jueves, 7 de diciembre de 2017

MACRI, EL REVOLUCIONARIO

Imagen de "Crónica"
Por Roberto Marra

Tanto se ha venido hablando en estos últimos tiempos sobre la cultura del trabajo, que el “gerentismo” gobernante tomó nota y está produciendo una verdadera “revolución” en la materia. ¿Cuántas veces se escuchó hablar sobre la necesidad de que haya más trabajo? ¿Cuántas se dijo que a los más viejos les costaba conseguirlo? Bueno, el gobierno actual ha encontrado la receta que lo hará posible: extender la edad jubilatoria, para que todos y todas puedan gozar de continuar con su amado trabajo.
Además, para que no queden dudas sobre sus intenciones laboralistas, propone ampliar la cantidad de horas en sus empleos. Todo, con tal de satisfacer las necesidades de los trabajadores. Bueno, de los patrones también. Es que, con la amplitud de criterio que lo caracteriza, expresa su policlasismo aceptando las “sugerencias” patronales y les reduce sus aportes a la seguridad social. ¿Para qué pagarlos ellos, si los propios laburantes se ofrecen gustosos a hacerlo?
No se queda allí la labor transformadora del presidente. Quiere atacar la raiz de los males en la administración pública, que vendrían a ser los nombramientos de familiares y amigos de funcionarios ministeriales. De la administración anterior, por supuesto.
Esforzado intelectual del trabajo, nuestro presidente ya lo ha pensado todo. Despide unos miles de empleados de bajos salarios y contrata otros de altos salarios, pero eso sí, de buenas familias y apellidos ilustres que, casualmente, coinciden con los de los ministros actuales.
Mientras tanto, continúa su pertinaz esfuerzo por elevar la producción. Para hacerlo, considera que hay que tomar créditos, con los cuales, a su vez, se cubrirán las salidas de dinero de las arcas del Central (del Banco, no del Club rosarino), destinadas a producir... ganancias a los fondos buitres especulativos, que sabemos siempre atentos a las necesidades de nuestra Patria.
Nunca faltan los detractores cuando se intenta revolucionar la actividad productiva. Con esas pretensiones ridículas de comer tres veces al día, de enviar los chicos a la escuela o de poder comprar remedios baratos, asaltan las calles impidiendo el tránsito de los buenos ciudadanos que sí se alimentan tres veces al día, sí envían sus hijos a las escuelas (privadas) y sí tienen coberturas médicas de alto nivel. O por lo menos, eso creen...
También para esto tiene soluciones el presidente. En realidad, es la ministra de In-seguridad Bullrich, que acostumbra mimetizarse con sus subordinados de uniforme, para emprender las necesarias persecusiones a los bárbaros que intentan minar el progreso y, sin vergüenza alguna, pretenden tierras de sus antepasados que, como todos sabemos por lo dicho alguna vez por el Gral. Roca, no les corresponden porque son indios. Y encima, pobres.
Nos aseguran que es la hora del comienzo de una nueva era. Que es el vislumbrar de una época de felicidades sin límites. Para pocos, es cierto, pero todo no se puede. Los demas podemos mirar esa felicidad en pantallas de 40 pulgadas y en cada uno de los canales que el gobierno mantiene para hacernos conocer la verdad. La de ellos solos, por supuesto, para que no nos contaminemos del odio de los que están del otro lado de la grieta. Aunque, ahora que lo dicen... ¿no somos nosotros los que estamos ahí?

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