viernes, 24 de febrero de 2023

LA DANZA DE LOS NOMBRES

Por Roberto Marra

Existe una runfla de supuestos “analistas políticos”, la mayoría simples relatores de encuestas ajenas, que pululan por los medios masivos de comunicación. No hay programa periodístico, de cualquier orientación ideológica, que no se tiente a llevar algunos de estos fabuladores de la cifras, para hacer ver que cuentan con respaldos “científicos” sus posteriores elucubraciones politiqueras. Algunos se han convertido en especies de “personajes” que, con actitudes histriónicas, generan relatos con pretensiones de influir en las decisiones de quienes les escuchan y ven, seguramente muy bien pagados por quienes necesitan que se generen expectativas sobre pre-determinados dirigentes.

Los periodistas, que saben del escaso rigor con que se preparan esas narrativas, siguen el juego, los apañan y los inducen a dar definiciones tajantes sobre el tema político que predomine o que intenten instalar como predominante. Es una danza de nombres y cargos, elucubrados con persistente insistencia en hablar de personas y no de ideas, de figuras destacadas y no de programas, de sistemas electorales y no de metodologías de gobierno. Importa quienes y no los para qué, se hace incapié en la cáscara y no en el contenido, se insiste en conocer sobre lo superfluo y no en la capacidad de gobernanza y conducción.

Todo se ha reducido a conjeturas numéricas, porcentajes deducidos de encuestas, interpretaciones de dichos de los candidatos que ni siquiera lo son todavía. Danza de números, solos, sin la imprescindible compañía de las razones, ni de las metas, ni de algunas ideas siquiera. Entretenimiento para una tribuna ansiosa de conocer un destino para el que nadie parece querer (o poder) elaborar un camino de probabilidades y, mucho menos, de certezas. Ejercicio aritmético vano, en tanto la realidad va carcomiendo las ilusiones de los eternos ninguneados, haciendo trizas las esperanzas que pudieron antes volcar sus decisiones hacia los voluntarios que prometieron apagar el fuego de la miseria contraída por traidores a la Patria que, increíblemente, se ofrecen otra vez para continuar con sus despropósitos destructivos de la Nación.

El futuro golpea la puerta de la conciencia popular, la invita a decidir, le transfiere responsabilidad y la provoca con nombres propios. La estructura ideológica que pueda respaldar a los hombres o mujeres “ofrecidos”, está allí, detrás de la parafernalia verbal utilizada para enaltecer capacidades conductivas. Algunos no lo muestran demasiado, como para no asustar al electorado con ideas que pudieran hacer ver el destino fatal de sus votos. Otros, que sí se animan a despojarse de máscaras publicitarias para poner sobre la mesa los objetivos y hasta las herramientas para lograrlos, son profusamente denostados, alejados del conocimiento de los votantes, reducidos a condenas mediáticas que auguran las judiciales, destronando la credibilidad que sus historias políticas demuestran con claridad.

En ese fantasioso mundillo de la hipocresía y la sinrazón, deberemos ser capaces de elegir, y no de optar por el mal menor. En ese sustrato desalentador del protagonismo popular, se habrá de tener que empujar la verdad hasta hacerla mayoritaria. En ese oscuro pasadizo hacia la salida reclamada por quienes sufren la pertinaz decadencia de sus formas de vida, tendremos que ser capaces de alentar a quien se anime a responderle al Poder Real con la frente en alto, que nos diga qué y cómo hará tal cosa. Se decide mucho más que nombres propios. Se decide entre el triunfo de la esperanza en construir la Justicia Social o desbarrancarse al abismo de la mentira organizada para matar la noción misma de Patria.

 

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