miércoles, 10 de mayo de 2023

MAS ALLÁ DEL RELATO DE LA REALIDAD

Por Roberto Marra

La categoría de “relatores de la realidad” parece ser la que le corresponde mayoritariamente a los integrantes del actual gobierno nacional. No los descalifica para gobernar el hablar y opinar sobre los hechos cotidianos, pero muestra una característica que, casi siempre, se une a la de no actuar en consecuencia con lo que lo relatado demanda de ellos. Ahí es cuando las expectativas de quienes adhieren a la ideología que dicen sostener los miembros de esta administración, se ve arrastrada hacia el des-apasionamiento, al desánimo y el derrotismo anticipado, lo cual, sumado a la profundización de sus desgracias económicas, genera el caldo de cultivo del abandono de la lucha.

Dejar el campo orégano”, decían nuestras abuelas cuando notaban la facilitación para realizar una actividad. En este caso, la de socavar las instituciones democráticas, intentar destruir la imagen de su paradigmática enemiga ideológica, acabar con la doctrina que los obnubila desde hace casi ochenta años, preparar el camino a la destrucción de la idea misma de nación soberana. En eso están los aliados de esta guerra contra el Pueblo, esa categoría que pretenden suplantar por la de la descafeinada “vecinos” o, más generalizada, “la gente”.

El daño auto-infringido es el más poderoso para el triunfo del enemigo. La mimetización con sus dichos, sus discursos, sus ideas, es el paso previo a la derrota moral y la destrucción de las utopías que le dieron origen a los propios. Los ejemplos abundan en todo el Mundo: donde se intentó calmar a los poderosos aceptando algunas o todas sus reglas, la derrota fue lo conseguido. Una pérdida no sólo del gobierno, sino de la credibilidad de las grandes mayorías sobre los sueños que las llevaron a proclamar los anteriores triunfos en busca de hacerlos realidad.

Algo que parece no tenerse demasiado en cuenta, es que la postergación de las soluciones a los dramas de las injusticias sociales, conlleva a la muerte temprana de los miserabilizados, la eternización de sus padecimientos por generaciones, el embrutecimiento de sus conceptos sobre la realidad que le mal cuentan, hasta covertirlos en milicias del Poder Real para defender los derechos de éstos a someterlos y degradarlos como seres humanos.

Alegremente”, líderes políticos proponen esperar los buenos vientos para emprender el viaje a la Justicia Social que tanto se cacarea en los discursos y tanto se desmiente en las gestiones. “No es el momento”, “debemos crecer para repartir”, “hacen falta primero las inversiones extranjeras para desarrollarnos y después mejorar las condiciones de vida de 'la gente'”. Con esas y otras frases vacías de patriotismo y humanidad, nos enrrostran los problemas a quienes no los generamos, para poder continuar con la “fiesta” de la repartija de beneficios entre los que siempre ganan y nunca son elegidos.

Con una estructura institucional armada con el innoble propósito de la dominación de los poderosos de siempre, con un texto constitucional plagado de concepciones retrógradas tapadas por algunas características que promueven los derechos humanos, la famosa “república” se consume en el fuego lento de sus amos locales y extranjeros. La ciudadanía es sólo un montón de personas incitadas a votar por el mal menor cada dos años, mientras las corporaciones hacen y deshacen a sus antojos, corrompen al realidad hasta el paroxismo, promueven la burla a los deseos y necesidades perentorios de millones de abandonados a una suerte que no existe.

Son los dueños de la vida y de la muerte (temprana) de habitantes que no acceden jamás a sus derechos. Son los asesinos de guante blanco que habilitan hasta un magnicidio para asegurarse sus evasiones ilimitadas, sus regodeos procaces en festicholas junto al alter ego de sus sueños húmedos de “embajada” y “amcham”, la repugnancia de sus vanidades efímeras, pero mortales para millones de desarrapados que murmullan sus miserias con las manos extendidas para la limosna que ni siquiera les llega.

Y sin embargo, seguimos escuchando los relatos casi periodísticos de los funcionarios que no saben funcionar. Nos insisten con contarnos lo que sucede, para luego dejar en manos de los enemigos las decisiones de cambios que, lo saben y lo sabemos, nunca llegarán para beneficio de las mayorías. Las palabras se están gastando de tanto usarlas sin la continuidad de las acciones. Los reclamos se acumulan sin encontrar la mano que las recoja para convertirlos en políticas patriotas, otra palabra denostada y maltratada por la verba inútil de los discursos vanos.

Esperar es un signo de paciencia oportuna, sólo cuando lo perentorio de lo demandado no exija la inmediatez como respuesta. Organizar a los demandantes, pareciera ser un camino prodigioso en busca de obtener resultados diferentes a los logrados hasta el momento. Alimentar las esperanzas con hechos concretos, puede significar el regreso de los frustrados y el acercamiento de los atraídos por bestialidad facista de los fantoches inventados por el enemigo para seducirnos. No hay términos medios en esta batalla por la vida. No existe la “ancha avenida del medio” que nos lleve a algún otro lado que un nuevo fracaso, peor que los anteriores. Sólo está la realidad, la relatada hasta el cansancio, la malversada por los mentimedios, la oscurecida por los payasos tristes que vienen a borrarnos la alegría para siempre. Siempre que los dejemos...

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