jueves, 13 de junio de 2024

LA COBARDÍA ES LA DERROTA

Roberto Marra

El trastocamiento de la realidad viene produciendo un acelerado proceso de desvanecimiento de la doctrina en muchos de quienes se proclaman peronistas, justicialistas e incluso kirchneristas. En algunos, por sus falsías permanentes disfrazadas según las circunstancias políticas. En otros, por sus prebendarias maneras de entender esta ciencia social tan importante para la puesta en práctica de cambios reclamados por la sociedad, donde el “toma y daca” es el modo de practicarlo, para satisfacción de sus propios intereses y los de quienes sustentan sus campañas pre y post electorales. El resto, por el distanciamiento con la realidad sufrida por las bases del Movimiento al que pretenden representar, o la falta de valentía a la hora de enfrentar a los enemigos del Pueblo (que no adversarios).

La cuestión es que, después de cada etapa institucional donde avance el neoliberalismo, con sus correspondientes profundizaciones de los males padecidos por la población, de la entrega del patrimonio nacional, de la pérdida de derechos sociales, del atraso en la solución de la pobreza y la miseria, de la concentración de riquezas y todos sus etcéteras; después de todos esos males, los remedios se transforman en grageas para sufrir un poquito menos, pero jamás en cura alguna de esta enfermedad terminal a la que nos vienen arrastrando desde el Poder Real.

Tanto quien “profesa” el gatopardismo como “religión” laica que le provee de permanencia en cargos institucionales y beneficios económicos exuberantes, como el que acepta cambiar artículos de leyes por supuestas mejoras en sus provincias de origen, o la aprobación de algún proyecto de ley que le provea de cierto prestigio (pero pocas ganancias para los supuestos destinatarios de sus beneficios); ambos forman parte de una “troupe” de malos artistas en el “circo” de la vanidades pseudo-republicanas, las instituciones de la democracia, que no resultan muy democráticas en su sentido distributivo.

Pero están aquellos que sí intentan representar ajustados a la doctrina que los sustenta, aunque olvidados de una condición que resulta fundamental para el triunfo de tales ideas aplicadas en la práctica: el coraje. Entonces se aceptan modificaciones legislativas, se aprueban condiciones que retrasan el desarrollo (cuando no lo anulan), se termina invocando el sostenimiento de las instituciones como disculpa al acompañamiento de determinadas iniciativas del neoliberalismo en el poder.

Todo forma parte de un círculo espiralado de la derrota cultural de las ideas y la praxis nacional y popular. Todo se conjuga para hacer añicos la construcción de un ideario tan vigente como atacado. Todo se transforma en una pérdida de tiempo que el Pueblo no tiene y la historia nos demanda evitarlo. Todo resulta caldo de cultivo de la pérdida de independencia económica y soberanía política, además del descalabro social emanado de la falta de justicia.

Las fuentes del conocimiento doctrinario están allí, a la vista y el oído de quien lo desee estudiar y comprender. El reconocimiento de tales normas, proclamadas hace décadas por quien le diera origen a este Movimiento tan arraigado en los corazones populares, es el paso imprescindible e inescindible para retomar el camino de la victoria, previo paso por el acercamiento a los reclamos de los que nada tienen, de los descartables del sistema que se alimenta de la cobardía que pretenda combatirlo, además de la sangre derramada de los valientes de verdad, para sostenerse en el tiempo.

La ética, esa rama de la filosofía que estudia la conducta humana, que desbroza el camino de dudas entre lo moral y lo inmoral, entre lo correcto y lo incorrecto, parece haber perdido la batalla de los sentidos. Es con ella que se debe encaminar hacia el retome de las ideas desvanecidas en la bruma de la mentira y la falta de coraje. Es con la guía determinante de quien nos legara esa doctrina portentosa y de quienes supieron llevarla a la práctica (con sus más y sus menos) cuando ya no se contaba con su presencia física, que debemos re-encontrarnos, para volver a pasar por el corazón y la razón las ideas que hagan posible y transformen en probable su ejecución a corto plazo. Es con la determinación corajuda de quienes se pretendan líderes que se podrá enfrentar a un enemigo que nos viene derrotando batalla tras batalla, sin que nos animemos a elevar nuestra cabeza por encima de la mediocridad politiquera, para hacer que lo justo termine aplastando al monstruo que alimentamos con nuestras bajezas y debilidades. Y ahora mismo, sin retrasos ni disculpas temporales, sin bajar la guardia ante sus improperios de asnos poderosos, sin desconocer sus realidades de embajadores de un imperio que ordena sus movimientos y desata los peores sacrificios entre nosotros.

Somos víctimas de nuestra propia inacción, sometidos por nuestra propia desilusión, atascados en el camino de la victoria por la falta de fe y coraje, la base de todos los males que, ahora mismo, nos empujan a la decadencia del regreso a un pasado que ya no debemos aceptar como posible.

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