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Por
Roberto Marra
El
tiempo es veloz. Al menos esa es la percepción a medida que
cumplimos años, momentos en los cuales tomamos conciencia de la
finitud en la que transcurrimos nuestra existencia. Un día, lo
sabemos, llegaremos a ese periodo donde el trabajo debiera
reemplazarse por el disfrute compensatorio de tantos años brindados
para elevar la subsistencia propia y de nuestros seres queridos, una
etapa que podría significar la utilización de nuestro intelecto
para algo más íntimo que el cotidiano esfuerzo de buscar el salario
o la renta para elevar la calidad de vida.