sábado, 25 de noviembre de 2023

PARA VENCER AL TIEMPO

Por Roberto Marra

La experiencia es una capacidad emergente del paso del tiempo que nos ayuda a enfrentar las realidades con mayores posibilidades de convertirlas en favorables a nuestros objetivos. Sumamos datos y conocimientos múltiples, los digerimos en nuestras entrañas cerebrales y los re-convertimos en palabras y hechos que debieran asegurarnos, al menos, mejores comprensiones y performances en el devenir de nuestras vidas.

Pero pasan otras cosas por nuestras “entendederas”, nos atraviesan otras palabras derivadas de pensamientos inducidos y falsas realidades impuestas como certezas, que se prenden como sanguijuelas de nuestras capacidades analíticas y las aniquilan en base a gritos desaforados, odios inventados, crueldades inhumanas, todo presentado como verdades reveladas, absolutos determinantes de futuros comportamientos colectivos irracionales.

El problema mayor es que no son sólo los enemigos quienes trabajan con esta “seducción” negativa. Muchos de quienes en un momento actúan como dirigentes con liderazgos para los cuales, en general, nadie ungió, dan paso a raras volteretas semánticas, procesos metaformósicos donde los pensamientos que otrora manifestaban, ahora son los opuestos, en nombre de la supuesta necesidad de conquista de las conciencias perdidas detrás de las bestialidades generadas por los auténticos genocidas de la realidad.

Así se explican las adaptaciones a modelos de gestión profundamente consustanciados con los intereses contrarios a los populares. Ese es el comienzo de la derrota que después se asume como “alternancia democrática”, frase favorita de los poderosos hacedores de las tramas anti-jurídicas que decantan en proscripciones de los mejores cuadros políticos, los más consustanciados y apegados a los valores que se suponían también sostenidos por quienes, modificando sus pareceres, trazan el camino a la segura rendición doctrinaria.

Peor aun, gran parte de la militancia será influída al punto de dar vuelta sus convicciones, modificar sus pertenencias partidarias e, incluso, arremeter contra quien antes consideraba su alter ego ideológico. No importarán los beneficios recibidos, ni las consignas hechas realidad, ni los datos demostrativos del progreso social. Valdrán mucho más las palabras tergiversadas, las ofensas infundadas, las negaciones de lo visible, todo adornado con el imprescindible “carnaval” de imbecilidades en el que se nos impulsa a participar como “comparsa” del Poder Real.

El festín antipopular está servido en la mesa de la brutalidad. Se aceptarán mayores miserias y pobrezas a cambio de un cambio que sólo modifica la percepción de la realidad. Ni siquiera podrán arrimarse las sillas a esa mesa de la indignidad popular, donde sólo se sentarán los eternos ganadores de siempre, rodeados de los traidores de turno y los saltimbanquis de la politiquería vendedora de humos.

No puede caber duda alguna, para los militantes auténticos, de la necesidad de enfrentar semejante parodia antisocial. La cuestión es cómo, desde dónde, con qué herramientas, mediante cuales procederes, acompañados por quienes, conducidos por qué dirigentes.

La construcción de estructuras organizativas suele ser la “espada de Damocles” de los movimientos populares. La falta de ellas es la razón fundamental de las desviaciones y las derrotas. Las dificultades de elaboración de planes desde las bases, ha sido uno de los problemas que ha conducido a las debacles institucionales que el enemigo sabe usufructuar.

Cabe entonces comenzar con esa tarea fundacional de una nueva esperanza, sin ataduras a dirigencias mal concebidas ni a consignas derrotistas. Resulta imperioso la construcción de una metodología superadora de la adaptación al seguidismo acrítico negacionista de los valores iniciáticos del Movimiento Nacional y Popular, interpelando a cada militante, sosteniendo con fervor las banderas desflecadas por la desidia inducida por los enemigos, asumiendo los roles dirigenciales o subalternos sin otros intereses que los colectivos.

Sumar es la tarea. Pero no se deberá tratar de una suma de individuos, sino de voluntades consustanciadas con los propósitos revolucionarios olvidados hace mucho por correr detrás de gestionadores de esa innoble pobreza material y espiritual enraizada en una Patria que ahora, más que nunca, debemos ver y sentir en el otro.

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