jueves, 10 de septiembre de 2020

SEPTIEMBRES

Imagen de "Contrainfo.com"
Por Roberto Marra

Septiembre, además de las flores y el romanticismo, nos trae el recuerdo de hechos nefastos para el Pueblo argentino. Fue durante este mes que se desataron las furias golpistas que se llevaron por delante sendos gobiernos populares, acabando con la dignidad alcanzada por los trabajadores y la generación de procesos soberanos que pusieron a nuestro País en un sitio muy elevado en el desarrollo material y social respecto a otras naciones, no ya sólo del Continente, sino del Mundo.

Lo que parece ya demasiado lejano, mantiene aún el resabio cultural que dejan siempre esos cambios tajantes en la historia, con toda su carga de venganzas de clase y postergación de un desarrollo que estaba llamado a convertirnos en líderes en materia de justicia social, en avances tecnológicos y en desarrollo industrial. Todo se tiró, literalmente, a la basura del desprecio antipatriótico, para convertirnos nuevamente en otra neocolonia de quienes siempre manejan los hilos de las marionetas que asesinan en nombre una libertad que sólo es la de ellos y sus fortunas amasadas con sangre de pobres.

Nóstálgicos denominan a quienes recuerdan estos hechos. Imposible serlo de semejantes vejaciones. Se trata de mantener vivo el lúmen de aquellos movimientos que hicieron aparecer a la faz de nuestras tierras a los eternos “nadies”, que el gran Galeano retrató inigualablemente en uno de sus escritos memorables. Se trata de no olvidar que, si se pudo aquella vez elevar a semejante estadío superior a nuestro Pueblo, se podrá cada vez que se recupere la capacidad de decisión perdida en los caminos de la mentira programada y las trampas que el Poder Real les tiende a los habitantes de Nuestra América.

También Chile padeció su septiembre fatal, donde el más honorable hombre que haya nacido en esa Nación hermana, fue asesinado en nombre de una libertad que nunca más recuperaron sus habitantes. Las masacres han formado parte indisoluble de cada golpe cívico-militar, asolando con muerte y padecimientos infinitos a los luchadores y anulando la capacidad de reacción popular con el mejor método que disponen los perversos: el miedo. Esa fue la herramienta predilecta también de “nuestros” asesinos septembrinos que arrojaron a la hoguera del olvido los sueños de millones de liberados de las opresiones oligárquicas.

Por estos tiempos de “telarañas” informáticas y redes idiotizadoras, las tácticas imperiales han modificado sus procederes, previa apropiación casi absoluta de los sistemas comunicacionales, mediante las cuales penetran con mayor agudeza en las conciencias ciudadanas, intrusando las neuronas con sus giros idiomáticos, parte de la pelea cultural que vamos perdiendo por goleada. Han desvanecido la base de pertenencia nacional que significa el desarrollo y sostenimiento de una cultura propia, renovada, pero aferrada a sus orígenes. Han hecho papilla los recuerdos y trastocado el conocimiento transmitido en las escuelas, hasta convertir a las nuevas generaciones en voceros de sus maquinaciones diabólicas, anulando la necesaria rebeldía que reinvente la Patria y retome el sendero bombardeado en cada golpe.

El Poder ya ha hecho su experiencia de gobernar en forma directa, no a través de sus adláteres, como antaño. Resultado: destruyó la soberanía, desintegró la independencia y aplastó la justicia social, dejando un saldo que necesitará décadas para reconstruir. No contentos con sus “logros”, insisten en fustigar al gobierno que les sucedió, en producir resquebrajamientos de la unidad lograda por la visión estratégica de la máxima estadista que hemos tenido por estos lares. Necesitan pegar donde están los más auténticos representantes de aquellos ideales que quisieron aplastar en el '55, que intentaron desaparecer en el '76 y que pretendieron consumir en el oscuro tiempo neoliberal.

Por estas épocas de “golpes blandos”, de “fake news”, de “lawfare”, y otros anglicismos por el estilo, estamos obligados a enfrentarlos como siempre, pero distintos. Es necesario reconvertirnos, para adaptarnos a las circunstancias que nos imponen con sus poderíos mediáticos. Es imprescindible construir una fuerza capaz de oponerse a sus delirios asesinos de voluntades, con la capacidad que nos dan las certezas de nuestros objetivos. La historia de los malditos “septiembres” nos obligan a trabajar mejor y más que nunca, a dejar de lado actitudes egocéntricas y simplificaciones intelectualoides, poniendo toda la experiencia al servicio de la recuperación concreta de lo que nunca se perdió del todo, de aquello que sirvió para alimentar la pasión por una liberación que necesitaba y necesita de la solidaridad como cimiento de una primavera que ya nunca más puedan robarnos.

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