lunes, 22 de mayo de 2023

OCHENTA Y UN GRADOS

Por Roberto Marra

En general, el mate se toma caliente. Ochenta y un grados, dicen algunos entendidos en esa específica materia, deben tener el agua con la cual se llena el recipiente con yerba. Así, en esa mezcla se produce el “milagro” de la perfección en el cebado cuando se succiona la bombilla, y el placer del sabor se manifiesta en todo su esplendor.

La importancia de la temperatura en este proceso de características alimenticias, es parangonable a la necesaria en las actitudes de las personas frente a los hechos que les demandan decisiones. Esto es así en todas las circunstancias y en todos los temas. La trascendencia de la pasión puesta en el trabajo, el deporte, la ciencia, el amor o el juego, forman parte de las certezas destiladas de la historia humana. Y en la política, tal aseveración cobra una importancia inapelable.

De ahí que resulta difícil animar a los ciudadanos con expresiones tibias. El término medio no enamora ni seduce, más bien impide el acercamiento a las ideas manifestadas por el tibio o tibia en cuestión, provocan la apatía y generan el rechazo de quienes esperan conclusiones tajantes sobre los análisis de la realidad.

Sin embargo, desde hace años que esa manifestación aburrida y desapasionante es la que rige la discursiva de los candidatos del campo popular, aunque de ellos se espere la mejor capacidad de encontrar los tonos que inciten a la comprensión alimentada con el entusiasmo. Es con líderes populares apasionados que se han vivido los mejores tiempos, que han dejado una huella indeleble en el reservorio de entusiasmos trascendidos entre generaciones.

Ya que estamos en un relato parangonado con lo alimenticio, es como tomar café descafeinado. Hasta puede tener el mismo sabor, pero no nos exita los sentidos. Por eso, tal infusión de dudosa condición beneficiosa, no termina por tener mayoría de adeptos. Por eso mismo, la tibieza política no conduce al éxito electoral. Y ahí están los representantes de los enemigos del Pueblo para corroborarlo, con sus mensajes odiadores y repulsivos, con sus expresiones teñidas de una pasión falsa actuada a sabiendas de la necesidad de su audiencia de esa parafernalia que incita a las peores pasiones, pero que los conminan a votar a semejantes esperpentos.

Los aumentos de precios son otro modo de confirmar la inutilidad de la tibieza. Rogarles a las corporaciones oligopólicas que no los suban es, además de una ingenuidad (por lo menos), de una inutilidad absoluta para lograr que tal cosa suceda. Los planteos determinados por la fortaleza de las expresiones duras y sin concesiones, lograrán siempre mucho más en esas contiendas tan desparejas entre el Poder Real concentrado y los gobiernos populares. Eso significará, de seguro, una re-alimentación de un espíritu renovado y favorable en la población favorecida, con lo cual se habrá ganado una doble batalla.

Estamos transitando en la tibieza, donde la cobardía predomina entre quienes toman decisiones que nos involucran sin consultarnos. El mate se sigue sirviendo frío, con el azúcar de promesas incoherentes con los resultados inmediatos y, peor aún, con el futuro secuestrado por la mediática que incita a las peores pasiones, las destituyentes, obscenamente parecidas a las que tantas veces nos atravesaron con sus consignas vacías de justicia. De la tribunalicia y de la social.

Las plazas de las reivindicaciones populares siempre se llenan con alegrías y pasiones desbordantes. Se gritan y cantan las consignas que se necesitan para levantar esas pasiones que, increíblemente, aún con tanta vergüenza traicionera que nos ha mancillado la esperanza, siguen allí, a la espera de las palabras fuertes, sensatas y coherentes con los deseos incumplidos por los tibios cumplidores con el fondo y sus secuaces.

Es imprescindible calentar el agua de la consciencia hasta el punto donde se unifique con las palabras señeras de la conductora que todavía nos queda para recordarnos quienes somos y cuales son nuestras banderas. Y servir esta infusión apasionada en un recipiente que desborde de proyectos que devuelvan el placer incomparable de saberse parte de una Patria, no de una nueva colonia. Y que empuje al basurero de la historia a la tibieza de los inútiles y a la impostación de las falsas pasiones enemigas.

 

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