lunes, 20 de noviembre de 2023

LA CONSPIRACIÓN TRIUNFANTE

Por Roberto Marra

Las “teorías conspirativas” suelen tener muchos detractores. Especialmente dentro de los conspiradores que hacen como que no lo son. Famas falsas de incapacidad reflexiva, de facilismo analítico, de elucubración que intenta salvar la vanidades propias, las susodichas teorías terminan siendo defenestradas por aquellos que suelen adherir con fervor al gatopardismo, esa particular manera de seguir estando prendidos de alguna cuotita de poder inútil para las mayorías, pero generosamente redituables para quienes la ejercen.

La conspiración siempre estuvo allí, presente en cada acto cotidiano de los enemigos y en cada “agachada” de los enfermos de traiciones escondidas. La construcción de esas intrigas permanentes la realizaron las corporaciones constituidas como Poder Real, con el escudo de un Poder Judicial tan corrupto como servil, y con la palabra certera para sus intereses emitidas exponencialmente por los medios de comunicación que fueron y son la base de sus triunfos pírricos (pero reales y apabullantes). Y la embajada, siempre la embajada como bastión irreductible de un colonialismo aceptado por más de los que dicen no aceptarlo.

Así llegamos al momento donde la calamidad se apodera de las instituciones, se adueña del espacio de las decisiones fundamentales, dispuesta a arrasar con todo lo construido en nombre de “la libertad”. Un albedrío que permitirá ser esclavizado con altruista pasión ciudadana, con sabor a triunfo sobre un enemigo que nunca lo fue, alcanzando la cima de la imbecilidad con el amargo sabor de la derrota que no verán hasta que les caiga con el rigor genocida de los nuevos elegidos.

Hay culpables e inocentes en todo proceso político. Hay responsables con mayor y menor graduación entre los perdedores. Hay sistemáticos procederes que acarrearon tal derrota, desarrolladas por enemigos ocultos en las propias filas de los perdidosos. Hay advertencias desoídas, hay miserabilidades acumuladas en los entretejidos internos de desviados doctrinarios, hay huidas vergonzantes hacia la salvación humillante.

La construcción de este presente de derrota electoral y moral, resulta ser, paradójicamente, basada en la destrucción. Un proceso estudiado y perverso donde se utilizó la mentira y el engaño como fermentos populacheros, invitando al odio al pasado virtuoso y, sobre todo, a sus líderes fundamentales. Los “extraños” procederes de la justicia injusta predominante se encargó de sembrar dudas sobre la honorabilidad de quien ostentaba el liderazgo ideológico del peronismo, empujándola al ostracismo involuntario. La colaboración de los traidores disfrazados de “verdaderos peronistas”, hizo el resto, proveyendo de más desprecio hacia la figura de mayor intelecto dentro del Movimiento Nacional y Popular.

Toda conspiración debe darse en un ámbito propicio para su triunfo, para lo cual nuestra sociedad sirvió de natural medio de propagación de los delirios inventados para implosionar una estructura que, engañosamente, se pretendía indestructible. Una sociedad atiborrada de un clasismo escondido detrás de máscaras de republicanismo barato y un racismo apabullante por el cinismo con el que se lo ejerce. Una ciudadanía adoctrinada en escuelas desapasionadas, adoptantes de ideales intrascendentes, desarrolladoras de mentalidades individualistas, negadoras de la historia real y presa de la contada por los enemigos del pueblo.

Los sobrevivientes especuladores de esta etapa, irán adaptándose rápidamente a las nuevas circunstancias, encontrarán nuevas maneras de elucubrar salvaciones personales y de grupo, martirizando con particular saña a quienes se nieguen a aceptar la derrota definitiva ante la bestialidad genocida que se avecina. Señalarán como responsables a quienes pretendieron solventar un camino de regreso al futuro perdido en nuestra historia, construyendo una realidad bombardeada desde el inicio por los enemigos que nunca descansaron en su antiperonismo acérrimo.

Es fácil decir “hay que seguir luchando”. Es sencillo convocar a tantos y tantas que nunca dejamos de pelear con las palabras y con nuestros cuerpos, ahora abatidos por una arrasadora mentira organizada que reúne a lo peor de la sociedad y a ese sector que se ha dado en llamar como los “desencantados”, momificados miembros de una sociedad suicida, dispuesta a morir por nada, salvo el inmoral propósito de destruir a una figura política y sus seguidores.

Pero resulta muy difícil volver a empezar, sin asegurarnos que ya no permanezcan allí los limadores de esperanzas, los detractores de los grupos militantes, los falaces titulares de algunos de esos grupos, los vendepatria disfrazados de estadistas serios, los economistas vendedores de humo neoliberalizado. Toca regresar a las fuentes, releer la historia y atravesar los paradigmas con nuevas preguntas y respuestas. Habrá que sacar el impulso del fondo de nuestras almas atormentadas por tanto desprecio a lo humano, por tanta desidia de quienes fueron elegidos antes para tirar de este carro repletos de melones que siguen desacomodados y, lo que es peor, rotos y pudriéndose por sus incapacidades manifiestas y sus renunciamientos doctrinarios.

La Patria ha sido derrotada por los peores, por los inhumanos, por los acérrimos enemigos de un Pueblo que sólo puede volver a ser tal, soltando las amarras de este puerto de la desesperanza y el contubernio, al que hemos arribado ahora con las lágrimas de la impotencia. La destrucción ya está en marcha. Nuestra re-construcción debe comenzar ahora mismo.

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