El Tío Tom (el de La cabaña...) daba consejos: “Si te portás bien, el
amo será bondadoso”; y daba a entender que la actitud del amo dependía de la
del esclavo. Si al esclavo lo tratan mal, es porque se portó mal. El Tío Tom no
podía ver que lo que estaba mal era la esclavitud. Porque para que permaneciera
esclavo lo habían convencido de que la esclavitud era natural: hay quienes
nacen para amos y otros para esclavos, pensaba. Debía ser sumiso y obediente
con el patrón.
Cuando se conoció el fallo de la
Corte norteamericana que favoreció a los fondos buitre, dirigentes de la
oposición se apresuraron a criticar el discurso oficial sobre estos buitres. Se
dijo que había que terminar con un discurso “prepotente” y que ese tono de
provocación permanente proyectaba la imagen de un país bananero, lo cual había
influido en los jueces supremos del Norte. Algunos de los que hicieron fila
para pegarle al Gobierno por el fallo fueron Julio Cobos, Patricia Bullrich,
Margarita Stolbizer, Martín Lousteau, Pino Solanas, Hermes Binner y varios
legisladores del radicalismo.
*Publicado en Página12
Los medios opositores machacaron
sobre el tema con un dejo de “yo te lo dije” y “se la buscaron”, como si el
fallo perjudicara solamente al Gobierno, como si el Gobierno fuera responsable
por ese fallo y como si el fallo fuera una ocurrencia de la Corte. Los medios
jugaron con este sentido común de Tío Tom que naturaliza la esclavitud, y la
oposición orilló por ese andarivel, a veces por oportunismo y a veces realmente
por Tío Tom.
La fuente del mal no está en la
actitud del amo, ni en la del esclavo: el mal de fondo está en la esclavitud.
Lo que estuvo mal no fue el discurso del Gobierno, ni el fallo de la Corte.
Porque los fallos de Griesa y luego el de la Corte fueron congruentes con un
sistema económico internacional que está hecho para favorecer a los buitres. Es
el sistema que empezó a diseñarse en los acuerdos de Bretton Woods, y que
surgió como hegemónico y exacerbado en el mundo unipolar de la Posguerra Fría y
la globalización financiera. Pensar que el Gobierno se portó mal porque
calificó como “buitres” a esos agentes financieros, y como “extorsión” a sus
demandas, habilitadas por el fallo de Griesa, y que entonces el amo
representado por la Corte norteamericana le dio un coscorrón con el fallo, es
pensar como el Tío Tom. Es mostrar la hilacha de un convencimiento íntimo,
ingenuo, casi mágico, por el cual, en el mundo natural, la usura es un negocio
legal y sus víctimas se tienen que resignar ante ese hecho de la realidad. Es
la mirada inducida, instalada, que explica, por ejemplo, que millones de
esclavos pudieran ser sometidos por un puñado de amos. Parecen convencidos de
que el fallo hubiera sido distinto si en vez de decir “la extorsión de los
fondos buitre”, el Gobierno hubiera hablado de “los derechos de los holdouts”.
La intención de instalar esa
mirada está. Apenas se conoció el fallo, Carlos Melconian, Martín Redrado,
Federico Sturzenegger y hasta el mismo Domingo Cavallo, y otros economistas con
el mismo currículum, invadieron las pantallas de televisión. Los medios
opositores los volvieron a convertir en exponentes de la verdad, en los jueces
vengativos contra la rebelión. Los apologistas del endeudamiento de los ‘90,
los responsables de políticas que llevaron a la crisis más colosal de la
historia argentina, fueron convocados por los medios opositores para explicar
lo que está mal y lo que está bien. Fueron irónicos y condescendientes, fueron
inapelables y superiores. Repitieron lo que siempre dijeron, no hubo nada
nuevo, pero en esa resurrección se pudo entrever uno de los futuros posibles:
el retorno al pasado de la mano de muchos de los Tío Tom de la política.
La esencia ideológica del fallo
de Griesa, y del desinterés de la Corte norteamericana, es la protección de los
fondos de especulación frente a los derechos de millones de personas que fueron
empobrecidas por esas prácticas y que están representadas por los Estados de
sus países. Hay una tradición en la Justicia norteamericana de proteger a las
corporaciones norteamericanas que representan la propiedad privada frente a los
Estados extranjeros que representan un bien público. El fallo de Griesa no hubiera
sido diferente aunque le besaran los pies, como algunos sugerían. El escenario
del juez rodeado por los buitres estaba montado antes del discurso de la
Presidenta. Fue un circo para humillar a los “argies”.
En contrapartida, la posición
argentina se basó en el derecho de los Estados a reestructurar sus deudas
soberanas en el contexto de normativas internacionales razonables y en uso.
Todo el proceso de reestructuración de la deuda externa fue realizado para
salir del default. Por eso evitó decisiones unilaterales –como declarar ilegal
la deuda–, las que prometían eternizar un escenario de bloqueo financiero.
Cualquier medida unilateral hubiera implicado un default, que es lo que se
trataba de evitar.
