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Roberto MarraImagen de "ganemos 3c.org"
La sordera es un padecimiento muy complejo para sobrellevar. Al impedimento de oir, se agrega la segregación social, el aislamiento, la complejidad para comprender los sucesos que se dan alrededor de quien la soporta. Pero la definición de esta afectación sensorial no es sólo aplicable a quien la soporta físicamente, sino también a aquellas personas que no quieren oir, aún teniendo tal sentido en perfecto estado fisiológico.
Esa decisión de negar la existencia de sonidos, especialmente de palabras emitidas por otros seres humanos, forma parte de los modos de comprensión de la realidad que tales personas consideran como unívoca, impenetrable por los pareceres de terceros. Incapaces de sentir otra cosa que no sean sus propias elucubraciones, estos humanos se esconden detrás de una coraza de definiciones tajantes e impertérritas, de manera de eludir el debate de ideas necesario para encontrar lo más aproximado a la certeza.
Así se observan ahora, en el Gobierno Nacional, las actitudes de sus principales funcionarios, sobre todo los involucrados en el área económica, saliendo al ruedo defensivo de sus gestiones ante lo que (parece) que consideran un ataque a sus personas y sus acciones por parte de Cristina Fernandez de Kirchner, alter ego de tales personajes que se ha transformado en una emisora de críticas (y autocríticas) que no quieren escuchar, aunque las oigan.
Triste resulta escuchar alegatos defensivos de parte de estos aludidos en un discurso al que no escucharon bien o, lo que es peor, no son capaces de comprender. Sus negaciones de los hechos, sus relatos de los acontecimientos que nos imposibilitan la vida digna a la mayoría de los argentinos, terminan por hacer lo contrario de lo que gritan todo el tiempo acerca de “la necesidad de la unidad”. Por el contrario, las manifestaciones de la estadista por excelencia por estos tiempos en nuestro País, son utilizadas por estos apasionados defensores de la sordera como método para entablar disputas vanas sobre los porfiados hechos que nos conducen a la derrota, antes que a dilucidar sus causas para arribar a soluciones lógicas y arraigadas a los preceptos más elementales de la doctrina que dicen defender.
La soberbia por sobre la asimilación de los conocimientos emanados de sus interlocutores, los egos sistematizados como metodología de la negación, el empecinamiento utilizado para impedir el triunfo de la razón por sobre el relato mediatizado de sus monsergas desapasionadas e insípidas, transforman a estos funcionarios en un conjunto de piedras en el camino de la liberación de las fuerzas transformadoras que nuestro Pueblo posee, aún cuando no sepa que las tiene.
La sordera genera nerviosismo, induce al aislamiento, niega la evidencia de las sonidos por la sencilla razón de que no se los oyen. Así mismo les sucede a nuestros personajes políticos en cuestión, acostumbrados sólo a escuchar sus propias voces, defenestrando a las demás por considerarlas de menor valía o, por el contrario, porque saben de la enorme importancia de las mismas. Miserables actitudes de estos negacionistas de la realidad, profundos ignorantes de los procesos históricos que se transitan.
Escuchar es la misión del momento para todos y todas quienes pretendan reconducir este torcido camino, donde las banderas parecen haber sido arreadas por algunos, mientras otros (y sobre todo, otra) todavía se empeñan en levantarlas para que sean recordadas antes de dar cualquier paso. La pobreza empecinada, la miseria hambreadora, el descreimiento pseudo-libertario, la connivencia con el Poder Real, la palmada en la espalda a los grupos corporativizados, no serán nunca la llave para abrir la puerta a la felicidad popular.
Antes se corporizarán en los verdugos futuros de nuestra Nación, desparramando dolores y sentencias negadoras de la realidad, para hacer de nuestra Patria la colonia que tanto desean los poderosos y sus sirvientes. Y los incapaces de escuchar, que antes prefieren tapar sus oídos para no atender las razones sencillas pero profundas de quien sigue siendo el mejor cuadro político del País, la conductora necesaria para encarar la larga lucha por la soberanía que estamos perdiendo cada día, en nombre de una democracia vacía de sentido popular.
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