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Por
Roberto Marra
El
capitalismo tiene sus reglas, pero cuando deja de convenirle, como
ironizaba Groucho Marx, tiene otras tantas, listas para realimentar
sus procesos de concentración económica y financiera. Por ahí
parecen andar ahora los grandes “popes” corporativos planetarios,
después de la irrupción oriental del coronavirus, creando un
espectáculo recesivo que parece estar dirigido a recomponer sus
alicaídas expectativas por evitar el avance de la China que los
obnubila por estos tiempos.
Con
conspiración o sin ella, el caso es que todo parece estar atravesado
por esta “crisis” de sospechosa conveniencia para los pocos que
manejan las finanzas planetarias, y el hundimiento de la mayoría de
las naciones en un pozo de sombras económicas de la cual saldrán
ganadores los de siempre, los acostumbrados a sembrar terror y hambre
para mantener sus arcas repletas del fruto del sudor ajeno.
El
poder mediático hace su parte, orientando las opiniones hacia el
costado del miedo permanente, esa caricatura de la realidad que
inventan a cada segundo para atrapar a la población en las redes de
la paralización y alimentar odios xenófobos y políticos que
reproduzcan y profundicen los ya existentes. Pantallas rojas alertan
todo el tiempo sobre las cantidades de enfermos y muertos por esta
nueva “peste negra” (o amarilla debiera decirse, a estar por la
concepción racista de sus emisores), para mantener exaltados a los
televidentes y sembrar el pánico que necesitan para llevarnos al
destino que nos han preparado.
Ahora
le suman, al miedo virósico, las cifras financieras, con porcentajes
de caídas de las bolsas en el Mundo o el infaltable aumento del
“riesgo país”, fabricado por sus expertos para trabar la salida
de la debacle que antes fabricaron con sus gobiernos fantoches,
desesperados por quedarse con todo lo que encuentran a su paso por
los Estados. Y la población cae, aterrada, en semejantes embrollos
mediáticos, con lo que logran otra pequeña victoria en su obra
destructiva de las esperanzas populares.
Con
virus o sin ellos, todo parece estar amañado para solaz de los
aristócratas y sus fortunas fugadas a esos “paraísos” donde
nunca parece tocarles ley alguna. Tanto como las guerras para sus
fábricas de armamentos, las sucesivas “pestes” alimentan a los
laboratorios que manejan el negocio mundial de los medicamentos,
ahora en la búsqueda de una vacuna para la cual, puede sospecharse,
ya pudieran poseer su fórmula en alguna caja fuerte que abrirán
cuando el miedo alcance para determinar el precio exorbitante que
deberemos pagar por ellas para salvarnos.
Al
mismo tiempo, se desata una disputa petrolera que hunde el precio de
este producto, que parece atravesar cuanto conflicto suceda en el
Mundo. Una “tormenta perfecta”, diría el ex-ocupante de la
Rosada, afortunadamente ya sin el timón del “barco” nacional en
sus manos. Todo se orienta a perjudicar a los países más débiles,
seguir poniendo piedras en el camino de sus economías vulnerables y
alimentar procesos destituyentes que eliminen a los gobiernos
populares y los reemplazen con oligarquías prebendarias, que
convierta a cada país en colonia financiera reproductora de las
consabidas miserias para sus pueblos.
Más
que una pelea entre el nuevo virus y los pobres habitantes de este
Planeta en terapia intensiva, debiera plantearse entre éstos y el
imperio que sustenta el desatino de convertirnos en conejillos de
indias para sus maléficos actos financieros. Además de proponerse
encontrar el antídoto para la enfermedad ahora desatada, debiera
generarse una lucha sin cuartel contra los malditos fabricantes de
todas las mentiras, esos genocidas que sobornan hasta al mismo
destino para fabricarse tiempo para robar nuestras riquezas. Cumplen
así su sucia tarea en este Mundo, para dejarnos dolores inmensos que
jamás pagan, ni ellos ni sus herederos, gracias a la herramienta más
eficaz de la que se han valido siempre para dominarnos a sus antojos:
el miedo.
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