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No se puede ganar sólo con spots de candidatos hablando lindo. Hay que
meter las caras de los potenciales funcionarios de Macri y, debajo de cada uno,
la estafa de la que fueron parte cuando les tocó ser administración. Tampoco se
puede ganar hablando de la crisis de 2001 sin recordarle al pueblo argentino
(¡y con imágenes!) la catástrofe social y económica de fines de aquel año, la
represión, las muertes, la desesperación y el Corralito. Y mucho menos se puede
ganar afirmando que el proyecto político que representa Macri es un modelo de
"país". El proyecto conservador reduce la Argentina a una
semicolonia, semicolonia excluyente del 99% de la población y tres cuartas
partes de las provincias. Esta es la diferencia principal y no puede ser
soslayada.
Pilares de la semicolonia.
No hay dos modelos de "país" en pugna. No lo hay ahora ni lo
hubo en estos 205 años desde la Revolución de Mayo. Tal disyuntiva es falsa y
forma parte del relato neoliberal, histórico y presente. Desde los
contrarrevolucionarios de 1810 y Bernardino Rivadavia, el proyecto político
conservador se propuso erigir una semicolonia en el Río de la Plata, esto es,
cambiar la tutela de la monarquía española por la británica, convirtiendo las
Provincias Unidas en patio trasero de los talleres europeos, a la vez que al
país profundo y autóctono en patio trasero de los intereses mercantilistas
porteños primero, porteños y bonaerenses (ganaderos) después.
Existió pues y en este sentido una auténtica geopolítica para el
diseño y la consolidación de esa semicolonia, semicolonia que no puede ser
considerada un "país"; mucho menos una "Nación".
"Civilización y barbarie" fue su bandería cultural y militar;
librecambismo y endeudamiento las dos caras de su política económica; el
"granero del mundo" su inserción en la división internacional del
trabajo; el unitarismo y centralismo porteños, la ideología que definió su
administración y burocracia (mientras más chico y menos poblado el país mejor);
y las zonceras "el mal que aqueja a la Argentina es la extensión" y
"achicar el Estado es agrandar la Nación" la filosofía rectora de su
funcionamiento interno, planificación territorial e infraestructura requerida.
La "nación" de los
842 mil kilómetros cuadrados.
Constituye un grave error político, histórico y cultural afirmar pues
que el proyecto político conservador aspira a forjar y consolidar una Nación,
cuando desde 1810 no ha hecho otra cosa que segregar a las grandes mayorías y
segregar el territorio original de las Provincias Unidas primero y su
territorio actual después, por ejemplo al decretar la inviabilidad de cerca de
la mitad de las 23 provincias. Es que en el "país" semicolonial sobra
más del 77% de la superficie total de la Argentina. Digresión de una matemática
emancipadora: según el Instituto Geográfico Nacional, la superficie total del
país asciende a 3.761.274 km², de los cuales 2.791.810 km² son continentales
americanos y 969.464 km² continentales antárticos (incluyendo las islas Orcadas
del Sur) y a las islas australes (Georgias y Sandwich). Si de la superficie
total nos quedamos con el "país" históricamente pretendido por el
conservadurismo doméstico, estamos en presencia de aproximadamente 842.000 km²
(las superficies sumadas de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, La Pampa y, desde
Vaca Muerta, Neuquén). Es decir, la superficie de la semicolonia prescindiría
de 2.919.000 km² o el 77,6% del actual territorio de la Argentina.
Elecciones y votantes en la
cuestión nacional.
Al presentar su plan de gobierno en 1946, el General Perón advirtió en
su discurso al Parlamento: "En el
estudio de nuestro plan hemos llegado a la conclusión que de los casi 3
millones de kilómetros cuadrados de nuestro territorio continental, explotamos
tan sólo 1 millón y que de este último apenas obtenemos un rendimiento de un 25
a 30%. El Plan de Gobierno quiere llegar a que esos 3 millones de kilómetros
produzcan el 50% de su riqueza para repartirla proporcional y equitativamente
entre todos los argentinos".
Era el resultado del proyecto semicolonial, profundizado desde 1862,
el que Perón denunciaba en el lanzamiento del Primer Plan Quinquenal. En 2003
Néstor Kirchner heredó aún peor semicolonia, revertida por supuesto desde entonces,
pero que en el fondo aún subyace. Y donde mejor se expresa es en el resultado
de las elecciones -en general de todos los procesos electorales desde la Ley
Sáenz Peña-.
