miércoles, 29 de noviembre de 2017

EL DESPERTAR DE LOS VENCIDOS

Por Roberto Marra

Si nos atenemos a lo que expresan grandes sectores de la sociedad, estamos vencidos. Los poderosos nos han pasado por encima, nos han aplastado hasta convertirnos en papilla económica, simple alimento de la estructura perversa de la acumulación de fortunas ajenas y degradaciones humanas de las mayorías.
Los números parecen indicar que la realidad se ha modificado irreversiblemente a favor de los de siempre, los eternos dueños de las cosas y las vidas. Sus acopios de fortunas mal habidas, sus evasiones permanentes, sus elucubraciones financieras para el vaciamiento del Estado, parecen haber concretado el sueño oligárquico del dominio absoluto de la Nación.
Una comparsa de atontados los aplauden, creyéndose invitados a una fiesta de pocos y para pocos, a la que nunca accederán, salvo para servir las copas del engaño y la deshonra. Otra parte de la sociedad mira sin ver, esperando milagros que nunca llegarán. El resto no ve salidas posibles y terminan acurrucándose en los rincones de la desesperanza y el vacío existencial.
Ante este espectáculo dramático, quienes ejercen el Poder aprietan el acelerador de sus maquinaciones destructivas, al ver allanado el camino para barrer con aquellas ilusiones de bienestar que ayudaron a destronar de las conciencias de las mayorías. Peor que nunca se advierte la degradación humana en la que nos sumergen, apoyados por la represión adiestradora de voluntades.
Los jubilados terminan aceptando que les quiten beneficios, los trabajadores que les coarten derechos, los pequeños empresarios que les reduzcan el mercado interno y todos que les aumenten la edad jubilatoria, con el único objetivo de castigar al “corrupto populismo”. Mientras tanto, una manada de elefantes blancos sigue pasando por sus espaldas, cargados con las fortunas que llevarán a los paraísos fiscales, sin que nadie parezca percatarse.
Pero toda pesadilla tiene un final. Justo cuando parece que estamos por caer al vacío final, se enciende una luz y suena el despertador de la sensatez. Y lo que parecía irreversible, ahora se comprende como insoportable. Las falsedades de las sinrazones se abren ante los ojos de los hasta ahora enceguecidos por tanta parafernalia idiotizante, convirtiendo la desesperanza en voluntad de alteración de la realidad impuesta y acción para modificarla de raiz.
Resonarán entonces las palabras de San Martín, cuando Pueyrredón le negó los fondos para el cruce de los Andes, diciéndole que era “un sueño imposible”. Y el Gran Capitán le contestó: “Imposible, sí, pero impostergable”.

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