viernes, 20 de mayo de 2022

¡LA SOBERANÍA AL PODER!

Imagen de "HispanTV"
Por Roberto Marra

El instinto triunfa sobre la razón, cuando de salvarse se trata. Esto aplica para las personas, como para sus instituciones, los estados incluídos. No extrañan, entonces, las características y dimensiones de las acciones de EEUU para enfrentar su evidente decadencia como imperio. Decadencia que no indica su final inminente, cuyo desenlace no depende ni siquiera de años, sino de décadas. Tiempo en el cual hará todo lo que imaginemos (y un poco más) para intentar evitar lo irremediable del destino de esas entidades nacidas al amparo de la fuerza extrema y el dominio sobre otras naciones.

El así autoproclamado “destino manifiesto” de esta nación de enorme poder militar, financiero, económico y cultural, es un relato del cual se han asido no solo sus gobernantes de turno, sino sus mismos dominados. Así, gobernantes de estos países, terminan por apuntalar lo que afirman los presidentes norteamericanos, haciendo de la soberanía un papilla histórica, y de la independencia un simple discurso de acto escolar.

Obcecados defensores de la supuesta “democracia ejemplar” del hegemón, aceptan sus órdenes como simples mayordomos de la “estancia mundial”. Como peón al “patroncito”, aunque sea a regañadientes, aceptarán las sentencias de los habitantes de la Casa Blanca. Tal vez se atreverán, en algunas ocasiones, a levantar la voz frente al autoritarismo vergonzante al que son sometidos, pero sin traspasar los límites de la condición de súbdito del habitante temporal de esa casa donde se intenta “cocinar” la realidad del Planeta.

Por estos tiempos, donde esa realidad está siendo puesta en confrontación con la aparición y el crecimiento de otros actores trascendentes de la “escena” mundial, posicionarse ante estos hechos pone en consideración el destino de las naciones que pretenden ejercer su derecho a la autodeterminación real, a dominar con sus propias fuerzas la prospectiva de su futuro, a trazar los caminos en busca de sus utopías nacionales y alcanzar los objetivos de desarrollo colectivo de sus sociedades.

Acercarse a unos u otros (o a unos y otros), marca un camino, denota una posición ideológica, demuestra intencionalidades y probabilidades para mejorar o nó la vida de los habitantes de cada nación. Actuar con cobardía ante el poderoso, sólo genera más dependencia y desconsideración. Aceptar imposiciones con olor a dominación segura, es tarea de canallas y traidores, que los hay en todos los países. Autoimponerse sumisiones a los “amos” internacionales, a sus “directivas” odiosas y provocadoras, es asegurar la miseria material y la intrascendencia de los pueblos a los cuales se deben los gobernantes.

La multipolaridad es la palabra del momento en boca de quien pretenda mostrarse como líder amplio y conciliador. Pero su ejecución real, posicionarse con libertad ante el Mundo, plantarse ante los históricos enemigos, no es tarea para pusilánimes. Actuar con madurez política e independencia de criterios ante el poderoso, demanda valentía y seguridad de metas y objetivos. Las botas del patrón imperial las lame cualquiera, pero nunca los verdaderos líderes populares.

Este es el tiempo de la voracidad guerrerista del pretendido dueño de las decisiones mundiales. Lo que no pueda imponer por las armas, lo hará por la cultura. Para eso dispone de una larga lista de naciones serviles, como las europeas, esos muertos imperios de otros tiempos; o de excecrables socios regionales en nuestra Patria Grande. Y están los políticos serviles locales, defensores a ultranza de su “madre-patria”, o los eternos “ni-ni”, aquellos que pretenden mostrarse equidistantes entre el imperio del norte y las naciones que se le oponen fácticamente con sus economías en franca superación.

Ya no cabe la condición de laderos del imperio. Debieran terminarse con esa prácticas obsecuentes de “pedir permiso” al “emperador” del norte para actuar ante la realidad afligente de nuestro Pueblo. Es hora de acabar con tantas “visitas” chantajeantes y encarar políticas de Estado independientes, libres de las opiniones de quienes nos quieren sumisos, para asumir la rebeldía de una soberania que deje de ser relato y discurso de ocasión, para convertirse en palabra sagrada, que reivindique la historia regada de sangre y sudores por culpa de esos mismos que se arrogaron, antes y ahora, el derecho a decidir nuestro destino.

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