viernes, 29 de marzo de 2024

TIEMPO DE PARADOJAS

Por Roberto Marra

Según la Real Academia Española, una paradoja es una idea lógicamente contradictoria u opuesta a lo que se considera verdadero para la opinión general. Según esta definición, el actual gobierno de Argentina es una paradoja en sí mismo, ya que todos sus actos son contrarios a lo que se puede considerar como “gobierno”, pues están reñidos con las lógicas acciones esperables de quien (o quienes) se ofrecieron para gobernar en nombre de los intereses de la población que los votó.

Sin embargo, esta contradicción, evidente con solo observar los movimientos políticos, las declaraciones, las acusaciones, las denostaciones y los insultos proferidos por el personaje que oficia de presidente, no parece hacer despertar de la pesadilla que protagonizan a los integrantes de una población que sigue con sus capacidades racionales atascadas, cayendo a velocidad acelerada en un pozo sin fondo, repitiendo ese “mantra”, incoherente con la realidad que vivieron, de: “había que terminar con la fiesta populista”.

Esa frase, otro paradojal modo de mostrar la realidad, como tantas otras manifestaciones difundidas profusamente por la mediática falaz e inmoral, sirvió (e, increiblemente, sirve aún) para mantener hipnotizada a una gran parte de la ciudadanía, que acepta lo (aparentemente) inevitable con tal de eliminar al (aparente) enemigo de sus intereses. La construcción de ese “sentido común” paradojal, ha traído a nuestra Nación al punto previo a la disolución institucional, al fin del sentido de Patria, al horror de la aceptación de un genocidio en ciernes, con tal de sentirse parte de un sistema contrario a los postulados del peronismo, el alter ego del odio irracional que padecemos.

Frente a semejante condición de la sociedad y este estallido de brutalidad ilimitada, quienes resultaron electos legisladores por la parte de la ciudadanía que no aceptó el chantaje pre-electoral de los actuales gobernantes, actúan también paradojalmente frente a este enemigo (no adversario), ya que sus manifestaciones contrarias no generan un correlato de acciones concretas para evitar, trabar y destruir este intento disolutorio de la Nación. Otro tanto sucede con quienes conducen los sindicatos que, en general, siguen refugiados en sus comodidades de oficinas alejadas de la miseria cotidiana, esperando vaya a saberse que misterioso acontecimiento para tomar decisiones que la lógica reclama con urgencia.

Hay que esperar que la gente se de cuenta”, dicen algunos. “Hay que generar una correlación de fuerzas favorable, dicen otros. “Se va a caer solo...”, dicen los esperanzados en la mano de Dios. Pero mientras estas y otras similares zonceras se emiten (con cierta inocencia) por parte de quienes podemos considerar que intentan defender los intereses de las mayorías populares, los pibes y las pibas termina cada uno de su días sin haber comido bien (en el mejor de los casos) o no habiendo podido introducir un mendrugo en sus bocas. Los hospitales y las escuelas son abandonadas a su suerte, que es la misma de que los demandantes de sus servicios. Los jubilados deben decidir entre comer o tomar medicamentos, una disyuntiva también paradojal frente a la muerte que los acecha, lo cual es motivo de alegría para la obtusa canciller que no conoce la palabra piedad.

Estos y otros hechos monstruosos son lo cotidiano, aceptado con un estoicismo digno de objetivos más virtuosos. La beligerancia contra las “personas de bien” desmienten al troglodita habitante de la Rosada, cuya verba padecemos a cada instante merced al regodeo comunicacional de mostrar su histrionismo ridículo para someternos a un escarnio que asegure las cabezas gachas, la resignación y la autodestrucción.

No son tiempos de medias tintas, ni de palabreríos inconducentes, ni de esperas eternas de momentos “ideales” para actuar. Estamos en un momento donde todo ha quedado en blanco y negro, tan claro como horroroso. Donde lo único que no se puede hacer es no hacer nada, donde construir una renovada mayoría sea la prioridad que nos permita enfrentar a este enemigo despiadado, socavando sus bases de sustentación, conduciendo a los distraidos hacia la verdad que tapan los relatos y los bombardeos mediáticos. Donde la palabra Patria regrese a su alto significado de unidad del pueblo bajo las banderas de la soberanía. Donde la libertad deje de ser un eslogan de los brutos con iniciativa (malévola). Donde la Justicia Social no se mencione como un estigma provocador de discursos imbéciles, dando paso a la recuperación de la solidaridad en su máxima expresión, la de compartir un mismo destino entre todos quienes se sienten argentinos de verdad y parte de una Patria Grande que no merece tener en su región a un cobarde domador de miserias como presidente.

Lo paradójico es que ya lo hicimos. Y en esa historia está la verdad que nos hará libres.

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