Allí es donde se evidencia la coexistencia de dos proyectos políticos
antagónicos en nuestro país, pero no por los guarismos sino por su expresión
territorial. ¿No es mucha coincidencia que el conservadurismo obtenga su mayor
caudal de votos justamente en la Ciudad-Puerto, en el Litoral y en las
provincias histórica y tradicionalmente agropecuarias?
Geopolítica conservadora y
granero del mundo.
El conflicto se debate en realidad entre dos proyectos políticos
antagónicos e incompatibles: semicolonia por un lado, con las mayorías
progresivamente infelices y ultrajadas, bajo una bandera que con suerte y
viento huracanado de cola logra cobijar a un puñado de millones, circunscripta
a su vez a una extensión territorial enana y que es esencialmente el histórico
anhelo mitrista de "país"; y Estado-Nación por el otro, con un pabellón
que busca resguardarnos a todos y todas sin excepciones, dispuesto siempre a
generar constante bienestar y realización colectivas, fiel en su geografía a la
concepción de Patria de nuestros grandes libertadores y libertadoras.
En palabras de la presidenta: "...
un modelo de matriz diversificada basado, fundamentalmente, en el valor
agregado que permite que la gran parte de los argentinos tengan trabajos y
salarios que les permitan ingresar a una vida digna", en las antípodas
de un "modelo diferente que exige
que los argentinos consuman menos: que consuman menos carne, que consuman menos
leche, que consuman menos pan, para de esta manera tener excedentes, como lo
que fue el modelo agroexportador de principios de siglo. Una Argentina
agroexportadora donde queden mayores excedentes para exportar"
(discurso con motivo de firmarse el Fondo Federal Solidario de la soja).
Por ende, desmantelar la zoncera que atribuye al conservadurismo una
representación "nacional" es estratégico, pues explica desde la
batalla cultural y la cuestión nacional que, por ejemplo, la demoledora
postración del país heredada en 2003 -sobre todo del país profundo- obedeció,
más que a una "crisis" o a políticas económicas neoliberales, a la
continuidad durante casi medio siglo de una geopolítica conservadora tendiente
a desintegrar al país, con la finalidad expresa de convertirlo en granero del
mundo.
Igual con la "Nación" horrendamente desigual y combinada que
éramos en el Centenario y que, salvo el interregno 1945-1955, retornó entre
1955 y mayo de 2003. Cabe preguntarse, a propósito, si cuando los votantes de
las fuerzas reaccionarias les brindan su apoyo es porque realmente quieren
vivir en una semicolonia excluyente de provincias y decenas de millones de
compatriotas, sin ciencia ni tecnología, pobreza atroz, bienestar como
mercancía, endeudamiento asfixiante, donde la energía (los hidrocarburos) se
priorice para el consumo extranjero -al igual que con la riqueza agropecuaria y
sus rentas extraordinarias-; o bien porque caen presas de la zoncera conservadora
que atribuye a su proyecto político un status de Nación, parte medular de su
falso discurso "popular".
Macri, que es mitrismo en su fase buitrista, no puede hacerse cargo de
los problemas del país ni de los argentinos y argentinas, no sólo por su
naturaleza reaccionaria sino porque sencillamente están para otra cosa y sirven
a otros fines. Por eso, cuando funcionarios como Julio De Vido afirman que
"el peronismo siempre se hizo cargo" del país y de su pueblo, de la
infraestructura , la industria, el empleo, la ciencia y la tecnología
(pueblocéntricas) no se refieren tanto a una cuestión de meras capacidades o
principios. No pasa por ahí. El peronismo, que es profundamente plural y
democrático, ha sido y es el único movimiento político e ideológico
genuinamente nacional (de Nación), fraguado en 1810 y en nuestras gestas
independentistas y federales del siglo XIX (incluyendo Vuelta de Obligado y en
la Guerra de la Triple Infamia).
Si los argentinos quieren una Nación, el peronismo -herencia del yrigoyenismo,
hoy transitando su fase superior kirchnerista- es la única garantía de ello. Y
es precisamente por esta razón que las clases populares no pueden dudar el
próximo 22 de noviembre. El 99,9% de los votantes de todos los candidatos
-incluido Macri- están más cerca de la Nación que de la semicolonia.
*Publicado en Tiempo Argentino
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