En cambio, la quita, los plazos,
los modos de pago, cada paso fue discutido arduamente con los acreedores y sólo
se avanzó cuando se llegó a la aprobación de más de las dos terceras partes de
ellos. Es el porcentaje establecido por las legislaciones nacionales cuando se
produce una quiebra. Es lo que se respetó y se dio por establecido, aunque no
existiera una ley internacional escrita como en las legislaciones nacionales.
El resultado de esa negociación tan difícil y dura fue muy ventajoso para la
Argentina. Se logró un ahorro neto y porcentual mucho mayor del que obtuvo el
presidente Rafael Correa, de Ecuador, cuando declaró ilegal un tramo de su
deuda. En ese momento representó la quita más importante en la historia de las
reestructuraciones de deuda en el planeta.
Oponer la declaración ilegal de
la deuda con la reestructuración exitosa que logró el kirchnerismo resulta muy
forzado; y cuando se utilizó de esa manera, generó paradojas. Quien así lo hizo
terminó aliado a fuerzas políticas que tomaron esa deuda ruinosa cuando fueron
gobierno, para oponerse a la fuerza política que en definitiva logró una quita
fenomenal del 70 por ciento.
En esa línea, este falso
nacionalismo termina muy cerca de las campañas de difamación de los grupos de
poder afectados por esa política soberana. La estrategia que usó la Argentina
para reestructurar su deuda generó el rechazo de los prestamistas
internacionales, pero al mismo tiempo dividió ese frente. El artículo que
publicó ayer el diario norteamericano The New York Times es ilustrativo. Para
el diario “es difícil sentir simpatía por Argentina” porque llevó a cabo una
“brutal reestructuración, cuando razonablemente podría haber sido más
generosa”. Pero advierte que los fallos del juez Griesa y el de la Corte
Suprema norteamericana pueden perjudicar “a países cuyos problemas financieros
son mucho más graves”. El editorial de este diario conservador confirma que los
que se opusieron a esta reestructuración de la deuda con argumentos
supuestamente nacionalistas quedaron fuera de un hecho histórico en el tema que
les interesa, y que la Argentina aparece en esta batalla legal como exponente
de una gran cantidad de países que serán muy afectados según la forma en que se
defina esta situación. The New York Times advirtió también que los fallos de
Griesa y la Corte pusieron en riesgo el carácter de Nueva York como capital
financiera del mundo. Muchos de los países que tomen deuda lo pensarán dos
veces antes de decidir pagar en bancos de esa ciudad o aceptar contratos bajo
esa jurisdicción que cierra todos los caminos a cualquier reestructuración en
caso de crisis.
El discurso de la Presidenta en
Rosario por el Día de la Bandera se puso en línea con la estrategia que se
inició en el gobierno de Néstor Kirchner. El Gobierno no está empeñado en no
negociar. Por el contrario, es el principal interesado en hacerlo. De hecho le
ha ido bien cuando lo hizo. Pero no hará nada por este 1 por ciento de los
acreedores que ponga en riesgo la reestructuración exitosa que había logrado
con el 92,4 por ciento de ellos. Con esos parámetros, cualquier negociación que
emprenda será bastante dura. Los buitres también lo saben y por eso tratarán de
capitalizar lo más posible sus triunfos judiciales en Nueva York. Podrían
empujar al default a la Argentina para condicionar de esa manera al próximo
gobierno. Pero el kirchnerismo podría convertir esa crisis en una causa
nacional que potencie a sus candidatos y lo mantenga en el poder. Cuanto más se
prolongue en el tiempo, el hilo se hará más delgado y comenzará a incidir con
más fuerza el debate abierto entre los Estados y los organismos financieros
internacionales que buscan dejar una puerta abierta a las reestructuraciones de
la deuda externa. Los buitres, a su vez, tratarán de incidir sobre las
contradicciones políticas internas, como lo hicieron cuando convocaron a una
reunión en San Pablo, Brasil, en abril del año pasado, para financiar a grupos
de caceroleros que se movilizaron en el 18-A. El fondo NML, del que participa
Paul Singer y el que llevó adelante la causa contra la Argentina en el juzgado
de Griesa, financia a la ONG Vital Voices de la que es co-fundadora la diputada
del PRO, Laura Alonso. Casualmente fue esta legisladora una de las que recibió
con más alabanzas el fallo de la Corte norteamericana contra la Argentina. “Es
una demostración de la independencia de la Justicia en ese país”, dijo.
Seguramente habrá más situaciones de este tipo que no se han hecho públicas.
Todo lo que debilite al Gobierno, es ganancia para ellos.
Las decisiones judiciales
pusieron a los buitres en el cenit; es su momento de mayor fuerza. A medida que
pase el tiempo comenzarán a incidir otros factores. A la Argentina le interesa
negociar. A ellos les interesa apurar definiciones, quieren negociaciones
rápidas o desgastar a este gobierno para condicionar a los que vengan. Son varios
los escenarios posibles. El proceso recién empieza.
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