viernes, 29 de enero de 2021

CON UN OÍDO EN EL PUEBLO

Por Roberto Marra

Mucho se habla, sobre todo a través de las “redes sociales”, de la conveniencia o no de realizar críticas a los gobiernos por parte de quienes pertenecen o militan en las filas del mismo partido o movimiento que los llevara a ocupar sus cargos. La natural predisposición de las personas para manifestar sus pensamientos, sobre todo a cuanto se refiera a las políticas que les afectan personal o colectivamente, hace que se generen, espontáneamente, inacabables debates virtuales entre participantes de una misma agrupación política pero con visiones contradictorias sobre esas cuestiones.

Claro que semejantes polémicas no son siempre derivadas de las simples predisposiciones de los individuos que observan errores en la conducción gubernamental, sino que también se notan allí la exacerbación de tales disputas por parte de los enemigos del gobierno en cuestión. Y aunque tal cosa no anule la lógica de los reclamos de la militancia y las adherentes a las propuestas que llevaron al éxito electoral a los gobernantes, va generando una predisposición negativa indiferenciada frente a la acción del gobierno, que puede convertirse en “pasto para las fieras enemigas”.

Una cosa resulta evidente: hacer pública una opinión negativa sobre un gobierno al que se adhiere ideológicamente, implica una posible derivación de tal juicio hacia la totalidad de la acción gubernamental por parte de los receptores no militantes. La indiferenciación de los pareceres sobre los actos del gobierno, es el paso que sigue a este tipo de actitudes, provocando, tal vez, el alejamiento del apoyo de ese sector de “indiferentes” que no poseen firmeza alguna en sus juicios de valores, porque sólo buscan la satisfacción de sus propios intereses individuales o sectoriales.

Pero, ¿qué se supone que debe hacer un auténtico y leal militante al observar lo que crea como una consecución de fallas o errores en la conducción del proceso por el que tanto se luchó colectivamente para comenzar a hacerlo andar? Analizar la realidad implica sacar conclusiones. De éstas se deben derivar señalamientos de aciertos y errores, para buscar soluciones que permitan mantener el rumbo hacia la meta establecida. Y aunque la complejidad de la tarea suele generar, a veces, la necesidad de dar algunos pasos aparentemente contrarios a lo pautado en un principio, es imprescindible que la mayoría de la militancia y el Pueblo estén atentos para evitar la acentuación de las equivocaciones y el desbarranco de los esfuerzos soportados.

La cuestión trae a colación la falta de una relación más estrecha entre conductores y conducidos. Existe una desconexión entre los dirigentes y la militancia, producto de una forma de hacer política partidaria que no incluye el necesario debate horizontal previo a la inleludible e imprescindible conducción verticalista. El protagonismo de los militantes no puede restringirse al seguimiento irreflexivo de los dictados de la conducción. Deben ser partícipes insoslayables de los procesos que preparen las bases para producir los hechos políticos, deben ser escuchados sus juicios y sus propuestas, como método también de ir generando cuadros políticos capaces de reemplazar, en el futuro, a la dirigencia actual.

Falta lo que, en un ejército, se denominaría una “cadena de mandos”. Falta, o no cumple a cabalidad sus funciones. Son necesarios cuadros de dirigentes intermedios que hagan de “correa de transmisión” entre el conductor y la militancia en general. Personas capaces de escuchar y comunicar. Hombres y mujeres preparados para dialogar con la disconformidad y atender los reclamos de los discrepantes.

Ese “cable a tierra” de la militancia, se puede transformar en una fortaleza de la conducción, al proveer el respaldo de las vivencias cotidianas que no puede observar por sí misma, por estar necesariamente entregada a la toma de decisiones complejas todo el tiempo. Deben establecerse conexiones directas o indirectas, pero relaciones concretas, entre dirigentes y dirigidos, que impidan el desbande por efecto de la indiferencia a la crítica fiel, no correspondida con el respeto de la atención al reclamo.

Las tecnologías de la comunicación actuales, dan la posibilidad de generar métodos de estrecha relación entre la militancia y la dirigencia, para que las críticas no sea necesario hacerlas públicas antes de lo conveniente y terminen alimentando los intereses del enemigo. No hacerlo, no proveer la metodología que lo haga posible, sólo profundizará los sentimientos negativos que pudieran generar las posibles acciones erróneas del gobierno, alejando a valiosos militantes de la imprescindible y noble tarea que cumplen cada día, en busca de los sueños que alimentan sus convicciones.

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