martes, 30 de enero de 2024

VOLVER A LA REALIDAD

Por Roberto Marra

El primer paso para no solucionar un problema, es ignorar la realidad. Pero ignorarla a propósito, para que no sea ella la que imponga un camino hacia la dilucidación del conflicto de intereses en que, generalmente, deriva cualquier dificultad o brete en que se encuentre. El segundo peldaño hacia el sótano de los errores garrafales, es el que se baja con la soberbia de quienes proponen y construyen esas incongruencias con los hechos verdaderos, acompañados con la imprescindible manipulación comunicacional, de manera de asegurarse apoyos masivos a semejantes procedimientos atentatorios contra la razón y sus evidencias.

Claro que estos actos reñidos con la coherencia y la racionalidad no se ejecutan por error ni por caprichos personales, aunque de ellos se nutran para consolidarlos. Hay mucho pensamiento y trabajo intelectual detrás de esos actos que parecieran espontáneos, de esas acciones que parecieran extraídas de un manual de la insensatez.

Las palabras no son elegidas al azar, cuando se dirigen a las masas de impávidos y desesperados en que convierten previamente a la mayoría del Pueblo. La metamorfosis de personas pensantes en simples repetidores de consignas vacías y negativas para sus intereses, es el trabajo comunicacional que les provee de una “infantería” embobada y desclasada, presta a desafiar a sus propias historias con mentiras que no se sostienen de otra forma que con la anulación del conocimiento de la realidad.

El paso del tiempo y la aplicación sostenida de métodos educativos formales con poca conexión con la historia real y mucha propensión a la repetición de las taras propias de la sociedad en la que se desarrolla, conducen a las nuevas generaciones hacia el abismo de la ignorancia y, peor aún, de la brutalidad. Resulta complicado, después, intentar modificar semejantes albedríos anulados hacia el lado de la solidaridad y la justicia social, elementos básicos de una sociedad que puede pretender desarrollarse de manera virtuosa y equitativa.

Cuando, como resultado de estas bases destructivas del raciocinio social, se generan gobiernos extremistas del odio y aparatos estatales destinados al otorgamiento de todas las ventajas a los enemigos de la equidad distributiva, surgen naturales reacciones populares, aunque no todas direccionadas hacia los mismos objetivos y, en la mayoría de los casos, buscando culpas en los mismos señalados por el Poder Real como los responsables de todos los males soportados.

Ese es un buen ámbito para la “pesca” oportunista de quienes se pretendan como futuros líderes (de barro), que los poderosos estimularán para evitar que se haga la luz en las mentes obnubiladas de las mayorías. Ahí estarán los medios alcahuetes de siempre (y otros que se hacen pasar por “independientes”), para elevar a la consideración popular a los “camaleones” que harán posible el gatopardismo que necesitan para que nada cambie de verdad.

Razón y corazón son los lados de una moneda que la sociedad debe tener siempre en los bolsillos de las esperanzas. Son con ellas que se pueden “comprar” las realidades alternativas, las que emergen de los hechos y sus ejecutores leales, las que se fabrican con los mismos ingredientes que alguna vez las mayorías supieron combinar hasta construir una felicidad popular que proponía futuro cierto y seguro.

La rebelión esperable y necesaria de los que aún estamos vivos y despiertos, ya no podrá hacerse con falsas unidades cupulares, donde los egos de quienes no poseen suficientes capacidades suelen mellar las confianzas mayoritarias y hundir los procesos iniciados. Tampoco será posible incluir a quienes se mimetizan ahora mismo con los destructores de la vida de quienes juraron defender desde sus cargos falsificados, vendidos al peor postor.

Viejas banderas, viejas verdades, viejos reclamos, todos deberán retomarse con la capacidad resiliente de un Pueblo acostumbrado a las epopeyas, que sólo deberá aceptar la conducción de los patriotas más capaces, aquellos que nunca callaron ni se agacharon ante los poderosos, demostrando que la sangre derramada de miles de argentinos jamás puede ni debe ser regalada a los buitres, ni de adentro, ni de afuera.

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