La “correlación de fuerzas” es la disculpa preferida de quienes no se animan a ejercer un mandato, o tomar una decisión crucial, para enfrentar a enemigos poderosos. Es una frase tan falta de certeza como de valentía, tan contraria a los intereses que se dicen defender como a las evidencias de las tragedias soportadas antes por las mismas faltas de decisiones coherentes con las necesidades presentes y futuras. Es una manera de retrasar la historia, de hundir a la Nación, de postergar la vida de los que sólo tienen esperanzas, porque ya les han quitado todo.
Es un sistema perverso de anti-democracia, donde la palabra del Pueblo es tirada a la basura. Es una metodología de disciplinamiento ejercida desde el verdadero Poder, el que sustenta todas y cada una de las actividades antinacionales y antisociales desde que somos una Nación. Es un proceso de aniquilamiento de las necesidades populares, de sometimiento a las decisiones imperiales, de sumisión extrema ante el “dios” dinero y sus “mesías” del FMI y el Banco Mundial. Es una retahila de sandeces y mentiras programadas para doblegar la razón y hacer añicos los valores supremos que conforman el concepto de Patria. Es la montaña venciendo a Mahoma. Son los Andes impidiendo el paso de San Martín. Es Güemes huyendo de los españoles o Belgrano impidiendo el Éxodo Jujeño. Es la batalla perdida por anticipado para no enojar a los que manejan los hilos de los titiriteros financieros. Es el colmo de la asqueante realidad de la pobreza y a miseria aceptada como males menores frente al desfalco histórico que padecemos. Es el fin del camino soberano, la claudicación de la independencia y el cierre infeliz del último atisbo de justicia social. Es la esclavitud mostrada como virtud y la sentencia de muerte anticipada de los millones de pauperizados e imbecilizados por la propaganda que los convenció de que “no da la correlación de fuerzas”.
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