miércoles, 19 de junio de 2019

COSAS QUE PASAN

Por Roberto Marra
Hay más de mil tipos de ratas o ratones en el Mundo. Entre los más conocidos en nuestro continente, figuran el ratón de casa común, el ratón de campo, el ratón de la madera, la rata de techo, y otros muchos más tipos de menor difusión. El nombre científico comienza, casi siempre, con “rattus”, lo cual nos lleva al tipo de “ratta” que nos ocupa por estos tiempos macristas en Argentina. Se trata de un especimen importado de Italia, que se podría denominar “rattus vehicularis”, por su directa vinculación con los automóviles y que, dado que tiene el particular don del habla, cual el famoso Mickey de Disney, pero sin su gracia, tiene cierta semejanza con los seres humanos.
Este ratón no es otro que el mismísimo “Ratta-zi”, cuyo nombre de pila (Cristiano) no coincide en absoluto con su concepción de vida y de sociedad, tan alejado de aquel generador de una doctrina basada en la solidaridad y el amor, ambas virtudes jamás encontradas en expresión alguna en este miserable ser que pulula por las cloacas mediáticas, contaminando con excreciones parlantes el ambiente social y económico de nuestro País.
Esta importación innecesaria y horrenda, ha traído no pocas desgracias a quienes dependen del rubro que lo tiene como uno de sus más “conspicuos” representantes, el sector automotriz. Miles de obreros y empleados lo vienen sufriendo desde hace años, haciendo lo que hacen todas las ratas: carcomiendo los billetes que les quita a sus dependientes en busca de la “eficiencia”, palabra que resume la explotación en la que pretende sumir a quienes se animen a trabajar bajos sus órdenes.
Aliado y enemigo al mismo tiempo de cuanto gobierno haya pasado mientras dirige los destinos de la marca que representa, es el tipo de “animal” empresarial que solo ve un rumbo posible: el de la ganancia para su corporación de “ratas” transnacionales. Con la brutalidad de su ignorancia absoluta de cualquier atisbo de humanidad, atropella con sus expresiones mal emitidas en su media lengua ítalo-argentina, generando daños irreversibles a miles de personas, con el único afán del lucro y la acumulación obscena de poder financiero.
Cada tanto, suele “atesorar” alguna expresión que produce revuelo periodístico, por la brutalidad de su significado. Es el caso de lo que dijera al anunciar la suspensión de dos mil trabajadores de una planta ubicada en Córdoba, lo cual, para él, solo son “cosas que pasan”. Que le pasan a otros, claro. Junto a semejante planteo, no perdió la oportunidad de emitir algunas de sus “excrementales” palabras contrarias al “populismo” que tanto odia, sumándose al coro de imbéciles que dominan el panorama gubernamental nacional, de quien es su socio condicionado al otorgamiento de las ventajas que le permitan seguir esquilmando a sus obreros y a la Nación.
Aunque parezca contradictorio, es un íntimo amigo de ese otro raro personaje semi-humano que habita entre las paredes de la Casa Rosada, al que popularmente le suelen endilgar el apodo de “gato” (aunque no por su similitud al noble felino). Entre ambos, acompañados por unos cuantos más favorecidos por las determinaciones políticas del susodicho inepto, vienen perforando las vidas de los habitantes de este suelo invadido por estos “rattas” venidos del “primer mundo”, ese que prometen para que millones de idiotizados les abonen el camino con sus votos.
Es uno de los estigmas que deberá desaparecer de la vida nacional. Se trata de una plaga que habrá que combatir con fiereza en la urnas que se acercan, para extinguirlas, para expulsarlas de nuestro territorio, para convertirlas en mal recuerdo, para impedir su regreso y terminar con sus ofensas. Y para que no pasen nunca más sus “cosas que pasan”.

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