domingo, 17 de enero de 2021

UNA CARRERA POR LA VIDA

Por Roberto Marra

En las carreras de automóviles, se aplican diferentes estrategias y tácticas para rebasar al adversario que va adelante. Las estrategias dependerán siempre de la capacidades mecánicas del vehículo y de las circunstancias derivadas del circuito donde se desarrolle la competencia, como así también se tendrán en cuenta las posiciones relativas en el campeonato que se esté disputando y las necesidades de sobreponerse a deficientes actuaciones anteriores, entre otras posibles circunstancias a evaluar. Las tácticas para aventajar al contrincante se derivan más de la capacidad del conductor y una mezcla de experiencia e instinto para descubrir dónde y cuando puede llegar a lograr su objetivo.

Resulta muy difícil que un competidor pueda llegara vencer a otro si todo el tiempo sólo copia la trayectoria de su rival inmediato, sin moverse casi nada de la línea que éste transita en el circuito. La historia automovilística demuestra que son los audaces y los innovadores quienes conquistan más lauros, y lo hacen aplicando métodos derivados, antes que nada, de la comprensión más profunda de la realidad y el conocimiento de sus rivales, lo cual les hace mejor predispuestos a superarlos por medio de maniobras inesperadas por quienes utilizan en menor grado la sorpresa, por temor o por incapacidad. Son quienes se salen de las “trayectorias ideales” los que más adelantan y vencen a sus rivales.

No resulta demasiado diferente en el ámbito político, cuando de vencer a los adversarios se trata, máxime en la actualidad, cuando éstos son mucho más enemigos que rivales. También allí se deben desarrollar estrategias para derrotar al contrincante, así como desplegar tácticas adecuadas para cada circunstancia y jurisdicción. Aquí se reproduce el mismo resultado si se aplican métodos seguidistas de los del enemigo, imposibilitando vencerlos, al menos en su totalidad y, mucho menos, definitivamente.

Como en las competencias automovilísticas, la sorpresa juega su papel, tal como lo hace la sagacidad del dirigente para descubrir falencias y debilidades de quienes ya no son “circunstanciales adversarios”, sino cabezas visibles de un Poder que triunfa mediante una estrategia siempre basada en su inmensa capacidad de daño a las bases de los movimientos que se oponen a la continuidad de su dominio casi omnímodo sobre la sociedad.

Resulta poco probable superar las influencias de semejantes estructuras, si las acciones no son tajantemente opuestas a las que ellas generan. No puede obtenerse ventaja alguna ni pretenderse cambiar la realidad agobiante en la que nos obligan a transitar, sin gestar ideas distintas a las de ellos, sin aplicar métodos contrapuestos a los esgrimidos por esos paquidérmicos “dueños” de la verdad fabricada a medida de sus intereses.

Por estos tiempos donde la pandemia todo lo determina e influencia, los relatos del Poder Real parecen ir ganando esta “carrera”, proponiendo una trayectoria que nadie parece animarse a dejar de lado y que, inevitablemente, conduce a la derrota política y la muerte real de cada vez más compatriotas. El sistema multimediático dominante establece la temática a debatir, los tiempos cuando hacerlo, categoriza los “buenos” y los “malos” de esta película de terror de la que somos sus principales e involuntarios protagonistas.

La agenda del Poder sigue incólume, invicta, aplicada en cada ámbito comunicacional para que nada de lo importante por hacer se pueda lograr establecer en la conciencia ciudadana como primordial. La salud y la vida se han transformado en simples variables de ajuste de una supuesta “fórmula” del triunfo sobre la pandemia. Las decisiones las siguen tomando los poderosos y sus organizaciones, empujando a los gobernantes contra la pared de la derrota popular. Sus extorsiones y fraudes no logran ser evadidos por reacciones que terminan siendo más voluntariosas que emanadas de alguna estrategia que haga caso omiso de las mentiras instaladas y las maniobras delictivas contra el Estado.

La cultura del individualismo y, peor todavía, del egoismo, supera con amplitud la lógica de la defensa de la vida antes que cualquier otra cosa. El pensamiento mágico de creerse propietarios de la verdad absoluta, ha terminado con la posibilidad de evadir los riesgos horrendos de un virus más poderoso que la razón. Millones de idiotizados por una propaganda despreciativa de la vida humana recorren la misma trayectoria que el enemigo les dicta desde sus parlantes de la revelación casi divina de los medios. E hipnotizados por esa parafernalia odiadora, se niegan a ver los resultados de sus actos miserables.

Existe una maniobra especial en el automovilismo, que alguien denominó “la tijera”, consistente en amagar pasar al rival por un lado antes de una curva, para después hacerlo por el otro cuando ya se traspuso ese recodo. Es hora que los conductores peguen el volantazo imprescindible para hacerle esa “tijera” final a un rival que juega siempre con el engaño y la traición. Es tiempo de apretar el acelerador a fondo y cambiar la trayectoria que propone el enemigo, para evadir sus triquiñuelas y empujarlo contra la pared de la derrota. Ahora es cuando aplicar la sagacidad y la sorpresa, haciéndoles añicos sus estrategias del horror, ganándoles la carrera por la vida y el campeonato de la justicia social. Después sobrevendrá otra disputa superior, la de la reconstrucción de la Patria. Y también de la esperanza, perdida hoy por transitar el oscuro circuito de la mentira y la cobardía.

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