombre que desobedece a nuestro soñador no
tenía en su mente comerse una manzanita y ser expulsado del paraíso. Este se
comía la manzana, después pedía trabajo, el asado barato, seguir vacacionando y
cambiar el auto. Estos hombres que lo desobedecen no lo escuchan a él, sino a
dirigentes que prefieren el mundo viejo. Hasta escucharían a una serpiente (o a
una Yegua) si se les presentara hablando, y no precisamente de manzanas. ¿Y
Política, qué será de la vida de Política? Política no le daba tregua. Lo dejó
en paz en enero porque no es de mujer razonable joder a un hombre que sueña en
grande. Y enero es un mes de molicie, de tirarse en la arena a construir
castillitos (Mauricio de la Rúa no construye castillitos, destruye los que
hacen sus vecinitos de carpa). Pero un día no aguantó más y le dijo: "No
podés construir un mundo donde ya hay otro con sus reglas, con su gente".
Y él contestó: ¿No podemos hacer como cuando comprábamos una villa, echábamos a
la gente y hacíamos un country?".
Para colmo, a una buena parábola bíblica no le podían faltar Caín y
Abel. Acá, Mauricio de la Rúa, harto de escuchar los gritos de su esposa,
Política, se ocupó del caso con energía de líder. Agarró a los radicales y les
dijo: "Ustedes son Abel, pum, están muertos". Y se fue a dormir la
siesta de los siete días en compensación a los siete días que le llevaría crear
el mundo nuevo. Pero no pudo dormir porque lo despertó Política para pedirle la
prueba de amor. "¡De la Rúa -le dijo (cuando está enojada lo llama por el
apellido)-, es hora de que te metas en la cama y cumplas tus obligaciones con
tu esposa, Política!".
Pero él tenía la excusa ideal para dilatar el momento de la prueba de
amor. Viajar a Davos donde todos comprenderían su proyecto de Génesis. Pero no
fue así, más bien fue al revés. No se sabe si estaba cansado del viaje o Suiza
tiene mala "vibra". O quizá tanto que la realidad lo abrumaba y como
dijo Ana Arendt de Heidegger, "iba mirando las estrellas y se cayó en un
pozo" (el pozo era el nazismo), pero en Davos Mauricio de la Rúa no pegó
una. Anunció inversiones viejas, le preguntaron sobre Colombia y se le cruzó en
la cabeza el Patrón Bermúdez (otro nombre para una calle), le hablaron de
México y le dieron ganas de bailar cumbia.
Se reunió con un inglés muy simpático (no se acuerda el nombre) que le
dijo que no le iba a devolver Malvinas y él le contestó que su Génesis no
incluía islas, "cada hombre es un isla, por eso en mi mundo hay sólo
continentes. Las islas, el narcotráfico y las murgas están prohibidas por
DNU". A su regreso, su esposa, Política se le rió en la cara: "Y
encima llevás un bono que no se lo vendés ni a los chinos, que a la Yegua
(entre mujeres es un elogio) le compraban cualquier porquería".
Pobre Mauricio de la Rúa, nadie lo entiende. Nadie entiende que un
Génesis da mucho trabajo. Porque no es joda matar un país para darle nacimiento
a otro. Son siete días de trabajo duro. Para colmo de males, en cada lugar
donde pisó la Yegua hay que hacer un exorcismo como se hacía en el medioevo (y
no es joda) cuando una mujer entraba a un convento y un monje iba detrás
limpiando el piso.
El Génesis no llega porque el Apocalipsis se demora más de lo
previsto. Es que "nada se pierde, todo se transforma". Lo que demolés
se transforma en escombros que no dejan circular, lo que matás se transforma en
cadáver que no te dejan bailar, lo que suprimís se transforma en protesta que
no te dejan dormir, lo que borrás se vuelve parte del imaginario de los
habitantes de ese mundo viejo que se niega a morir. Y los plazos se acaban. Su
esposa, Política, se lo dice a cada rato: "De la Rúa, se te acaban los
plazos, en marzo vas a tener que lidiar con el Congreso, se te incendia el
país, afuera te miran como si estuvieras loco, y para colmo llegan las
paritarias".
"¿No las habíamos prohibido?", pregunta Mauricio de la Rúa
cada vez más confundido en sus sueños de grandeza. "No, y lo sabrías si te
hubieras sentado a hablar conmigo en lugar de hablar con el perro Balcarce como
loco malo", le dice su esposa, Política, práctica como toda mujer. Y
Política sigue: "Porque no es política visitar y que te visiten los amigos
y socios para que les rindas pleitesía. Política es sentarse con los díscolos,
con los pedigüeños, con los contrincantes, con lo que tienen escrito en la
frente 'a la primera de cambio te voy a apuñalar por la espalda'".
"Ese momento va a llegar en breve y vos durmiendo la siesta o
jugando al golf. A menos que se te fisure otra costilla o te pidas otras
vacaciones, se avecina el momento de mostrar muñeca para lidiar con el millar
de problemas que el país tiene, y el otro millar que creaste por no escucharme.
Y mientras vos pensás en crear un mundo nuevo, afuera de la choza hay un montón
de hienas que te siguen y que se comen todo a su paso. Y lo que es peor, te van
a sacrificar a la primera ocasión. ¿No sabés acaso que el fusible es el
gerente, nunca el sistema?".
Eso le dolió a Mauricio De La Rúa. Algunos dicen que tuvo un ataque de
pánico, otros que lloró un rato y que ella le acariciaba la cabeza
consolándolo. Otros aseguran que ella intentó ahorcarlo. Puras habladurías. Yo
sé (porque leo la Biblia a cada rato) que ella lo trató con cariño, quizá por
última vez, y le dijo: "De la Rúa, por mucho que demores el momento, un
día de éstos vas a tener que dormir conmigo. Y más vale que me trates bien y
que me hagas feliz y me dejes satisfecha, porque si no, no habrá Dios que te
salve". Amén.
*Publicado en Rosario12
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