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Por
Roberto Marra
Convencer
al “soberano” no parece ser una tarea sencilla en tiempos donde
la canalla mediática está, prácticamente toda, en manos del Poder.
Se le suma a eso la necesidad de mantener cautivos a sus seguidores
por parte de un gobierno que no tiene nada (bueno) para mostrar,
salvo las estigmatizaciones que tanto aman ciertos sectores sociales
proclives al desprecio de clase, incluso si el resultado posterior
resulta catastrófico como el presente que transitamos.
En
ese contexto, comienzan las publicidades proselitistas previas a las
PASO, momento en el cual se debiera sentir la fuerza de quienes están
dispuestos a barrer del mapa electoral a los obscenos fabricantes de
muertos por el hambre y el frío. Debiera ser cuando la claridad
conceptual se una a las propuestas certeras y seguras, respaldadas
por razones que vayan más allá de las consignas obvias que serán
presas fáciles del aparato comunicacional mendaz de quienes
pretenden continuar con la destrucción social y material de la
Nación.
Sin
embargo, poco y nada se nota de semejante necesidad hecha realidad en
los “spots” que han comenzado a circular. Casi una repetición de
discursos que intentan generar adhesiones sin decir casi nada que
pueda ser considerado una acción concreta a realizar cuando se
asuman las responsabilidades de gobernar, si es que tal cosa
sucediera.
Hay
un enorme sector poblacional que no se emociona con los símbolos tan
caros al peronismo, que no responde a otra cosa que a sus intereses
particulares, donde el bolsillo marca sus límites para elegir, a
quienes les da igual unos u otros con tal de “sentir” que no les
arrebatarán sus supuestos derechos meritocráticos, que consideran
siempre por encima del resto de los demás ciudadanos “de segunda”,
tal como parecen considerar a los habitantes de la pobreza que
ayudaron a construir con sus adhesiones al fraudulento régimen que
transitamos desde hace casi cuatro años.
Es a
ese sector poblacional que debieran dirigirse prioritariamente los
mensajes proselitistas de la actual oposición, buscando relatar algo
más que la realidad, que ya sufren lo suficiente como para que se la
recuerden a cada instante, sabiendo además de sus responsabilidades
para el pírrico logro de haber expulsado al “populismo” de la
conducción del Estado. Debieran ser muy claras las expresiones de
las acciones que se pretenden emprender si se triunfa, manifestando
algo más contundente que frases vacías, respuestas concretas a las
demandas complejas que, por su composición clasista, poseen estos
miembros de esa parte de la sociedad que suele denominarse como
“indecisos”.
Es
muy elocuente decir lo que se piensa hacer, pero nada más persuasivo
que poner sobre la mesa de la consideración general algunas pistas
de cómo pretenden lograrse semejantes hechos reconstructores de un
tejido social descuartizado, que necesita de prioridades
insoslayables, para lo cual deberá contarse con los medios
financieros y económicos que de algún lugar deberán salir. Aclarar
antes que oscurezca, sería la figura que esta acción representa.
Presentarse transparentes, pero sin exceder los límites de la
comprensión que los escasos niveles de conciencia social de esos
sectores “indecisos” estén dispuestos a soportar.
Resulta
imprescindible utilizar todas las armas comunicacionales, recorrer
todos los caminos hacia las mentalidades cerradas de los perdedores
con ínfulas de socios de un gobierno que los esquilmó y los rebajó
de “categoría”, un mediopelo que tuvo que abandonar sus intentos
de “oligarcas de cabotaje” para sobrevivir en esta selva de
maldades endeudadoras a la que nos arrojaron a todos.
Es
hora de programar con inteligencia y sagacidad cada mensaje que se
emita, cada palabra que se pronuncie, para elevar la discusión con
el enemigo a niveles donde no pueda dar respuesta, envuelto como está
en los excrementos de sus propias mentiras, cuyos horrores no podrían
ser soportados en una Nación abandonada al arbitrio de la repetición
de su mandato.
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