La miopía es un problema de refracción, que hace que los objetos lejanos se vean borrosos. Esa condición no sólo se puede aplicar a lo fisiológico de los seres humanos, sino también como metáfora de lo que les sucede a los individuos en relación con los sucesos distantes, con aquellos que se desarrollan en otros lares, de aparente lejanía por sus ubicaciones físicas, pero muy cercanos por las influencias o afectaciones que emanan de ellos hacia el espacio territorial que habitamos.
Es una condición peligrosa para la comprensión de la realidad, que se agranda como consecuencia del desconocimiento programado desde lo educacional y lo mediático, factores fundamentales para el subdesarrollo cognitivo de la población. Es un requisito imprescindible para la más fácil dominación cultural por parte de los dueños del Mundo, que necesitan pueblos adormecidos y distantes de las realidades que ellos mismos provocan a diario con sus descalabros financieros, sus ahogos económicos y sus provocaciones para desatar guerras y genocidios.
Nada le importará al estupidizado a fuerza de las “pastillas” mediáticas cotidianas, enfrascado en la autodefensa de su sobrevida, desconectado de la sociedad, pero muy conectado con la brutalidad de las redes (anti)sociales. Todo le resbalará, tanto el hundimiento en la recesión del hegemón, como el genocidio del “portaaviones” terrestre israelí en Gaza. Creerá a pie juntillas el relato malversado de los medios cartelizados de noticias falsas y operaciones contra quienes se resisten a aceptar sus mentiras programadas.
Las guerras les será tan lejanas como sus comprensiones de lo que sucede a pocas cuadras de donde habite. La inminencia de un desastre humanitario en una región de su propia nación le será indiferente, porque poco le importa lo que no ve desde su ventana de la irrealidad. La miseria demostrada por los brazos estirados de los chiquilines que ruegan una moneda para un mendrugo, la verán como expresión de “maniobras populistas”, dirigidas por enemigos odiados sin razón, pero con toda su alma de sometido.
Es una sociedad conformada por seres poco humanos, profundamente desconectados, caprichosamente separados de una cultura nacional y racional que otrora supo contenerlos, ampararlos y convertirlos en algo más que cuerpos que transitan sus vidas sin mirar más allá de sus narices. Una sociedad del olvido permanente, del recuerdo selectivo de lo que “se debe odiar” por mandato narrativo de “hombrecitos” y “mujercitas” de pocas neuronas y mucha perversión acumulada. Un mundillo opresivo, pero satisfactorio para sus escaseces analíticas. Un territorio descuartizado de lo que alguna vez fuera una Patria. Un bosque de horrores donde se esconden las verdades que supieron conformar otras certezas, aquellas que abrían las mentes a la comprensión de lo social, de lo compartido, de la belleza de la comunidad construyendo una Nación.
Hoy, cuando la muerte de las ideas pareciera haber ganado la batalla, cuando los despojos de lo que fuera una doctrina millonaria en seguidores son separados de la razón que le diera origen y sustento, suenan los clarines de derrotas anticipadas por traidores multiplicados por la prebenda obscena de los dueños del Poder Real. Aparecen, a la vista de quienes se coloquen las gafas de la realidad, los fracasados lanzados al ruedo de la vergüenza impostora, señalando y acusando a quienes supieron otorgarles poder político, error fatal que convirtió su existencia y permanencia en pesadilla popular.
Despertar de los malos sueños suele provocar vacilaciones. Pero abrir los ojos a la verdad escamoteada, afinar la vista hacia los sucesos de todos los confines planetarios, escuchar las voces alternativas para informarse de lo que nos ocultan con pasión devoradora de riquezas y almas perdidas, es, además de imprescindible, la única tarea válida para re-emprender el camino abandonado por el enceguecimiento inducido, por la denostación a quienes no lo merecían, por la obturación de la memoria y el embrutecimiento retardatario. Ya es hora de terminar con la miopía.
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